miércoles, 6 de agosto de 2008

HIROSHIMA NIGTHMARE


Oh yes they say it's defence, they say it's decency, Mai Lai, Hiroshima, know what I mean? (Banned from the Roxy, Crass)

Matar con un coche bomba, con un hombre bomba, es un crimen repudiado por todos en todos los lados del mundo. Los medios de comunicación condenan día a día esta barbarie de nunca acabar. Ninguna ideología, ninguna religión valen lo que vale una vida humana y más si esta es inocente. Y en eso estamos todos de acuerdo.

Pero… ¿Quién condena crímenes mucho peores que el cometido por el solitario Muyahidin que se inmola en nombre de Alá? ¿Quién condena a esos "héroes" que borran del mapa pueblos enteros en nombre de la democracia? ¿Quién condena al que disparó al anónimo irakí y luego preguntó si estaba de acuerdo con las libertades de occidente?

De uno u otro lado los crímenes son la misma cosa. Así digan que unos lo cometen en nombre de la “civilización” y los otros en nombre de la barbarie. Para las cabezas más o menos informadas o sensibles, esto no tiene ninguna duda. Pero, para los terroristas con estrellas en los hombros, no les conviene en nada que se les considere de esa forma. Ellos prefieren maquillarnos la cosa, dorarnos la píldora, pintarnos pajaritos en el aire.

Hace un tiempo pasaron en History Channel, la biografía del mariscal soviético Georgy Zhukov, el que aun siendo general dirigió la victoria de las tropas rusas en Moscú, Stalingrado y Berlín. Lo curioso de esta biografía era la opinión de ciertos generales americanos, historiadores militares ellos, sobre los métodos del mariscal rojo. Uno de ellos afirmaba que Zhukov ganaba sus batallas porque no tenía remordimiento en perder miles de soldados por lograr sus objetivos trazados. Y sentencia su apreciación con estas palabras. “Si Zhukov hubiese sido general de un ejercito democrático, sus métodos no hubieran sido permitidos”.

Tiene razón, una lógica de la guerra es lograr objetivos con el mínimo número de bajas. Y no porque importe la vida de sus muchachos, sino por un criterio de logística: El soldado que sobrevive a la batalla de hoy, peleará en la batalla de mañana. Pero, otro criterio militar es el de saber que un soldado está preparado para combatir y morir en las misiones que se les asigna.

Bien, el mariscal Zhukov pudo haber sido un salvaje que mandaba a la muerte a sus soldados; pero, también sabía que un soldado está para eso; pues, son los llamados a ser sacrificados, por todos aquellos, que en la retaguardia, esperan una victoria de sus armas. Si esto es ser prácticamente un salvaje, analicemos este otro criterio de un ejército occidental, civilizado y democrático.

Después de la toma de Iwo Jima, el alto mando norteamericano determinó que la resistencia japonesa había ido aumentando en tenacidad y sacrificio. Pronosticaron, entonces, que la toma de la isla de Japón iba dar como resultado cientos de miles de bajas entre sus soldados. Ojo… de sus soldados. No consideraban para nada las bajas de soldados nipones.

Esta preocupación por la vida de miles de american boys a quienes no querían mandar al sacrificio, tal como lo hacía Zhukov en el ejercito comunista y totalitario de la Unión Soviética, los llevó a tomar una sabia decisión: Lanzaron la bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto y el 9 del mismo mes, sobre Nagasaki. Más de doscientos mil civiles inocentes murieron calcinados y miles más morirían, por los efectos de la radiación. Incluso, años después, los hijos y nietos de los sobrevivientes. A la semana el emperador Hirohito firmaría la rendición incondicional del Japón.

La vida de esos inocentes no valía tanto como la de esos soldados, que estaban para eso, para morir por su patria.

A sesenta años del lanzamiento de la bomba, nuestra “civilización” democrática y occidental se cimienta sobre un montón de cadáveres calcinados.

* FOTO: Víctimas de Hiroshima a los pocas horas del estallido de la bomba. La foto fue encontrada por un militar norteamericano en una cueva de dicha ciudad, pidió que no sea difundida hasta el 2008.

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