sábado, 27 de diciembre de 2008

BESOS

A las que alguna vez, besé...
"Y fue cuando la sonrisa se apoderó de ellos, llenándolos de una franca alegría. Poco a poco la intensidad de las risas bajó y las miradas se encontraron, atrayéndose; las narices se imantaron y los labios se llamaron, acercando los rostros. Los ojos se cerraron y los labios se tocaron al fin, para palpitar ansiosos. Una mano acariciaba con ternura el rostro suave de la muchacha y otra mano más pequeña, desordenaba el cabello rapado de Adrián. No habían experimentado así las caricias, era distinto, tan intenso para ambos ¿Sería el amor? Pensaron.

Por fin eran uno solo, el mundo. Nada les importó. Nada existía para ellos durante ese beso y nada podía destruirlo."
Generación cochebomba


Foto: M.H. Zahner (1884)


El Beso del Hotel de Ville (Robert Doisneau)


El beso de Time Square (Victor Jorgensen )

De la película Sid and Nancy


Foto: Miguel Vidal

Foto: Dave2of4

(Anónimo)
El beso (Rodin)

The Kiss (Tanya Chalkin)

Foto: Tam Rusa

Foto: Matthew Alan

Foto: Rocío Farfán

miércoles, 24 de diciembre de 2008

NAVIDADES RADIOACTIVAS


La firme que siempre me parecieron insoportables los villancicos. Sobre todo cuando la cantan esos chibolos empalagosos de Los Toribianitos, ¡¡¡ajjj!!! Que fea mierda, la verdad. Sopa le dieron al niño, no se la quiso tomar… Putamadre, hasta me daban ganas de decirle, al niño, tómatela de una buena vez, carajo, antes de que te la quite el pirañita que esta viendo cómo se la va a tomar San José. Por eso y harto de soportar el tuki tuki tukituki de mi burrito sabanero voy camino de Belén, me fui a un tono dark que había organizado el Tino en su casa, una nochebuena de 1985.

Ese Tino era la cagada, lo que se dice un reverendo lucrador. Como en Breña no había donde ir a tonear con música wave o punk, aprovechaba el amplio garaje de su casa para montar fiestas negras donde vendía trago barato, yerba y hasta pastillas para los más quemados. No le importaba si eran sus amigos. Igual te entregaba la merca con un ¡Destruyete! que sonaba a premonición. La No Helden no existía todavía, e ir hasta el Nirvana, el Bix Pix o la No Disco era una huevada por el precio de la entrada y el consumo mínimo, si es que no podías meter un trago caleta. Además, a esas discotecas iba puro pituco huevón que se creía muy Robert Smith, aparte de las flacas que se alucinaban estar en otra; pero, en el fondo, buscaban lo mismo de cuando iban a un tono pacharacón; o sea, un gil que les pague los tragos y hasta las drogas, a lo cual ellas corresponderían con un chape o hasta con una encamada. Como decía la canción de Voz Propia: Fiestas negras, fiestas burguesas, fiestas repletas de pura mierda, ya sabíamos como eran. Por eso cuando la gente se pasó la voz de que el Tino iba a hacer esa fiesta oscurona, y que iba a vender ese trago hastalculo (cañazo con colorante de Piña) a unos cuantos intis, pues nadie lo dudó.

La cosa empezó desde más o menos las diez de la noche. Poco a poco iban llegando la gente darki del Nivel 14 de Pueblo Libre, los niuweys de La Movida de Breña y algunos zopilotones de San Borja que un par de años después crearían Arcadia. Todos vestidos de negro y con sus peinados explosión, muy a lo Depeche, muy a lo The Cure. Algunos se delineaban los ojos, según ellos para verse más seductores, más cabros se les veía diría yo. Sobre todo los que se blanqueaban con polvos y se pintaban ligeramente los labios. En fin, yo con mi mancha de subtes, ya estábamos presentes a esa hora para chupar y destruirnos, porque nunca bailábamos. Nos drogábamos y nos emborrachábamos esperando que pusieran por allí algo de Sex Pistols, Exploited o Eskorbuto, para armar un pogo. Ese era nuestro vacilón.

Habíamos llegado avanzados en tragos y yerba, así que no íbamos a consumir más que de nuestra provisión. Por eso el Tino nunca se nos acercó. También que podía irse a la mierda, porque lo único que buscábamos era olvidar todo, en una noche que había pasado a ser insoportable, y no sólo por los villancicos, sino también por todo lo que significaba: Un ser querido perdido, un juguete olvidado, una cena ausente, un cariño esquivo o el pavo mal horneado.

Sí pues, allí estábamos, en medio de danzas depre y ritmos góticos: Sister of Mercy, Siouxie and The Banshees, Bauhaus. Techno industrial: DAF, Front 242. Pop español: Alaska y los Pegamoides, Aviador DRO, La Mode. No se podía negar que el Tino tenía buena música. Algunos mal hablados decían que se la conseguía Giussepe un zopilotón a quien se paraba tirando.

Y fue precisamente Giuseppe, con su grupo de amigos, quienes se pegaron a nosotros, apenas llegaron. Bueno, como pusieron el trago los dejamos acollerarse. Yo lo alucinaba porque estaba vestido con un pantalón de cuero que seguro le estaba sancochando el culo, por el calor de diciembre. Tenía toda la pinta del cantante de Dead or Alive. Para mí su presencia me parecía un chiste, porque uno de nuestros pasatiempos era ir por la avenida Arequipa a chapar a cualquiera de esos travestis solitarios y meterle harto golpe lo más rápido posible, antes de que llegara su mancha de cabros minifalderos a defenderlo. Y no por homofóbicos sino por pura joda. Ya después aparecerían los matacabros, que Sergio Galarza, describiría muy bien en uno de sus cuentos.

Pero, bueno, entre ellos había una flaca que no sabíamos si era o no era. Lo único cierto es que era fea. Aunque su toque darki, su ceñido vestido negro y su mirada de vampira la hacían atractiva. Pero, igual, entre tanta yerba, pepas y ron basura, nos dio igual y comenzamos a hacer un chongazo en plena fiesta. Sobre todo cuando el Tino anunció como a las once de la noche, una exclusiva de su cassetera: “Hey pastrulos, acá tengo el disco Navidades Radioactivas… ¡Feliz navidad y disfruten su nochemala, hijos de la bomba de neutrones!

Y ya no nos importó si ponían a los Adicts o a Ultimo Resorte. Nos pusimos a bailar con los zopilotones y con la flaca que se llamaba Paola, según recuerdo. Como no sabíamos llevar el ritmo, bailamos como si fuera una salsa El nacimiento de la Industria de Aviador DRO. Igual fue con Tu único fan de Seguridad Social. O con Los pingüinos están helados de PP tan solo. Y el pogazo que se armó con Afunfun afanfan de Siniestro Total. (PP tan solo, se hizo conocido en España con el tema: Quiero ser guitarra de Siniestro Total)

El Navidades Radioactivas la estaba haciendo. A pocos minutos de las doce, la fiesta ya iba con todo. Nuestra yerba y nuestras pepas eran repartidas como pedazos de panetón en chocolatada. Y ya no nos importaba si en cada bailada o pogueada un zopilotón trataba de agarrarnos la pieza o de acariciarnos solapadamente. Dentro de una especie de trance sicodélico, las imágenes se alternaban una y otra vez sin saber quién es quién. Daba igual la verdad. Al menos para mí porque para suerte mía y envidia de uno de mi grupo, el Xanti, Paola se había pegado como lapa a mi persona.

Sin hablar, con esa sonrisa tonta de las que están estonazas sin saber el motivo, seguía mi balanceo torpe de borracho y pepeado. Si yo me detenía ella se detenía, si yo me movía ella me seguía. A veces le preguntaba cualquier estupidez de principiante seductor y ella respondía con algunas palabras torpes que ni siquiera podía escuchar, por la música y los cuetes que nos hacían saber que las doce de la noche, la Navidad del niño Jesús, estaba a pocos minutos de llegar.

