miércoles, 22 de octubre de 2008

COMO ESTUDIANTE EN EL DIA DE LA PRIMAVERA

(Escuela de periodismo Jaime Bausate y Mesa 1993)

Después de muchos años regresé a la Escuela de periodismo Jaime Bausate y Mesa, invitado por unos alumnos del V ciclo, para una entrevista sobre mi libro. Y soy sincero que no pude reprimir la nostalgia.

Esperando unos minutos en la esquina, pude recordar las horas de hueveo que nos dábamos en ese mismo lugar junto a Iván Slocovich, Rafo Oré y Rafaelito Vallejo y Morón, los Galifardos como así nos llamaba Iván. Hueveros al mango, no entrábamos a algunos cursos que no tenían nada especial que ofrecer y que no pudiéramos aprender rápidamente a pocos días de los parciales o finales.

En esos minutos pude volver a escuchar las llamadas para entrar a clases que nos hacían Claudia Flores, Rocío Moreno o Gaby Luna, quienes siempre se preocupaban de sus amiguitos para que estuvieran al día y no las molestemos después, pidiéndoles cuadernos y separatas.

Vi por allí a Ronic Torres, haciéndola de gay. La hacía tan pero tan bien, que a veces dudábamos de su condición masculina. Pero no. Hoy es junto a Gaby Luna, padre de una hermosa niña. Por allí escuché a Carlos Cabrejos, el popular cabrejeros junto a su inseparable Kike Peralta, uña y mugre para todos lados, rajando de algún profesor que los había jalado en alguna práctica. O también escuché, aunque no hablaba mucho, a Franco Boggiano, con su larga y metalera cabellera rubia, envidia de las oxigenadas de la escuela. Hoy Franco esta casado con Gisela Vargas y tienen una hija ya grande.

Y aunque en la esquina no estaba el Chino, el eterno señor que vendía golosinas en su carreta, sí estaba su hermano en la otra esquina. Me acerqué a comprar unos cigarros, y aunque lo pensé no le pregunté por temor a que me dieran la mala noticia de que había muerto. Felizmente los muchachos que me invitaron me sacaron de dudas. Pero igual pude recordar cuando en su eterna libación el Chino llegaba más mamado que teta de vieja, y todos aprovechaban para levantarle una gaseosa, una galleta o un chicle. O por un par de Hamiltons te llevabas de yapa dos Cua Cuas. Sobre todo Carlitos Puertas, que era su cliente estrella.

Tantos pasaron en ese instante como si toda una vida de estudios, juergas, risas y amores fueran igual a esas mañanas de verano que no deseamos que se acaben, pero se acaban. El gordo Guillermo Pérez, Solapa Bernaola, Erick Castillo, Franco Ortiz y Remo di Natale, metiendo chongo a cada momento, sobre todo el gordo con su fijación por el sexo oral, sexo oral, sexo oral que repetía como una letanía. Años después Guillermo asegura no recordar nada de eso… ¡ya pues!

La loca Giovanna Portilla, riéndose de todos y de todas, junto a Roxana Silva, Melissa Ochoa y Jessica Ramírez. O la presencia apacible de Edgard Dávila, Javier Ampuero, Hernan Carranza, Netter Pinedo y Gaby Rivera. O el andar apurado de llegar para estudiar o de retirarse para seguir estudiando de Esther Kooyip, Mirtha Vergaray (la Pochita) e Isabel Saco. Todos allí, entre risas de nada como los de la tía Victoria Morante, junto a Carlitos Cano, más conocido como ¡¡¡zacarazaaaaa!!! O la presencia sutil, pero presencia al fin, de Karina Neyra, Techi Llerena, Katty Aguilar, Fanny Rosales e Isabel Idrugo.

Todos ellos fueron años de libros, trabajos, exámenes, fiestas, juergas, amor y amistad, mucha amistad, y quedan en la retina como imágenes de esos años tan maravillosos, años de vivir como estudiantes en el día de la primavera.

¿Y la escuela como está? Como en la vida, las fachadas siguen siendo las mismas, pero por dentro muchas cosas cambian, y la escuela había cambiado por dentro. La casa del lado, donde a veces un bebe impertinente nos interrumpía alguna clase con su llanto, ahora es un patio donde los alumnos pueden sentarse a preparar su clase, fumarse un cigarillo o hacer lo que los Galifardos hacíamos en la esquina, simplemente estar en plan hueving.

