
La espera por una sonrisa que se hizo costumbre, el latir de un corazón que lo sentías como tuyo, y que se dejó morir porque una de las partes ya no le entusiasmaba tu cántico, no le deslumbraba tu cariño, y tu mirada ya no le hacía brillar los ojos, que sin palabras te decían te quiero, eres mi vida, mi tristeza y mi alegría. Y lo que queda es ir solo pensando en lo que fue, allí donde las voces se juntan para dar vida a un pueblo. Y tú perderte entre ellos para olvidar que tuviste alguien en quien creer, en quien depositar tu orgullo, como lo hiciste ayer en medio de la popular sur, pensando en el amor culminado, el mismo que un día feliz, viste caminar al borde de la cancha.
Y pensaste que la tristeza sería menos pesada cuando eres rugir de hinchada y salto de cemento, cuando creíste que te convertirías en bandera, para flamear al viento, esa poca alegría que aún te queda y que las penas se irían lejos al grito del primer gol del año. Pero no, no fue así y tu tristeza fue más triste todavía y tu corazón continuó igual de partido que esa tribuna, que si bien no lo estaba, daba la impresión de estar vacía.
Porque pensaste que este juego siempre fue de a dos, porque lanzabas un pase y recibías igual, y porque al recibirla, te llenabas de muchas ganas de vivir y de gritar que la pasión nunca iba a terminar. Porque las calles también jugaron para los dos, porque los colores siempre fueron de a dos, porque nunca un malecón fue tan nuestro, como los campeonatos que ganamos y que también perdimos. Porque la distancia es pase errado, disparo fallado, un beso al pecho, donde arde tu mano, mi mano, las que caminaban entrelazadas como equipo e hinchada rumbo a un objetivo.
Por eso el reencuentro de ayer no fue contigo, no fue con nadie… ¡fue con todos! Y el bombo era ese corazón que habías perdido. Porque lo vacíos que llenaba no se lo pediste tú, te los colmó sin pedir nada a cambio. Y sí, pues, tú no le dirías no a ese latir de una popular que te enseñó a amar sin condiciones, que te sacó del gran vacío en que te encontrabas, cuando las malas lenguas te decían que no eras nadie en quien creer, nadie a quien amar, nadie a quien respetar.
Pero ahora es distinto, y ya la caída está consumada, con herida en el costado que duele mucho más, porque sabes, y lo tienes bien claro, que corriste toda la cancha, que pusiste la pierna fuerte, que dejaste la piel y que, a pesar de eso, el gol nunca llegó. No porque tú no lo buscaras, sino porque no te lo permitieron, porque se olvidaron de ti, porque no te hicieron barra a pesar de tu esfuerzo. Así es la vida ¿no?
Sé, que a pesar de todo, de la derrota de ayer y del Antesdeayer, la pasión y el sentimiento no han acabado aún, como la voz de una hinchada que está esperando el volvernos a ver, el volvernos a encontrar, ya no por juegos amistosos sino por algo de verdad. Para que la emoción se haga color de camiseta, como las veces que de la mano veíamos las tardes caer sobre el mar, entre matices de color azul y blanco, como tú, como yo, como el sentimiento.