Y cuando Los Camaleones empezaron a sonar con Noche de paz, noche en Vietnam, nadie depone las armas… empezamos a hacer el conteo regresivo esperando que llegaran las doce y también la guerra nuclear. Que algún loco yanqui o algún quemado soviético, apretara el botón de una buena vez y que todo se vaya a la mierda. Al menos borrachos, fumados y pepeados no nos íbamos a dar cuenta de nada. Eso es lo que pensábamos. Porque después del 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1… Nada explotó. Eso sí, todas las luces de la ciudad se fueron en medio del reventar de miles de cuetecillos y uno que otro petardo maoísta en alguna dependencia del gobierno. No teníamos a Yuri Andropov ni a Ronald Reagan en el Perú, pero sí a Abimael Guzmán, quien nos dio un apagón total como regalo de Navidad.

¡La cagada y ahora qué hacemos sin música y sin luces! Nos dijimos. Pues esperar, nada más, mientras le comprábamos a Tino ese cañazo con colorante de piña que vendía más barato que una gaseosa mediana. Nos sentamos en el piso de un rincón en medio de la oscuridad. De tanto en tanto éramos alumbrados por los encendedores y por un par de velas que con las justas nos mostraba sombras de nosotros mismos. Y de tanto aburrirme por no hacer nada más que hablar y fumar, tomé de la mano a Paola y me la llevé a un apartado donde todas las parejas caían, para desatar sus bajos instintos.

Sin preámbulo de palabras, nos metimos un chape que pudo ser más explosivo que un coche bomba. Sus manos tocaban todo lo que tenían que tocar y yo abrumado por su entrega, no hice más que dejarme llevar. Paola, parecía hasta ese momento una chibola monse, pero bien dice el dicho cuídame de las aguas mansas que de las bravas me cuido yo. Le dí la razón a los más viejos del barrio, cuando nos aconsejaban siendo nosotros unos chibolos: Las que se hacen las cojudas, las que se hacen del culo estrecho, esas son las más pendejas y mañosas, ya lo van a ver cuando crezcan. Esa noche ya lo estaba viendo.

Pero cuando yo quería hacer de las mías, sentí que esas manos no dejaban que la llevara. En un momento no le tomé importancia, pero cuando forcé para poder llegar allí, me dije ¿esta huevona no tenía puesto vestido? Porque lo que sentí, no sólo fue un pantalón de cuero, sino también, un bulto muy disimulado allí donde no debía haber nada.

–¿La conchasumadre, quién eres? –Le dije tomándolo con fuerza de los pelos.
–Soy yo, Giussepe –dijo casi gimiendo.
–¿Y Paola dónde está?
–Se fue con tu amigo Xanti.
–¿Con Xanti?
–Sí.
–¡Por la putamadre, Xanti conchetumadre!

Salí en medio de la oscuridad tropezándome con la gente que aún bebía sentada en el piso. El pendejo de Xanti se la había llevado a otro lado. En ese apagón total, no le faltarían lugares para pasarla muy bien con ella. Y yo todo huevón creía que me había levantado a la flaca cuando lo que me había levantado era al cabro, al zopilotón.

Pero la cosa no quedó allí. Conociendo a Xanti temí que contara cómo fue la cosa. No pasaron muchos días para que todos se enteraran. Yo no me había equivocado. Xanti había maquinado bien haciendo que Paola se sentara para su lado y a Giuseppe para el mío. Aparte, le había dicho a éste que yo me lo quería tirar. Por eso no me dijo no, en ningún momento. La huevada fue que pasé a ser la burla de todos por un buen tiempo.

A los pocos meses el Tino hizo otro tono dark. Yo no fui porque seguro iban a estar los zopilotones y seguro Paola. Xanti tampoco fue. Pensé que sería por lo mismo. No me equivoqué. Los de mi mancha que habían ido, me dijeron que Paola había estado allí y preguntaba por Xanti. Incluso dejó un teléfono. En plan joda me decían también que Giuseppe extrañaba mis besos… ¡aj!

A Xanti le dieron el recado y el número. No sé si llamó o no, la cosa es que se esfumó sin motivo alguno. Se aparecía rara vez y siempre preguntaba si alguien lo iba a buscar al barrio o a las fiestas. En las que yo estuve nadie lo hizo, aparte que a las fiestas de Tino, dejé de ir por obvias razones. Pero al año siguiente un buen día que tocaba Eutanasia en El Hueko de Santa Beatriz, Paola hizo su aparición y él por casualidad estaba con nosotros.

Tomábamos un trago Antitodo cuando la vimos llegar con un bulto en brazos. Al verla nos habíamos quedado helados. Ya frente a nosotros descubrió lo que llevaba y dijo: Hola Xanti, éste es tu hijo… se llama José Jesús, pero lo puedes llamar PP tan solo.

Xanti me miró como buscando una explicación y le dio un ataque de risa que duró varios minutos. Luego quiso salir corriendo hacia donde lo llevara la culpa. Tuvimos que calmarlo para que pudiera ver al niño y arreglar su situación con Paola. De verlo así, todo estúpido, a ella le brillaron los ojos hasta derramar lágrimas negras por el rimel que le delineaba la mirada. Cuando todo estuvo calmado se fueron conversando hacia la avenida Arequipa, para arreglar su futuro. Un futuro que también conozco, pero esa ya es otra historia.

Vi sus siluetas alejarse alumbradas por la luz de los postes y pensé en lo que había pasado, esa noche de navidad. Si Xanti no hubiera hecho ese cambio, esa pendejada, ayudado por la oscuridad total del apagón, quizá ese niño sería mío, o quizás no. Uno nunca sabe. La cosa es que después de eso, el huevonazo, el monse, el idiota de las burlas, pasó a ser él. Hasta hoy. Entonces recordé las palabras de Tino, cuando en la vorágine de la fiesta dijo: Disfruten su nochemala, hijos de la bomba de neutrones… Ese niño, José Jesús o PP tan solo, no era hijo de la bomba atómica, ni de la bomba de hidrogeno, ni del Napalm que los gringos habían arrojado en Vietnam.

Era hijo del apagón y los petardos de las navidades radioactivas de 1985.

¡Feliz Navidad!

domingo, 21 de diciembre de 2008

NO SOY POETA SOY BARRA BRAVA


No soy poeta
Soy barra brava

Ya te darás cuenta cuán distinta es la distancia
Que dos goles ni tres palabras
Son suficientes para avivar una esperanza

Que mil besos se borraron
Y una llamada te esquiva la mirada

Que el Sol era mar en las mañanas tempranas
Y las fotos tomadas quedarán como prueba de las palabras

Que dos no son igual que uno
Que el decir
No es lo mismo que el demostrar
Y que escrito está:
Una mentira jamás vencerá a la verdad

No soy poeta
Soy barra brava

He cantado junto a mil corazones
Y te he amado igual
He besado todas las pasiones
Y volvería a pecar
He matado cincuenta veces
Pero tú sabes
Que eso no me hace más

Porque te sentaste en mis piernas
Diciendo
Gracias por las noches
Por la sinceridad

No soy poeta
Soy barra brava

Y mi cruz es querer
Como odio al enemigo
Como quiero al amigo
Tú sabes
Como lo fui contigo

Pero nada de eso te basta
Para voltearte la mirada
Para que sientas el latir otra vez
En los parques, en los malecones
En donde pasábamos las horas muertas
De nuestras pasiones

No soy poeta
Soy barra brava

Ya te darás cuenta en la mañana
Que el poema no se inspira para dos
Que el sentir es para una sola vez
Y que las promesas se olvidan
Por las culpas del ayer

Porque no sabes cómo duele el perder
Por uno
Por dos
Por tres a cero
Que el empate no cuenta
Y que el ganar se limita
A sonrisa de rosas en tu puerta


Duele mucho el perder
Pero igual
Cuando anheles el detalle
Acá estaré
No en las fotos ni en el papel
Estaré entre los cantos y banderas
Que flamean con tu nombre
Mi amor

jueves, 18 de diciembre de 2008

CALAMARO COMBI


Tener que soportar el calor que ya está aumentando, tener que soportar el sobaco de los trasnochados o el olor a poto de los que no se bañan, es de por sí una joda para los misios como yo que nos movemos en combi. Sumado a esto, está la insoportable música llamada cumbia norteña que te la repiten una y otra vez, tantas veces tantas que termina por hastiarte, por aburrirte y hasta odiarla.