Allí fui entrevistado por Carlos Vera, quien tiene un tremendo parecido con el poeta y también bausatino Eduardo Pucho. Y así entre las preguntas y respuestas y los flashes de Pamela, la fotógrafa, me venían rápidos flashbacks, donde una y otra vez me veía exponiendo o interviniendo en esas clases a las cuales no podíamos faltar por obligación o por el simple gusto de aprender.

Las clases de Jorge Ramos de la Flor, de quien aprendimos mucho con su severo método para enseñarnos a escribir periodísticamente, sobre todo las alumnas. O los cursos del ya finado Moisés Arroyo Guanira, una enciclopedia para todo tema (Supongo que por los años y por la edad que tenía ya estará finado, de lo contrario el tío es lo que especulábamos en esos días, un ser inmortal). O las clases de cine del profesor Parodi, o las de radio del maestro Max Obregón Mickelsen… Las clases de Lengua de Raquel Bejar y Galo Martínez… la de crónica periodística de Manuel Jesús Orbegozo.

Pero ninguno como el curso de Sociología peruana I y II que para mi fue el más interesante de toda la carrera. Porque fue el único donde saqué nota de 20 en los parciales y finales y en donde nunca falté y en donde siempre intervine, simplemente porque estaba secretamente enamorado de la profesora y estoy seguro que ella también de mi. Porque con los años he podido descubrir en la mirada de una mujer, si existe atracción. Y esa mirada era la misma que la profesora tenía cada vez que me atendía por cualquier cosa que yo le iba a preguntar. O cuando ella misma lanzaba una pregunta en plena clase y me quedaba mirando, esperando la respuesta. Respuesta que ya tenía preparada de antemano porque ese curso lo trabajaba con el sílabo, sólo para impresionarla. Por eso, cuando dejó de enseñarnos, me quedaba el consuelo de verla pasar hacia otras aulas, hasta que no la volví a ver más, había dejado de trabajar allí.

Y así entre anécdotas de la escuela y acercamientos a mi novela, sentí que había vuelto a los años de estudiante. Y al despedirme pude dar una ojeada a lo que fue mi último salón. Lástima, no encontré miradas de antaño, encontré las miradas de muchachos y muchachas que nos habían relevado en esas carpetas, y que me escudriñaban con curiosidad. Ellos son ahora, los llamados a darle vida a esas aulas, esa vida que nosotros ya habíamos vivido.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Que refrescante, sin duda, el poder leer esta semblanza de la promoción. Se te olvidó comentar sobre tus apodos y ese viejo amor imposible que te atormentó en esos años. Recuerdo ese término que usaste en uno de los primeros ciclos: "psicosomático" mientras contestabas la pregunta de uno de nuestros profesores de la escuela y que te convirtieron sin querer en el erudito de todo el grupo. No pudimos reprimir el clásico Asssssssu que hacemos cuando alguien dice o hace algo que no es usual. Me agradó mucho poder encontrarnos el otro día a pesar del contexto del encuentro. Tanto mi Gaby como yo, nos sentimos orgullosos de lo que has ido logrando y aunque no compartimos tus preferencias deportivas; admiramos tu sencillez, tu amistad y tu calidad de persona. Espero que como acordamos pronto podamos darnos un tiempo para reencontrarnos y ponernos al día de lo sucedido en nuestras vidas.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Seis años después me aproximo a este entrañable retrato, escrito por quien, con toda seguridad, es el ser más honesto que conocí en mis años tardíos de estudiante de periodismo.
Sé que la cercanía entre nosotros puede ser semejante a dos circunferencias que se interceptan: tuvieron un punto de encuentro y, tarde o temprano se volverán a encontrar.
No soy tan bueno con los recuerdos. No logro percibir tantos detalles como tú, Martín; sin embargo, la intensidad con que se agitan mis recuerdos y se intensifican mis emociones, me dan la certeza de que esa ha sido una de las mejores etapas de mi vida.
Gracias, Martín, por hacernos sentir nuevamente cercanos.

Anónimo dijo...

Seis años después me aproximo a este entrañable retrato, escrito por quien, con toda seguridad, es el ser más honesto que conocí en mis años tardíos de estudiante de periodismo.
Sé que la cercanía entre nosotros puede ser semejante a dos circunferencias que se interceptan: tuvieron un punto de encuentro y, tarde o temprano se volverán a encontrar.
No soy tan bueno con los recuerdos. No logro percibir tantos detalles como tú, Martín; sin embargo, la intensidad con que se agitan mis recuerdos y se intensifican mis emociones, me dan la certeza de que esa ha sido una de las mejores etapas de mi vida.
Gracias, Martín, por hacernos sentir nuevamente cercanos.