domingo, 23 de noviembre de 2008

TONY GUICARD

Foto: John Carleton

En el segundo piso de la esquina del jirón Recuay con Huaraz en Breña, existía un local para fiestas conocido como el Banco Hipotecario. Debía su nombre a una agencia de dicho banco ubicado debajo del local. Allí hacían sus fiestas de promoción los colegios secundarios cercanos: Rosa de Santa María, Guadalupe, Mariano Melgar, etc. En esas fiestas se concretaron muchos amores y también odios, alegrías y tristezas. Broncas descomunales y hasta un asesinato con violación. También fue el escenario del ascenso y caída de Tony Guicard.

En la primera mitad de los ochenta, el éxito de una fiesta de promoción, se sostenía en si era organizada por un colegio femenino (los varones a veces optaban por unirse a una promo de mujeres para no ir en pierde), la ubicación del local y, sobre todo, el sonido, o sea lo que hoy en día se conoce como el discjockey (aún no se usaba el huachafazo Diyey). Por tal motivo, si en la tarjeta figuraba el Hipotecario como local, promo del Rosa y encima con sonido y luces de Tony Guicard, la fiesta prometía ser un éxito.

Nosotros que vivíamos en esas calles, hacíamos lo indecible para estar siempre presentes cada fin de semana. Nuestro infaltable presencia hizo que conociéramos a los que se encargaban del sonido. Muchos pasaron sin pena ni gloria y otros recién se estaban consolidando. Hasta que una noche, de la mano de la promoción 84 del colegio Elvira García y García, hizo su llegada a Breña, Tony Guicard.

Su fama no sólo se debía por contar con los éxitos radiales, los clásicos del rock y la salsa, sino también por la potencia de sus columnas sonoras, las luces sicodélicas y la calidad del sonido, la cual conseguía con un potente ecualizador Technits. Ese día la fiesta fue plena y nadie se quedó sin bailar Billie Jean de Michael Jackson, descalabrarse con Footlose o intentar una pirueta con There’s not stoping now, tema principal de la película Breakdance.

La gente estaba frenética y lanzaba coros de ovación cada vez que Tony cambiaba un éxito por otro. Incluso suspiraban cuando, ante la insistencia de algún enamorado, ponía una de esas baladas con que muchos dieron el primer beso de amor, o sintieron en el alma el rechazo y el consecuente despecho. Bred, Air Supply, o cualquier empalagosa melodía lenta que hacía soñar a las mocosas.

Pero no siempre fue así. A veces la gente estaba dura y al mismo Tony no le quedaba otra que crear el ambiente propicio para que se soltaran y, de a pocos, llegar al frenesí. Tomaba el micrófono y entre arengas y bromas, matizadas con las más conocidas salsas y las canciones más movidas, lo lograba. Era una formula infalible.

Cuando ya tenía el ambiente listo, iba metiendo éxitos de todo tipo y las consabidas baladas. Entonces era la estrella que todos seguían, en una noche de música y diversión. Muchas veces lo vimos parado sobre la mesa con el micrófono en mano, cantando por decirles: Please don’t go de KC and the Sunshine Band u Open Arms de Journey. Hasta ahora tengo esa imagen suya bailando lentamente y siguiendo la letra que se sabía de memoria. En su sonrisa se notaba el disfrute de su trabajo.

Así entre fiesta y fiesta Tony Guicard se convirtió en garantía de un fin de semana alegre, de baile seguro y de diversión adolescente. Y él vio aumentado su prestigio como sonidista. Las promociones se lo peleaban para que pusiera el sonido en sus fiestas; pero él, siempre amable, se disculpaba porque su agenda ya estaba solicitada y contratada, para varios meses. Ser una pequeña celebridad lo llevó a cambiar su imagen de acuerdo con su éxito.

Un día lo vimos llegar con un atuendo parecido a los que Elvis Presley usaba en Las Vegas. Todo de blanco: Los macarios de plataforma para disimular su chatura, el pantalón con aplicaciones de cintas de oro llamadas Grecas. La casaca de cuello alto, tenía bordado su nombre en letras doradas. Completaba el look, unas gafas negras y el peinado hacia atrás que lograba acentuando los duros pelos con bastante Glostora. Más que un Elvis, tenía toda la pinta de un Gary Glitter en decadencia.

Y nosotros que ya éramos sus conocidos no le tomamos importancia al cambio, con tal de que armara la fiesta, todo bien. A veces en medio del vacilón Tony nos dejaba estar a su lado en la cabina, e incluso nos permitía sugerirle una que otra canción que él en buena onda nos aceptaba o no. Un día cuando la fiesta había alcanzado su punto más alto, nos dijo algo que no nos sonó a soberbia: “Mi sonido es incomparable”.

Y lo fue por un buen tiempo. Había días en que su sonido se iba a otros locales, y no nos quedaba más que entrar al albur de una fiesta con otro sonidista o de seguir a Tony Guicard hacia donde sus contratos los llevara. Hasta que una noche pasó lo que habíamos creído nunca iba a pasar.