El Grupo 5, Los Caribeños de no sé qué chucha ya me han colmado los oídos. O las desafinadas canciones de Agua Bella, Bella Bella, Clara bella, Agua Sucia, China fea o Doña Bella. De estas flacas solo deberían grabar videos, pero sin audio, porque para mover el trasero, únicamente, tienen atractivo… ¡Y eso!

Y no es que no me guste la Cumbia, claro que sí me gusta, pero la de la Selva, la que de niño veía bailar a mis padres, tíos y abuela. Juaneco y su combo, Los Mirlos, Los Destellos. Y ahora lo que hace Barrio Calavera y Dany Ska y los Malafama, que sin ser cumbia propiamente dicha, tiene ese saborcito a selva que me hace mover los pies. Y es que por herencia de mi vieja, llevo la selva en la sangre. Al igual que Aníbal Dávalos bajista de los Barrio Calavera, con quien muchos años atrás, escuchábamos estos ritmos en medio de The Clash, Exploited, Kortatu o La Polla Records.

Entonces mi divorcio con la cumbia norteña que transmiten las radios y saturan las combis, es también cuestión de gustos. Algunos tenemos la suerte de tener un Ipod, pero el volumen es a veces tan alto, que preferimos bajarnos, o soportarlo según sea el apuro. Así pues, no nos queda otra que estar resignados a escucharlos hasta que una nueva moda o nuevo esperpento sea propalado por las radios comercialonas.

Pero esta mañana había de pasar algo alucinante.

Al verla me pareció una combi como cualquiera: Vieja, oxidada, con los muebles destripados y el chasis magullado por la desesperanza. Pertenecía a la empresa LIVENTUR que cubre la ruta Avenida Fauccet – avenida Argentina – plaza Dos de Mayo. De solo verla, y de ver al cobrador igual a todos los cobradores de todo Lima, me hicieron tener dudas para abordarla.

Pero los minutos corrían y el deseo de no llegar tarde al trabajo me embarcaron en una nueva aventura, como así me lo había hecho saber un amigo extranjero: “No me puedo ir del Perú si antes no vivir la aventura de viajar en una Combi”. Para él novedad, para nosotros tortura diaria. Así que un día lo subí a una que iba desde su hospedaje en Jesús María por toda la avenida Brasil, la Marina, Fauccet, hasta el aeropuerto. No lo llevé más allá porque su palidez catalana, se había vuelto una transparencia de Nosferatu. Le di a tomar un calmante antes de que se muriera por tanta curva, acelerada y frenada intempestiva. Además del consabido volumen alto de una emisora que difundía la hora del grupo Centella, más los inefables spots publicitarios de los conciertos de la susodicha agrupación.

Entonces, y a sabiendas de lo que me esperaba, me subí sin pensarlo. Una vez instalado sin salir de esa sensación de estar a la defensiva, me di cuenta de que había algo ahí adentro que marcaba la diferencia. Algo que la hacía una dentro de miles, de ser la excepción que confirma la regla.

Como disimulando el oprobio, estaba tapizada de imágenes de Andrés Calamaro: De perfil, de frente, sonriendo, muy serio, con gafas oscuras, sin gafas, peinado, despeinado. Estaban también las portadas de sus discos, desde El Salmón hasta la Lengua Popular. Incluido los Abuelos de la Nada. Desde el lado de los asientos hasta el techo que de tan chato encorvaba a los que iban parados… ¿Y la música que sonaba? Es obvio ¿no?

Sonaba una de las últimas de la Lengua Popular… ¡Cantada por el cobrador y el chofer, a viva voz y con un gran sentimiento! Entre las vociferadas de Fauccet, Fauccett, Argentiiiinaaa, se alternaba el coro de dicha canción: Tengo cada insensatez y me puedo equivocar, si pudiera mataría, por 5 minutos más, tengo abierto el minibar y cerrado el corazón, y solo late, y solo late por los dos…

Mi estupor fue más cuando comenzaron a sonar las más conocidas y dos flacas que fácil iban a la universidad se sumaron al cobrador y al chofer cuando entre no me olvides me dejé nuestros abriles olvidados en el fondo del placard, se apoderó del viaje. Y yo, contagiado, canté también entre preguntas del cobrador sobre si había ido al concierto de hace unos meses. Ante mi afirmación me comenzó a hablar de tal o cual canción, del tal o cual disco, de tal o cual concierto, de tal o cual vídeo. Y yo le respondía con tal o cual respuesta de mi escasa cultura calamar.

También me enteré de su antipatía por el puto de Charly –Sí, así lo dijo: puto como si fuera un vecino de la calle Corrientes con Riobamba– de su odio por el trolo de Fito –En buen peruano: el cabro de Fito Páez– o de que el falopero (coquero) de Joaquín Sabina paraba copiándolo a Andrés y que no le llegaba ni a las pelotas, ¿viste?

Jajaja… Yo no sabía si salir de mi asombro por haber encontrado un programa radial con ruedas dedicado a Andrés Calamaro o si alucinar de que el cobrador se había venido directamente de la villa 11-14 del Bajo Flores en Buenos Aires. O si era tan refana, como así decía él, del Salmón. Tanto así que adoptaba la nacionalidad argentina saltándose los kilómetros de pista y trámites documentarios que nos separan de ese país hermano.

Y eso que no te hablo del chofer que no le importaba ir lento con tal de seguir la letra de Mi Enfermedad o de Salud, Dinero y Amor: Brindo por el momento en que tú y yo nos conocimos, y por los corazones que se han roto en el camino. Brindo por el recuerdo y también por el olvido, brindo porque esta noche un amigo paga el vino... Y a pesar de algunos reclamos para que vaya más rápido, no le faltó el respeto a nadie y nos embaucaba con su forma tan sentida de cantar. Tanto que ya todos adentro lo acompañábamos.

“Y esto es una fiesta, loco, una fiesta…sube, sube todo Faucett… ¿A ver un cachito de asiento pa’ la señorita?”

Y la señorita se sentaba y en su mirada se dibujaba el mismo estupor que seguro todos pusimos cuando nos dimos cuenta de que no estábamos en una combi, sino en una discoteca motorizada de Andrés Calamaro. “Mirá loco, que pronto vamos a reparar todo de la combi y le pondremos un equipo y unos parlantes… ¡qué flor de parlantes tendrá!” Entonces pusieron Tuyo Siempre y el cobrador notó el gesto que hice: “¿Y loco te recordá a alguien?” La sonrisa que di fue más que afirmativa. “Pará, che, y subí el volumen que con esta canción le han partido el corazón, al chavón este” gritó el émulo de la pepa Baldessari al chofer, enterando a todos los demás de que ese tema tenía una historia conmigo…Y como lo subieron no me quedó otra que cantar con ellos por unas cuadras más, porque ya tenía que bajar. Pero antes de hacerlo le pregunté de dónde eran y por qué hablaban así.

“Somos de acá no más, de Ventanilla, loco… ¿Y por qué hablamos así? yyyy dejame ser, o preferís que te diga: Tsss ya pe batería, colabora, colabora, apégate  y avanza pe…”

No le respondí si prefería uno o lo otro, pero al ver que la Calamaro Combi se alejaba llevándose su música, su chofer y a su calamarizado cobrador, me di cuenta de que el Perú es el país de las maravillas, y que a pesar de hincharte las pelotas muchas veces, es el mejor lugar del mundo para vivir… jajajajaja ¿Viste?

martes, 16 de diciembre de 2008

DE ALTAS Y BAJAS


El ser hincha es una decisión tan personal como el declararse, ateo, comunista, existencialista o alpinchista. Es algo que le compete a muchos pero no a todos. Y en esa vida de goles y graderías sólo existe el equipo que uno sintió como suyo la primera vez que lo vio, sólo existen esos colores del único uniforme que nunca nos incomodará.

