Te
quiero contar algo. Yo era un niño cuando Alianza dejó de ganar campeonatos. No
me daba cuenta de eso porque yo pensaba que campeonar no era algo que iba a acabar con esa alegría que
sentía con mis amigos de ir al estadio a ver los partidos de los grones. Matute
o el Nacional, no había distinción; pero eso sí, siempre en la Popular Sur. Sabes,
en mi barrio había un señor que vivía a dos esquinas de mi casa. El tío Alonso.
Los fines de semana salía en su viejo Datsun rumbo al estadio con su camiseta,
su vincha y envuelto en una bandera blanquiazul. Cuando pasaba por nuestro lado
tocaba el claxon haciendo el ta ta ta tata de las palmas aliancistas, porque sabía
que nosotros éramos hinchas de Alianza y porque también hacíamos las palmas. Varias
veces nos llevaría al estadio en su carro, y nos decía que éramos como el hijo
varón que nunca tuvo. Y que sus hijas ya estaban mayores para acompañarlo. Por
eso se sentía contento de sentarse cerca de la barra, rodeado de nosotros que no
dejábamos de flamear las banderas que nos había regalado. Eran los tiempos de caíco
Gonzales Ganoza, de cucurucho Rojas, del chiquillo Duarte, de Fredy Ravello, del
mango Olaechea. Él nos hablaba del Alianza que lo hizo fanático: Pitín Zegarra,
babalú Martínez, Julio Baylón, el nene Cubillas y su ídolo el gran perico León.
“Una vez en un clásico pitín le da un pase bombeado a perico, le sale a la
marca Nicolás Fuentes, perico le hace un sombrero y Fuentes pasa de frente
desairado; y antes que caiga el balón perico hace una media tijera que no
alcanza Dimas Zegarra… ¡Golazo y el Nacional se vino abajo!”, nos contaba con
una gran sonrisa, como si estuviera viendo aún ese gol que se había quedado
grabado en su retina. No había duda, nosotros también queríamos llegar a viejos
como él. Queríamos ser siempre aliancistas a pesar de todo. Por eso, cuando
tomamos conciencia de que Alianza no campeonaba, ya tenía como ocho años sin
títulos. Y siguieron pasando los años y nada de nada. Y el señor nos decía,
siempre con la sonrisa en los labios: “No estén tristes, muchachos, ya llegará
el campeonato, porque a nosotros, los aliancistas, la alegría nos pertenece”. Y
así cada año, cada nuevo partido se renovaba la esperanza en nosotros y en el
tío Alonso. Pero él no llegaría, otra vez, a ver a Alianza campeón, porque
murió días después de la tragedia de Ventanilla. Al parecer la tristeza lo
afecto mucho y murió de un ataque al corazón. Ese corazón que bombeaba más
sangre cada vez que veía a los blanquiazules atacar hacia el arco de Sur. Lo
enterraron con su camiseta puesta y envuelto en una bandera azul y blanca. Su
esposa nos dijo que siempre hablaba de nosotros como si fuéramos sus hijos. Y
que la única alegría que tenía era ir a ver cada fecha a Alianza, así estuvieran
jugando a nada. Esas palabras nos marcaron la vida. Porque entendimos lo que
era llegar a ser un hincha de verdad. Por eso prometimos seguir yendo fecha a
fecha con la misma alegría que el tío Alonso nos contagiaba. Porque nosotros
también sentíamos que no había mejor alegría que gritar los ¡Arriba Alianza!
Cuando el equipo saltaba a la cancha, así no estuviera para campeón. Con los
años algunos dejaron de ir a la cancha. Se pusieron a estudiar, se fueron del
país, o formaron una familia. Pero los que fuimos quedando conocimos nuevas
caras, nuevos amigos en la tribuna sur. Y a pesar de que no campeonábamos, ahí
estábamos. Puteando, renegando, reclamando pero siempre ahí. Ahora te digo, tú
seguro pensarás que cada fin de año sin salir campeón nos hacía perder la
sonrisa ¿no? Que perdíamos esa alegría que el tío Alonso nos había enseñado.
Pues quizás sí, por un momento, unas horas, pero ahí nomás. Puteábamos y
renegábamos como cualquiera, pero eso se quedaba en la tribuna, cuando pitaban
el final del partido. Porque sabíamos que en unas semanas iba a empezar un
nuevo campeonato. Y que íbamos a estar siempre en esa tribuna donde íbamos a
cantar, saltar, reír. Ahora yo te pregunto. Sí estuviera vivo el tío Alonso,
¿no crees que el próximo partido, el
último del campeonato, estaría presente con esa sonrisa con la que siempre iba
a ver a Alianza? ¿Qué si tuviera la oportunidad de estar vivo estaría ahí sin
importarle que ya no jugamos a nada?
Bueno él ya no está vivo, pero yo sí y tú también. Y como esa vez que
dijimos que queríamos llegar a viejos como él, que deseábamos seguir sintiendo
los colores de la camiseta en el corazón sin importar nada, estaré presente este
último partido, para despedir a mi camiseta de este año de mierda, y a los contados
jugadores que sí la sudaron. Yo sé que te veré a mi costado para gritar los
últimos goles de este año ¿Y sabes por qué? Pues porque como nos dijo una vez
el tío Alonso: “A los aliancistas, la alegría nos pertenece”.
viernes, 29 de noviembre de 2013
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5 comentarios:
LA ALEGRÍA NOS PERTENECE, que gran relato, buena experiencia que viviste en esos años con el tio Alonso que marco una parte importante sobre el HINCHA de Alianza Lima, Felicitaciones sigue escribiendo, ha también leí tv libro de ESTE AMOR NO ES PARA COBARDES, lo compre en el 2009 cuando visitaste AQP, pero lo perdí bueno FELICITACIONES DE NUEVO
Saludos de UN SICARIO de Arequipa
Soy aliancista desde muy pequeño y ahora trasmito ese mismo amor a mi hija
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Excelente escrito
Gracias al Tio Alonso desde el cielo decirle que la Alegria nos pertenece siempre sera asi y asi nos mantendremos.
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