viernes, 29 de noviembre de 2013

LA ALEGRÍA NOS PERTENECE


Te quiero contar algo. Yo era un niño cuando Alianza dejó de ganar campeonatos. No me daba cuenta de eso porque yo pensaba que campeonar no era  algo que iba a acabar con esa alegría que sentía con mis amigos de ir al estadio a ver los partidos de los grones. Matute o el Nacional, no había distinción; pero eso sí, siempre en la Popular Sur. Sabes, en mi barrio había un señor que vivía a dos esquinas de mi casa. El tío Alonso. Los fines de semana salía en su viejo Datsun rumbo al estadio con su camiseta, su vincha y envuelto en una bandera blanquiazul. Cuando pasaba por nuestro lado tocaba el claxon haciendo el ta ta ta tata de las palmas aliancistas, porque sabía que nosotros éramos hinchas de Alianza y porque también hacíamos las palmas. Varias veces nos llevaría al estadio en su carro, y nos decía que éramos como el hijo varón que nunca tuvo. Y que sus hijas ya estaban mayores para acompañarlo. Por eso se sentía contento de sentarse cerca de la barra, rodeado de nosotros que no dejábamos de flamear las banderas que nos había regalado. Eran los tiempos de caíco Gonzales Ganoza, de cucurucho Rojas, del chiquillo Duarte, de Fredy Ravello, del mango Olaechea. Él nos hablaba del Alianza que lo hizo fanático: Pitín Zegarra, babalú Martínez, Julio Baylón, el nene Cubillas y su ídolo el gran perico León. “Una vez en un clásico pitín le da un pase bombeado a perico, le sale a la marca Nicolás Fuentes, perico le hace un sombrero y Fuentes pasa de frente desairado; y antes que caiga el balón perico hace una media tijera que no alcanza Dimas Zegarra… ¡Golazo y el Nacional se vino abajo!”, nos contaba con una gran sonrisa, como si estuviera viendo aún ese gol que se había quedado grabado en su retina. No había duda, nosotros también queríamos llegar a viejos como él. Queríamos ser siempre aliancistas a pesar de todo. Por eso, cuando tomamos conciencia de que Alianza no campeonaba, ya tenía como ocho años sin títulos. Y siguieron pasando los años y nada de nada. Y el señor nos decía, siempre con la sonrisa en los labios: “No estén tristes, muchachos, ya llegará el campeonato, porque a nosotros, los aliancistas, la alegría nos pertenece”. Y así cada año, cada nuevo partido se renovaba la esperanza en nosotros y en el tío Alonso. Pero él no llegaría, otra vez, a ver a Alianza campeón, porque murió días después de la tragedia de Ventanilla. Al parecer la tristeza lo afecto mucho y murió de un ataque al corazón. Ese corazón que bombeaba más sangre cada vez que veía a los blanquiazules atacar hacia el arco de Sur. Lo enterraron con su camiseta puesta y envuelto en una bandera azul y blanca. Su esposa nos dijo que siempre hablaba de nosotros como si fuéramos sus hijos. Y que la única alegría que tenía era ir a ver cada fecha a Alianza, así estuvieran jugando a nada. Esas palabras nos marcaron la vida. Porque entendimos lo que era llegar a ser un hincha de verdad. Por eso prometimos seguir yendo fecha a fecha con la misma alegría que el tío Alonso nos contagiaba. Porque nosotros también sentíamos que no había mejor alegría que gritar los ¡Arriba Alianza! Cuando el equipo saltaba a la cancha, así no estuviera para campeón. Con los años algunos dejaron de ir a la cancha. Se pusieron a estudiar, se fueron del país, o formaron una familia. Pero los que fuimos quedando conocimos nuevas caras, nuevos amigos en la tribuna sur. Y a pesar de que no campeonábamos, ahí estábamos. Puteando, renegando, reclamando pero siempre ahí. Ahora te digo, tú seguro pensarás que cada fin de año sin salir campeón nos hacía perder la sonrisa ¿no? Que perdíamos esa alegría que el tío Alonso nos había enseñado. Pues quizás sí, por un momento, unas horas, pero ahí nomás. Puteábamos y renegábamos como cualquiera, pero eso se quedaba en la tribuna, cuando pitaban el final del partido. Porque sabíamos que en unas semanas iba a empezar un nuevo campeonato. Y que íbamos a estar siempre en esa tribuna donde íbamos a cantar, saltar, reír. Ahora yo te pregunto. Sí estuviera vivo el tío Alonso, ¿no crees que  el próximo partido, el último del campeonato, estaría presente con esa sonrisa con la que siempre iba a ver a Alianza? ¿Qué si tuviera la oportunidad de estar vivo estaría ahí sin importarle que ya no jugamos a nada?  Bueno él ya no está vivo, pero yo sí y tú también. Y como esa vez que dijimos que queríamos llegar a viejos como él, que deseábamos seguir sintiendo los colores de la camiseta en el corazón sin importar nada, estaré presente este último partido, para despedir a mi camiseta de este año de mierda, y a los contados jugadores que sí la sudaron. Yo sé que te veré a mi costado para gritar los últimos goles de este año ¿Y sabes por qué? Pues porque como nos dijo una vez el tío Alonso: “A los aliancistas, la alegría nos pertenece”.