De toda la mancha de poetas Kémolys, escritores ezkisonantes y de soñadores eructantes, he podido conocer a muchos que como yo somos aliancistas desde el ayer hasta la eternidad (ya ves, hasta en eso somos mayoría) De todos ellos rescato hoy a mi amigo, el periodista, poeta, narrador, bebedor, promotor cultural y editor
Augusto Rubio Acosta, de quien ha sido publicada una crónica en el último número de la revista Caretas. Sin distinción de equipo, espero les guste, y a los que no, piña pe.

Crónica desde la tribuna de cómo Alianza se salvó de la baja. Vara celestial no descartada
Por: Augusto Rubio Acosta.

Habrán sido los potrillos, causa, seguro el “Pechito” le habrá hablado al que gobierna el cielo para que el equipo no baje, para que todos aquí en la tribuna ahora estemos contentos (algunos llorando) y podamos regresar tranquilos y con la frente en alto al barrio, a la jato, a continuar con nuestras vidas. Por eso vengan a persignarse acá, niños, acá en la imagen del Señor de los Milagros, vengan. El día que sean grandes, ustedes comprenderán… Venga, madrina, ya no llore; ya nos salvamos, seguiremos en primera…


Las cinco de la tarde en el estadio de Matute y el árbitro Manuel Garay -a quien toda la tarde la tribuna ha gramputeado- ha hecho sonar su silbato permitiéndole al hincha grone respirar y sonreír. El gentío se aglomera ahora ante la imagen del Cristo Morado -en los pasadizos de Occidente- para agradecerle el favor, mientras en Sur la barra le grita “estafador” al presidente Carlos Franco. ¡Yo sabía Señor que tú nos ibas a salvar, yo sabía, carajo!... ¡Pero por qué tanto sufrir (Alianza), si así ha sido siempre nuestra vida! ¡Cuántas veces hemos dejado de comer para venir a verte…! Si hasta le hemos robado un billete a la vieja para seguirte y hasta ahora papá continúa buscando en el cielo su grabadora que imagina extraviada…


Un muchacho agita un cucharón de palo al interior de la enorme olla de mazamorra morada que –humeante- suele estar a la venta en vasitos descartables junto a la puerta de ingreso al palco de socios. La gente no quiere irse del estadio. Muchos se han quedado en la tribuna y continúan abrazados, saltando, gritando a los cuatro vientos los cánticos que surgen de las gargantas de la Popular que esta tarde estuvo más palpitante que nunca. Hemos vuelto a Matute después de mucho y no sabíamos si comportarnos con la formalidad periodística del caso o si dejar fluir el sentimiento que desde siempre nos ha embargado. Quizá por eso decidimos no instalarnos en el palco para periodistas y preferimos confundirnos entre la gente.


¿Recuerdas la primera vez que fuimos a ver a Alianza? Fue en el Nacional y en ese entonces jugaban Pitín, Perico... Pero lo que yo más recuerdo, causa, es la noche que jugamos ante Independiente con un equipo parchado porque los potrillos se habían ido reciencito en el Fokker, y durante el minuto de silencio, todo el mundo estaba llorando, todos… Lo mismo pasó ante “Bolo”, igualito… La voz de Ernesto se quiebra cuando recuerda las cosas que ha vivido primero en la Popular (cuando no tenía chamba, menos billete y era un humilde mecánico) y después en Occidente, cuando los tiempos y su vida cambiaron. Ahora ha traído al estadio a sus pequeños hijos: a Adriana de cinco y Ernestito de cuatro años, para que aprendan a querer y a sentir lo que a él siempre lo ha movido.


A la una de la tarde los puentes sobre la Vía Expresa y las arterias aledañas empezaron a poblarse de camisetas listadas que se dirigían a La Victoria. La cita era impostergable y la gente así lo entendió. En el camino, los revendedores hacían realidad su Navidad junto a la feria de comerciantes informales de comida y camisetas que suelen apoderarse del asfalto aledaño al estadio -cuando juega el equipo del pueblo- y lo dejan hecho una inmundicia. Cuando entramos al distrito la policía había tomado Isabel La Católica. A la 1 y 30 llegó el bus de Alianza con los futbolistas provenientes de su concentración en Miraflores y la hinchada apostada en Sáenz Peña y Manco Cápac -más que aplaudirlos- los presionó sobremanera con lisuras y gritos destemplados.


… después yo he seguido a Alianza a todas partes. Estuve en Talara el día de la vuelta olímpica que tantos años esperamos. Igual en la vuelta acá en Matute y en varias Libertadores que jugamos contra los ecuatorianos. Por tierra nomás me iba, viajaba con la barra, con mi gente de El Porvenir. Cuántas veces he mechado a las “gallinas”. Hasta preso he estado por Alianza y no me arrepiento, chochera, como que me llamo Ernesto Gálvez ¡Vamos, te invito una cerveza, hermano, bajemos por acá por Abtao. Pero ya deja apuntar cojudeces en tu libreta, Alianza ha ganado, mano, eso es lo importante!... Chau, madrina, gusto de verla, cuídese la salud. Me ha dado gusto que le hayan hecho su homenaje. Vamos muchachos, embarcamos a mi ñori con los chibolos y nos vamos donde el “Sastre”. Y dime, causa, ¿de qué medio dices que eres?


...“Te puedo amar, te puedo odiar, pero nunca abandonarte”. Así rezaba la frase estampada en la bandera blanquiazul que un par de jóvenes amarraban al alambrado de Oriente poco antes del partido. En Sur también flameaba una imagen de los caídos en el Fokker. El estadio entero se había vestido de fiesta para que Ana Pretell -la madrina de Alianza, la octogenaria que siempre ha acompañado al equipo en los estadios del país y que luego se vendría a sentar casi a nuestro lado en Occidente- recibiera el homenaje de todos en un día difícil, cuando la angustia de tocar fondo la vivíamos cerca del cielo.


La tarde del domingo la asumimos distinta. El trámite del partido fue intrascendente a pesar del resultado que permitió a Alianza mantenerse en Primera División. Lo importante estuvo en las gradas, en el sentir de la gente, en las mentadas de madre pidiendo tiempo -mirando el reloj- y en los gestos de desesperación de los chinos, negros, gringos y cholos –pobres y ricos- que abrazados poblaron Matute para el grito desaforado, para el papel picado y los contómetros cruzando el aire del Alejandro Villanueva como si en ellos se desvaneciera la esperanza. Alianza estuvo como nunca antes en el limbo, al borde del precipicio; jugando mal salvó raspando la categoría con una ayudita de sus amigos (los potrillos de arriba el cielo) y jugará en primera el 2009. Por eso su pueblo –esa inefable procesión que lo acompaña a donde va- se fue tranquilo; eso es lo importante.


* Tomado de Caretas Nº 2057.

viernes, 12 de diciembre de 2008

NO RECUERDO (Poema)




Creo que habíamos hablado antes
mucho antes de la mañana
o antes del amanecer

Quizás fue mucho antes
en la noche estrellada
o en la tarde del antesdeayer

Ya no sé la verdad
si fue con lluvia o con reproche
si fue sincero y sin derroche
a estas alturas de la noche
ya no recuerdo si te hablé

jueves, 11 de diciembre de 2008

RESEÑA COCHE BOMBA Y ENTREVISTA EXPANSIVA



El viejo conocido y poeta Rodolfo Ybarra escribió en su blog una reseña sobre Generación cochebomba, acompañandola con una entrevista a este chuzeao. Como afirma Ybarra: "Para completar la onda expansiva" de este novela bomba.