La fama de Tony había trascendido el ambiente escolar y había llegado hasta los oídos de promociones universitarias que comenzaron a buscarlo. Una noche de 1986 fue contratado para animar la fiesta del octavo ciclo de Ciencias de la Comunicación de la Garcilazo de la Vega.

La fiesta fue normal, había poca gente que bailaba y que más bien se emborrachaba. Como Tony había estado acostumbrado a animar fiestas de adolescentes, los temas que ponía no iban con jóvenes prontos a ser adultos y lo que es peor, estar altamente politizados, porque pertenecían en su mayoría al CUA (Comando universitario aprista) semillero de búfalos y de futuros miembros de Rodrigo Franco.

Al estar la fiesta llena de gente mayor, nosotros nos habíamos refugiado en la cabina con Tony para encontrar algo de diversión, por eso pudimos ser testigos de todo. Los primeros síntomas fueron los pedidos de canciones que Guicard no tenía, por ser gustos de generaciones pasadas, que en el común de las fiestas que animaba sería impensable ponerlas. Al no satisfacer los pedidos, empezaron los reclamos. Veíamos en su rostro la desesperación, cuando por atenuar la falta de un tema ponía uno similar, e inmediatamente no era del agrado del público. Y así, en una seguidilla de rechazos, fue generando todo lo contrario a lo que lograba con su sonido incomparable. La antítesis de euforias pasadas se reveló en insultos, lluvia de cigarros encendidos y vasos de plástico que golpeaban la cabina de sonido. Hasta que un insulto lanzado por algún futuro paramilitar se hizo consigna esa noche: “Oe, Tony Guaco, cambia de música”.

Sí, ya no era el Tony Guicard de apoteosis pasadas. Era el Tony Guaco, que esa creatividad colonial, muy particular de nosotros los limeños, nos brinda para buscar el detalle del insulto en el color de la piel o en el origen humilde de los demás. Y fue pues que la consigna se hizo arenga y como en esos balconazos donde los del CUA celebraban a García por instaurar el pan popular, vituperaron hasta el extremo al buen Tony Guicard, que solamente había querido ser cantante para alegrar los corazones de la gente, y al no poder serlo escogió la música de otros para llevarles esa alegría y sentirse bien, nunca para que lo maltrataran como lo estaban haciendo en ese momento. Por eso no aguanto más y apagó la música, haciendo que el corito burlón de ¡Tony Guaco, Tony Guaco! se sintiera más fuerte.

Los de la promoción fueron a reclamarle, pero él se negó a encender su sonido incomparable. Entonces los miembros de ese partido acostumbrado a la matonería, la intolerancia y a cagarse en lo que sea cuando tienen el poder en sus manos, rompieron todo lo que significara el slogan: Sonido y luces Tony Guicard, ¡alegría garantizada!

Nosotros pudimos salir antes de que una botella llena de cerveza rompiera el vidrio de la cabina y vertiera su contenido en el ecualizador Technits. Tony casi se electrocuta al tratar de desconectarlo, pero fue inútil porque ya el líquido había hecho estragos en su equipo. Y no solo fue eso, las columnas de sonido se fueron al piso y fueron destrozadas a patadas. Las luces sicodélicas a palazos. Cuando llegó la policía no hubo ningún detenido, el carnet del partido había hecho sentir su fuerza. Más bien quisieron llevarse a Tony por incumplimiento de contrato. Pero creo que la policía al ver los destrozos de sus equipos, se apiadó y no se lo llevó.

Nosotros ayudamos a Tony a recoger lo que quedaba de sus cosas. Incluso fuimos hasta el parque El Ovalo a traer una camioneta para que lo transportara. Cuando se despidió, Tony ya no era el mismo. Nunca más volvió por el barrio para animar las fiestas de promoción. Ni volvimos a ver en ninguna tarjeta de ninguna promoción la garantía de la alegría en una fiesta: Sonido y luces Tony Guicard.

Muchos años después estaba por la avenida Perú, grabando un informe para un programa de TV que hacía con unos amigos. Allí muy cerca estaba Tony Guicard bajando cajas de cerveza de un camión para una tienda. Me acerqué a saludarlo, conservaba la misma sonrisa pero estaba bastante acabado. Y creo que no estaba deseoso de recordar su pasada gloria, porque cuando lo llamé por el nombre con el que muchos lo conocimos, me dijo: “Hola amigo como estás”. Y sin más se fue rápidamente en el camión repartidor de cervezas con el que se ganaba la vida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

chess...en el Peru nunca faltan los cagatodo. Eso de que hay que destruir para para volver a construir no siempre funciona. Abra que construir encima de lo que ya esta edificado no mas. Al menos de vez en cuando....

Anónimo dijo...

Mi mamá estudió en el Rosa. Con tu post, me la pude imaginar toneando en su fiesta de promo...:)

Ke fea nota lo del CUA, esa forma de actuar prepotente tb se vio en la PUCP en un conversatorio sobre el mov. estudiantil y política.

Saludos
Jipi

Anónimo dijo...

Manya jipi, fácil que tu mamá toneo también con Tony Guicard. Quizá también haya bailado conmigo...salúdala de parte de un guadalupano que paraba en la esquina del Rosa a la hora de salida.

Martín