Reseña Coche bomba

“Generación Cochebomba” (Edición de autor, 2007), novela urbana escrita por el periodista Martín Roldán (Lima-1970). Narra las peripecias-aventuras-desfortunios de un grupo de amigos de la horneada subterránea de mediados de los ochentas. La crisis económica producto del desastre gobiernista instaurado por el Apra pone entre la espada y la pared a los jóvenes de aquella época. Por un lado la desesperación ante el vacío (huelgas, hiperinflación, hambre, miseria, acaparamiento, hambruna, tiranía, enfermedades, etc.), y la falta de un futuro promisorio –o tan siquiera “futuro”- , y de otro lado, literalmente, la “explosión revolucionaria” y, hasta cierto punto, polpotiana del “otro” Partido Comunista en la ilegalidad, motejado como “Sendero Luminoso” que cosechaba adeptos en el descontento popular, la rabia y la miseria hasta el punto de –a fines de los ochentas- hablar de un “equilibrio estratégico” tal y como apunta la revista “Quehacer” en una encuesta en la que muchos jóvenes y no tan jóvenes mostraban sus simpatías anónimamente (y como apuntaba “El Diario”, dirigido por Arce Borja, vocero oficial de la “guerra popular”, cuyos “coches bombas”, precisamente, eran el lado más visible y salvaje de una guerra que alcanzaría mayores dimensiones en la explosión de Tarata en Miraflores, cumpliendo, a piejuntillas, el silogismo “…del campo a la ciudad”) . Roldán narra a partir de un alter ego, Adrián R, cómo la desesperación va ir corroyendo el espíritu y el “modus operandi” de cada amigo de la collera que, a diferencia de “Los Inocentes” (“Lima en rock”) de Oswaldo Reynoso, esta va a cuestionar políticamente su situación (aunque la salida adolescente al final sea de carácter lumpen) en la coyuntura que le toca vivir. La locación de los debates es alrededor de los conciertos donde militantes senderistas repartían sus panfletos y chocaban con los subtes a quienes arengan plegarse a la “lucha armada” y a la “gloriosa guerra popular” dirigido por el “glorioso e invencible presidente Gonzalo, pensamiento guía y cuarta espada de la revolución mundial”. Esta toma de posición va a afectar también a los militantes jóvenes de S.L. quienes captados primero para hacer pintas o “volanteo” de mensajes subversivos después eran exigidos o coactados a demostrar su adhesión y su convicción pasando de la agit-prop a acciones que la violencia (seudo)revolucionaria exigía:

“-Ahí está planteado el problema –dijo ella. Se había olvidado de sus dudas porque estaba en contacto con los responsables de tres generados. Él quería saber qué pensaban acerca de pasar de la agitación y propaganda a acciones de propaganda armada donde el riesgo era obviamente mucho. Era la primera vez que los veía. De algunos había oído hablar y se los había imaginado de una forma, específica. Viéndolos bien, ahora, eran todo lo contrario. Uno era, medio asambado, con manchas blancas en el rostro, flaco y con anteojos, más parecía un eterno estudiante de academia que un activista con responsabilidades mayores. Aparentaba sufrir de tuberculosis. El otro era todo tranquilidad y seriedad, por sus ropas denotaba mejor posición económica y al parecer estudiaba en una universidad privada. Sudaba mucho y a cada momento secaba su frente con un pañuelo blanco, muy pulcro. La otra era una chica que ya había tratado antes. Ninguno decía nada a la propuesta de ir de frente a la acción, un silencio frío los había envuelto- ¿Algo que decir?”
Sin embargo, no todo es ideología y política partidaria, como, tampoco, no todo es rockanroll y vagancia, quizás el amor surge como un parapeto para, como una boya en el océano, salvar de un naufragio al personaje principal, Adrian R. La sorpresa es que el elemento eros –en esta particular propuesta- esencializado y personificado en Olga (su bifrontalidad tendrá que descubrir el lector), es intrínseco a un proceso donde los jóvenes (militantes o rockeros, uno no excluye al otro) tienen que decidir, están impedidos de dudar, y los silencios y vacíos pueden interpretarse negativamente, cuando no como una aceptación tácita sin mayores remilgos. En algunos casos no se milita por convicción, se milita por falta de opciones. Transponiendo los términos podríamos decir también que, en algunos casos, no se es subterráneo por convicción sino (oh maldita rebeldía) por falta de opciones (traslado este cuestionamiento al autor).
La estructura del libro simula un vinilo o casete con lado A y Lado B (hay una tendencia a este formato que viene desde los ochentas) donde se intercalan primero en números romanos la historia de unos subterráneos -de clase media en decadencia y hastiados por su situación socioeconómica- que transcurre entre conciertos, “pendejadas” y experiencias urbanas; y luego en números decimales, casi a modo de subterfugios, las maquinaciones de los jóvenes subversivos, sus movimientos, sus “reglajes”, sus “captaciones”, sus preparativos para colocar los “coches bombas”, las “directivas” a cumplir, las movilizaciones clandestinas, las sujeciones al partido, etc.
Quizás -atendiendo una petición de severidad por parte del autor- uno de los puntos flacos de la novela -en el plano de la concepción- sea el de haber construido personajes subtes casi llevados a una heroicidad de la cual carecen, una idealización basada en la música, la palomillada y las conversaciones de esquina, los diálogos (por ratos intonsos) donde la jerga da paso a elucubraciones superficiales y donde la “inteligencia” y la “reflexión paradigmática” está más del lado de los levantados en armas (no creo que este sea un punto reflexionado por el autor, esa “involuntariedad” es más una conclusión de este bloger) y donde algunos exabruptos (perdonables en una primera novela de esta extensión) van a develar una posición que se aleja de la anarquía y de las posiciones subterráneas (sobre todo la del ametrallamiento final donde uno de los ejecutados termina llamando a otro de los caídos por su nombre verdadero: Jesús ¿? En una clara alusión a la religión judeo-cristiana cuya única relación con los subtes –a quienes supongo laicos- es, sin miedo a equivocarme, el bautizo católico e involuntario). Y ello, quizás, sea debido a una falta de organización y/o doctrina que valide alguna “intervención” subte. Al fin y al cabo el robo sin fines políticos es robo simplemente. Lo otro, sin validar ninguna ideología, sería “expropiación”, y en su exceso “golpes al viejo Estado”, “costos de guerra”, etc.
Como recordamos, varios miembros subterráneos (Richie Lackra, Choby, Kike Eutanasia, Daniel F. Chato Víctor, etc., y más acá: Richie Morge, Primo Mujica, Julio Durand, etc.,), alguna vez soñaron con construir un movimiento lo suficientemente fuerte como para resistir agrupados (auto organización, auto sostenimiento, fuerza de choque, rastros de Durruti, etc.,) los embates del Estado burgués y sus políticas antihumanas. De ahí que, quizás, el hecho de haber sido estigmatizados como “vándalos” (recordemos los artículos que aparecieron en la prensa amarilla después de “Rockacho 1986”) no sea del todo falso (ello amerita un análisis sociológico que excede este análisis con pretensiones literarias; a propósito de ello recomiendo un artículo de la revista “Laberinto” número ¿6?). No nos olvidemos que la verdadera anarquía quiere destruir el Estado pero no para reemplazarlo por alguna dictadura, quizás por eso SL chocó con una pared motivacional, la que no permitió, por cierto, que muchos anarquistas terminarán poniendo bombas y siendo encerrados y muertos en enfrentamientos con el ejército (no hay estudios serios al respecto, ojalá que este vacío se vea llenado algún día).

Considero que, para ser una primera novela , Martín Roldán, logra capturar la atención del lector, transportándolo, casi con horror, al primer gobierno de García. Aquí transcurren como en una cinta de celuloide todas las aberraciones, ya relatadas arriba, que le tocó vivir a los peruanos de mediados de los ochentas. En las 285 páginas que componen el libro hay una unidad que, a pesar de los intercalados y de lo inútil de una canción subte frente a la opresión fascistoide (leer la entrevista abajo), no se pierde. El narrador logra salir victorioso casi como una antítesis de Adrian R. quien pierde a la mujer que ama, a sus amigos, a parte de su familia y su futuro gracias a un argumento “cojudo” como el “proceso revolucionario” sic.

Para completar la onda expansiva de este “Coche Bomba” he realizado la siguiente entrevista a Martín Roldán. Esperando que las esquirlas alcancen la comprensión de los lectores (o la leiv motiv para leer el libro) les dejo las interesantes respuestas (también unos videos sobre el autor):

Entrevista expansiva


Foto: Kodamma

1.-¿Por qué escribir una novela generacional, y qué es lo particular de la década de los ochentas –para ti como escritor- dentro del proceso histórico peruano?

Principalmente por una cuestión personal y te explicó el porqué. En el año 89 cuando leí Los geniecillos dominicales de Ribeyro, me di cuenta de que él había escrito una novela basada en el grupo de amigos, con los cuales compartía inquietudes literarias, existenciales, políticas, etcétera de una época muy importante para la historia del país como fue la década del cincuenta y el ochenio de Odría. A partir de ese grupo de muchachos, pude tener un acercamiento a ese tiempo. Fue entonces que me entró el bicho de querer plasmar lo mucho que había para contar sobre la mancha subte y su importancia para mi vida y para la vida de muchos jóvenes que como yo participábamos de ella. Me dije que algún día escribiría sobre ese tema, si es que alguna vez me inclinaba por escribir. Un tiempo después, luego de ver la película de Coppola The Outsiders, me volvió esa inquietud. Como ya escribía, pensé en plasmar algo de esos tiempos en un cuento que fue el embrión de Generación cochebomba.
Obvio que si era así, tenía que ser generacional, y más por el momento que se estaba viviendo y porque lo subte fue expresión pura de dicho tiempo, de un sector de mi generación, no de todos pero sí de un sector bastante importante. Y más aún que esos años eran bastante dramáticos. Pero, para serte sincero, en un principio mi idea era escribir sobre los subterráneos nada más, pero como este fenómeno juvenil es producto de su tiempo, cuando ya lo tenía casi acabado, decidí profundizar en lo que lo rodeaba: La guerra interna, la crisis económica y todo eso que ha marcado a la generación de los ochenta y que la hace muy particular dentro del proceso histórico del país.

2.-En qué crees tú que se diferencia tu novela de lo escrito anteriormente: “Al Final de la Calle” de Oscar Malca, “Contraeltráfico” de Manuel Rilo u otras más cercanas como “La Ciudad de los Culpables” de Rafael Inocente o “Incendiar la Ciudad” de Julio Durand, novelas con las cuales he encontrado algunos vasos comunicantes (la pandilla, la collera, el rock subterráneo, la subversión, el desempleo, etc.,) y que, de hecho, sitúan temporal y topográficamente la ciudad de Lima como lugar a narrar.

A ver, según me han dicho algunos entendidos, y muchos lectores que me han escrito, lo que diferencia a mi novela de otras es precisamente el agregado del contexto social, político y económico en que esa mancha de subtes se desenvuelve. Que eso engloba una totalidad en cuanto a la individualidad de los personajes en relación con su entorno, a su sociedad y al momento que les ha tocado vivir. Y eso precisamente fue mi intención al configurar la vida de estos personajes, que nada es gratuito que son un producto de sus circunstancias y sus circunstancias eran, precisamente, los coche bombas entre otras cosas igual o peor de desgraciadas. Como me dijo un escritor, muy conocido, no es la típica novela de jóvenes desubicados dentro de sexo, drogas y rocanrol que dominó la narrativa de los noventa. Sino que a partir de eso, tiene la ambición de intentar reflejar una época.

Para mi Al final de la calle fue la novela que me convenció totalmente a escribir. En el 96 tuve la oportunidad de entrevistar a Oscar Malca para un curso de la Bausate y le revelé que estaba escribiendo una novela sobre los subtes. Él mismo me dijo que estaba bacán eso, porque Al final de la calle no es una novela de los subtes, porque cuando salió muchos la consideraron así, por la cercanía que tuvo Malca con el movimiento subterráneo desde sus inicios. Pero no, más bien es una novela sobre un marginal y que si bien por allí menciona al rock subterráneo o a Daniel F, no era esa su intención. Aparte que M muy bien podría ser un subte, pero explícitamente no lo era. Ese día hablamos de muchas cosas, hasta de Alianza equipo del cual somos hinchas ambos. Y bueno cuando salí de esa entrevista-chupeta, estuve mucho más convencido de escribir mi novela. La novela de Rilo no la he leído, así que no puedo decir más.
En cuanto a las novelas de Rafael y de Julio. En Incendiar la ciudad hay similitudes porque ubica personajes subtes, como el Chusko o el Chibolo. Pero si hay alguna diferencia es que mi libro está situado en la segunda mitad de los ochenta, y la de Julio en los primeros años de los noventa. Por decirte él habla mucho del jirón Quilca, en cambio yo no, porque para los subtes de los ochenta ese jirón era la calle de los jipilones y poetoides, que más bien tenían sus anticuerpos contra los subtes, porque nos consideraban unos lisurientos, violentos y carcosos. No todos te diré, pero sí un buen sector. Quizás esa antipatía se debía al discurso anárquico y antitodo de los subterráneos que chocaba con el discurso de paz y amor, de los otros; lo cual, dicho sea de paso, iba en contradicción con sus posiciones de izquierda; porque daba risa ver de que en medio de la canción de Lennon Imagine, algunos marihuaneados lanzaban su Viva la lucha armada… Jajaja, nosotros nos cagabamos de la risa de eso. Por eso Quilca no existía, salvo porque a la vuelta, en el jirón Camaná, quedaba la peña Huascarán, lugar de varios conciertos. Quilca toma protagonismo ya en los noventa, pero esa es otra historia. Entonces, como ves, hay diferencias. Igual como las hay con la novela de Rafael Inocente, que de subte tiene muy poco, porque sus personajes son, más bien, marginales: empleadas del hogar, obreros, estudiantes, por allí hay un personaje que escucha rock subterráneo, pero nada más. Pero lo que nos acerca es lo que precisamente tú mencionas, además del impacto del contexto en cada uno de los personajes. Lo cual te mueve a reflexionar sobre esos años duros.

3.-He leído algunas entrevistas donde mencionas a la “Conversación en la Catedral” como uno de los libros que ha influido en tu escritura, también mencionas a Oswaldo Reynoso. Pese a ciertos anacronismos, cual es tu versión de la vanguardia novelística peruana. El intercalamiento de los capítulos de tu libro me hace suponer que te inclinas por cierto tecnicismo (perteneciente al boom literario) muy dejado de lado por los escritores jóvenes. ¿Cual es tu opinión?

Eso de la vanguardia es una etiqueta que la ponen otras personas ajenas a los mismos autores. Para mí las etiquetas siempre me han parecido sospechosas. Una vez me preguntaron qué era ser subterráneo, y yo respondí: Ser tú mismo. O sea sin etiquetas. Y eso era lo básico en esos años. Ahora muchos se reclaman vanguardistas, una etiqueta más y por eso me parecen sospechosos, principalmente de ocultar algo. ¿En qué sentido? Te explico: Para mi aceptar la influencia de Vargas Llosa y de Reynoso no me sonroja, porque son dos maestros de la narrativa dicho sea de paso. Y si mi libro apunta por ese lado de la técnica ya utilizada por ambos escritores o por los del Boom, pues no lo niego, es así como tú lo dices. Yo considero que no hay nada nuevo bajo el Sol. Sucede que cuando uno cree que ha escrito lo último de lo último en originalidad, te das con la sorpresa de que otro ya lo ha hecho de alguna forma en otro lugar o en otros años. Creo yo que hay que ser más honesto con uno mismo o con los lectores y reconocer que uno no ha descubierto nada, sino que ha rescatado muchas cosas, con conocimiento de causa o por pura casualidad. Precisamente Rescate es la palabra correcta a vanguardia, en estos casos.
Ahora que los escritores jóvenes hayan dejado de lado esos tecnicismos es cosa de influencias. Porque si para mi Vargas Llosa o Reynoso son dos maestros, para ellos, lo serán otros, básicamente escritores norteamericanos como Carver, Bukowski, no lo sé y escriben de esa forma. Yo en ese sentido soy un lector de clásicos latinoamericanos: Rulfo, Cortazar, Ribeyro, Borges, Reynoso, Vargas Llosa, y a partir de allí creo mis historias. Como afirmaba Miguel Gutiérrez en uno de sus talleres sobre la novela del siglo XX : “Se escribe a partir de lo que se ha leído”. De lo que se trata es simplemente de eso, de reconocer las influencias, nada más.

4.-Pocos han escatimado que “Generación Cochebomba” sería algo así como la versión peruana de “Generación X” de Douglas Coupland. Cómo lo ves tú. A propósito de esto explícanos el título, aparentemente agresivo. ¿A qué se debe? ¿Y en qué crees tú que se diferencia con la cultura o generación combi?

Te diré que no he leído Generación X. El día de la presentación el profesor Jorge Valenzuela, insinuó una posible influencia, pero más allá de las similitudes en los títulos no hay nada más, al menos de mi parte, porque si lo hubiera no tendría reparo en decirlo. Te diré, también, que para responder esta entrevista no me quedó otra que buscar argumentos sobre la novela de Coupland. Y por lo que he podido leer, sus personajes son personas con una posición estable que se aburren del estilo de vida americano y huyen hacia un pueblo en el desierto para evadirse de las responsabilidades de su anterior vida. Es un escape más que todo. En cambio los personajes de mi novela están en búsqueda de algo diferente a las opciones que una sociedad en crisis total les ofrece: Hundirse con el sistema o subvertirlo. En el fondo puede parecer lo mismo, pero no lo es. Pero igual no me jode que digan que mi libro es la versión peruana de Generación X.
En cuanto al título. Si Coupland pensaba con el suyo describir a una generación de norteamericanos desencantados de su estilo de vida, pues mi intención fue la misma con el título de mi novela, describir a un sector de mi generación que estuvo en búsqueda para poder desarrollar sus expectativas de vida. Aunque en un principio pensaba titularla ¡Nadie es inocente, todos terroristas! Lo cambié cuando en la vorágine de escribir el cuarto capítulo uno de los personajes alza un vaso de trago corto y dice: “Salud por nosotros la generación del apagón y el coche bomba”. Me dije que eso describía totalmente mis intenciones para con la novela y que debería ser el título. No fue porque era agresivo o llamativo, básicamente fue porque no había otro título mejor para describir el contenido.
Ahora último he podido comprobar que el titulo está siendo utilizado como una especie de marca generacional para referirse a la generación de los ochenta, la que creció en esos años de atentados y apagones, de inflación y escasez. En una entrevista que me hizo Juan Carlos Tafur, este remarcaba eso, que ese término reflejaba en dos palabras toda una época. Él no fue un subte y tuvo otros tipos de vivencias, pero lo común lo que nos marca es lo que pasó alrededor cuando éramos adolescentes y por eso se identificaba como miembro de la generación coche bomba. Ahora bien, con todo esto de la moda radial de pasar música ochentera, pues he descubierto que hubo mil formas con que otros atravesaron esos años. Pues bien, para que esas personas no se sientan, necesariamente identificadas con el titulo de mi novela, he escrito un cuento que se titula Generación chicle-bomba.
En cuanto a la cultura combi, creo que es más que todo la institucionalización de la informalidad, de la prepotencia, de la viveza criolla muy propia de todos los peruanos y que se inició cuando Fujimori se zurró en la Constitución e impuso su dictadura. Con esto dio el ejemplo de que si quieres sobresalir tenías que saltarte las formalidades y las convenciones y ser más pendejo que otros y alcanzar tus objetivos sin importar el resto, la cosa era llegar, simplemente. Y se llama combi porque en esos vehículos de transporte público, el abuso, la prepotencia, la informalidad, el desacato a las convenciones o leyes se dan diariamente, con nuestro consentimiento.

5.-A pesar de recoger ciertos personajes que existen en la realidad (y creo conocer a alguno de ellos: el gordo memo, Olga T, el negro Brunce, etc.) “Generación Cochebomba” es más una novela de ficción que una novela realista. Si bien es cierto los límites parecen ser bastante indefinidos, creo que en el plano político se asume una ficcionalidad que ha puesto a prueba tu estro narrador. Me estoy refiriendo a los personajes que en la novela son cuadros de SL y que tratan de hacer su “trabajo” de forma correcta. Explícanos por favor cómo has hecho para que tus personajes subversivos o “alzados en armas” no suenen panfletarios.

Simplemente saqué todos los prejuicios o parámetros con que me había contaminado la propaganda antisubversiva y me propuse comprender a los senderistas, en el porqué de su lucha. Porque afirmar de que un día se les ocurrió y muy alegremente se levantaron en armas, como afirman ciertos sectores conservadores de la política peruana, es una cachetada a la inteligencia, ya que todos sabemos que nada sale de la nada, que todo tiene un porqué, una causa y su posterior consecuencia. Y siendo los senderistas formados en la lógica marxista, heredera de la dialéctica, eran la consecuencia a décadas de contradicciones sociales no resueltas. Entonces llevé los planteamientos teóricos de Sendero y los confronté con el individuo de un ficticio militante, con todas sus contradicciones y dudas de ser humano. Eso me permitió entenderlos y crear los personajes sin que suenen panfletarios o sin que aparezcan mis reparos hacia ellos. Por eso los personajes senderistas de mi novela no son los típicos robots o dogmáticos que no piensan más allá de lo que dicta el dogma o no tienen sentimientos. Creo yo que por más poderosa que sea la ideología en la que creyeron, no dejaron de ser seres humanos del todo y también sintieron pena, miedo o tuvieron dudas del marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo.

6.-En una conversación anterior me contabas que tu novela empezó primero siendo un cuento y tardó en construirse un tiempo aproximado de 10 años. Explícanos a groso modo cómo fue esta construcción.

Sí como un cuento mío había sido premiado en los juegos florales de la Bausate, me dio por escribir más cosas. Entonces recordé una experiencia de mi época subte e intenté escribir un cuento sobre un concierto que termina en batida. Lo acabé pero sentía una necesidad tremenda de seguir escribiendo sobre eso, que había mucho más que decir, como que los personajes me pedían contar más sobre ellos. Entonces continué y terminó siendo Generación cochebomba. Ese cuento viene a ser el primer capítulo de mi novela. Y bueno empecé a escribirlo a fines del 95 en las horas muertas que mi labor como bibliotecario de un colegio secundario me permitían. Escribía a mano porque no tenía computadora. Eso fue hasta el 98 porque en ese año trabajé en D’generación el programa de TV que hicimos contigo y un grupo de amigos. Entonces como no tenía mucho tiempo dejé de escribirlo hasta el 2001 que es cuando me compro una computadora y me aboco a culminarlo. Para esto me hice una disciplina de escribir sábados y domingos de nueve de la mañana hasta las tres de la tarde con el intermedio para el almuerzo. Entonces lo acabé hacia el 2004 y de allí a corregir. Para esto me metí a talleres para ver qué cosa le faltaba a mi libro o qué le sobraba. En el 2006 ya lo tenía listo, pero por falta de dinero no fue hasta mayo del 2007 que lo mande a la imprenta.

7.-Me vas a disculpar por adelantado esta pregunta, pero los años que te conozco amerita hacerla: Cómo un subterráneo asume su derrota (o supresión de la rebeldía) y pasa a integrarse dentro de una sociedad de consumo trabajando y escribiendo libro(s ) que al fin y al cabo son pequeños bienes de consumo. Qué es lo que ha cambiado del músico de “Dictadura de Conciencia” al Martín Roldán, el novelista.

Dime Rodolfo… ¿Tú, yo o los Eutanasia hemos estado alguna vez fuera del sistema? Que no nos gustara y tratáramos de buscar algo mejor a ser meros consumistas de modas musicales y que se haya creado un circuito paralelo, no nos sacaba de él, en el sentido de que de alguna u otra forma seguíamos consumiendo de lo que producía para poder mantener el circuito paralelo. Entonces la rebeldía no pasaba por el consumo, la rebeldía pasaba por la actitud frente a un sistema que se estaba yendo a la mierda: Me hundo con él o lo cambio. Muchos entonces optaron por mantenerse auténticos sin inmiscuirse mucho en lo que pasara, como individuos comprometidos con su transcurrir y punto, y hasta ahora mantienen ese compromiso. Ahora bien, los que pensamos o soñamos que podíamos mejorar el mundo llegamos a la conclusión de que mandando a la mierda al sistema en una canción no iba a cambiar nada, y empezamos por cambiar nuestros pequeños mundos, de mejorarlo para tranquilidad de nosotros y de las personas que amamos, las más cercanas al menos y eso nos hizo mejores seres humanos. Otros que en esto último vieron trazas de egoísmo, optaron por movimientos más radicales que ofrecían acciones más directas para cambiar el sistema. Lamentablemente muchos acabaron trágicamente y otros purgaron condenas en prisión. Como ves la cosa pasaba por la actitud frente a lo que estaba sucediendo. Si te pones a pensar muchas personas ni se preguntaron por lo que estaba pasando y vivían como adormecidos, precisamente por el consumismo, la radio comercial y la televisión. Creo que hasta ahora siguen así. Pero bueno es su rollo, no el mío. Al menos yo viví intensamente mi tiempo, tanto así que no podía quedarme callado y la necesidad de expresar todo lo que sentía lo encontré en el movimiento subterráneo, precisamente con mi banda hardcore, Dictadura de Conciencia, pero por circunstancias me dediqué a otras cosas y la dejé de lado. Y como dije ante una pregunta de Daniel F para su paskine Tarántula en el 93, que de acá a quince años yo no me veía como músico, pero mis ganas de expresarme iban a estar intactas, quizá ya no en una banda de hardcore, pero quizá en algo que tenga que ver con el arte como la pintura, la fotografía o la literatura, pero siempre conservando lo que aprendí con los subtes que era decir lo que sentías de alguna u otra forma, expresarte al fin y al cabo, para bien o para mal…y allí tienes mi libro ¿no? Entonces sigo manteniendo la esencia de esos años, básicamente.

8.-Me parece que más que lo político es lo nostálgico la constante en tu novela. Empezando por la dedicatoria al Cachinero, al Maya, Beni Gil. Kilowatt, el Omiso, etc., subterráneos que murieron en “acción”. Cómo lo ves tú.

Lo político está presente de hecho que sí, porque la política preparó el gran escenario en donde la vida de estos personajes se desenvuelve. Ella configuró sus vidas al haber hecho del Perú un lugar caótico y sin esperanza en esos años. Pero si piensas que es una novela donde encontrarás una lucha por el poder, o esas intrigas políticas por alcanzar algún objetivo, no es así. Más bien la lucha se da en el interior de cada personaje, entre lo político y sus sentimientos. En cuanto a los amigos ya fallecidos que dices murieron en “acción” debo precisar que murieron en acción de vida más que en otro tipo de acciones. Y a ellos va dedicado mi libro, porque muy bien pudieron ser los protagonistas de Generación cochebomba.

9.-¿Qué opinas de la crítica formal? Qué te parece esa afirmación literaria sensu de González Vigíl quien dice que sólo comenta libros que son buenos.

Que para algunos es necesario, al menos para mi no. Muchos guían sus lecturas de acuerdo a lo que diga la crítica. Pero yo al menos busco otro tipo de motivaciones para mis lecturas. No tanto por lo que diga otra persona sino lo que dicte mi interés. Hay tanto para leer que a estas alturas ya me he vuelto selectivo. Entonces para mi existen libros que me impactan o que me conmueven. De allí juzgo su valía. Y da el caso que a veces un libro me ha conmovido, que es lo que yo busco principalmente, y luego he leído una critica formal y pues el libro resultaba siendo malo para la crítica. Entonces es una cuestión de subjetividad, creo yo. Yo tengo mis parámetros para que un libro me guste, los cuales no van a ser los mismos de algún crítico en particular y por más que diga que trata de ser objetivo, no pues, no será así.
En cuanto a lo que dice Ricardo Gonzáles Vigil, te diré que hace unos meses un reconocido escritor a quien le gusto mi libro, se lo recomendó y él manifestó estar muy interesado en leerlo. Este escritor me lo hizo saber y le hice llegar un ejemplar. Y si no lo ha comentado hasta hoy será porque no habrá tenido tiempo para leerlo o para dar su opinión o porque simplemente no le ha encontrado suficientes méritos. Por mi parte yo estoy tranquilo.

10.-¿Cómo te ubicas dentro de ese debate entre criollos y andinos o periféricos?

Para mi esas son huevadas, porque si hablamos de que los criollos son los más difundidos y los andinos o periféricos los excluidos de los medios de difusión y las editoriales, pues yo no estaría en ninguno de los dos lados y no por autoexclusión o por querer ser un auto marginal, sino porque dentro de los criollos mi novela no existe, porque no guardo lazos de amistad o no pertenezco a esa argolla que dicen marca las pautas de lo que es la cultura. Y si hablamos de los andinos o periféricos yo tampoco existo, porque el tema que trata mi novela es justamente lo que éstos rechazan, si no me equivoco. Además el hecho de que hayan comentado Generación cochebomba en tres diarios, uno de ellos de la supuesta argolla como es Perú 21, pues desde ya estoy condenado, oleado y sacramentado para ellos, no lo sé. Aparte mi libro es una publicación independiente ¿Entonces dónde quedo? Pregunta que nunca me he planteado porque realmente me es indiferente pertenecer a cualquiera de esos dos bandos…Si habría que juzgar mi libro me gustaría que sea por lo que es, no por el chuzo en mi cara ni por el lugar donde nací ni por el color de mi piel ni otras cosas externas a la literatura.

11.-Sé que estás preparando un libro de cuentos. Cómo va el asunto. ¿La temática es parecida a la de “Generación Cochebomba”? Adelántanos algo.

Tengo terminado un libro de cuentos que tienen una temática bastante actual, como es la violencia alrededor de las barras de fútbol. Pero, ojo, no es un libro de fútbol sino una mirada al país, sus contradicciones y sus males, a través de estas agrupaciones que son un microcosmos del Perú de hoy. Estoy a la espera de una confirmación y quizás muy pronto salga publicado. Y bueno en esa espera estoy escribiendo cuentos y relatos sobre esas historias que no encajaron en Generación cochebomba y quedaron de lado. Historias de amor, soledad y frustraciones, muy crudas algunas y otras con mucho humor. Los personajes van desde la persona más normal hasta el más friki, por darle un término. Y al igual que mi novela, la música y el contexto social de los ochenta y noventa están muy presentes. El cuento que te mencioné Generación chicle-bomba es parte de ese proyecto.

viernes, 5 de diciembre de 2008

BORRADOR COCHEBOMBA


En la ultima Feria del libro de Lima, me encontraba con una amiga lateando entre los stands en busca de algunos títulos, cuando Armando Alzamora del grupo literario Otras Voces me alcanza y me avisa que los de Borrador editores quieren hacerme una entrevista aprovechando mi circunstancial presencia. Como Carlos Saldivar, autor del buen libro Historias de Ciencia Ficción, andaba por allí, fue invitado también. Así que esto es lo que salió de esa breve charla.

Clik para ver la entrevista: http://www.youtube.com/watch?v=Of9h2qFFjgo