En un principio la cosa fue entre Thays e Ybarra, luego intervino Inocente y posteriormente Faverón. Pero parece que el debate ya desbordó hacia otros cauces, tanto así que me ha llegado un comunicado del Gremio de Escritores del Perú que se solidariza con Ybarra. Según dicho documento, Rodolfo está siendo acusado de filosenderista.
Yo siempre he tenido mis reparos con los comunicados, aparte que existen ciertas cosas en ese documento que no comparto. A pesar de que nadie me pidió que lo coloque en este blog, en un principio pensé en hacerlo, pero luego desestimé esa idea. Porque si existen algunos puntos con los cuales no me identifico, prefiero escribir algo donde esté sentada mi opinión personal. Aparte también porque no pertenezco a ese Gremio y porque no hay ninguna firma que lo avale, de los escritores que lo conforman. Y eso me parece tan mal, como los tan criticados comments anónimos de los blogs.
Siempre he creído que si hay que decir algo, hay que hacerlo con nombre y apellido. Me perdonarán los que me enviaron ese comunicado, pero esa es mi posición. Prefiero por tal motivo comentar lo que ha suscitado esta polémica que ha devenido en insultos y acusaciones y dejar sentada mi opinión al respecto. Primero empezaré con el asunto Iván Thays – Miguel Gutiérrez. Y en otro post continuaré con el tema de Rodolfo Ybarra y Gustavo Faverón.
Por lo que sé todo comenzó cuando Iván Thays publicó en el diario el Comercio un artículo criticando el ensayo de Miguel Gutiérrez, La generación del 50: Un mundo dividido. En dicho texto Thays califica el ensayo como un artefacto anacrónico. Esto provocó una respuesta de Rodolfo Ybarra en su blog que tituló: ¿Iván Thays contra Miguel Gutierrez? y una carta de Rafael Inocente que coloque en el mío. Desde allí las respuestas y contrarespuestas, las marchas y contramarchas, han sido lanzadas desde ambos lados.
En los primeros cuatro párrafos, de los cinco que conforman dicho artículo, titulado Un artefacto literario anacrónico, Thays, hace una crítica al libro de Gutiérrez y la tesis que propone. Pero, es en el último párrafo donde se inicia toda esta polémica, porque no ataca al libro y a las ideas en sí, sino a la persona del autor.
Eso fue lo que motivó la intervención de Ybarra e Inocente. Pero, antes de pasar a ese último párrafo, quería indicar ciertas contradicciones que el propio Thays deja entrever. Su texto se inicia así: “No existe nada malo en escribir críticas literarias o reseñas de libros desde una ideología determinada; pero hacerlo desde una posición doctrinaria puede resultar un esfuerzo inútil”. De arranque me pregunto si escribir como marxista, existencialista, liberal, fascista, es decir desde una ideología no es nada malo, por qué entonces considera Thays que hacerlo desde una posición doctrinaria sí lo es, si a las finales es lo mismo. Porque un marxista si va a escribir algo, lo hará desde su doctrina ¿O creen que lo hará desde la doctrina del Opus Dei?
Además, el que profesa una ideología política, religiosa, filosófica, va a tener que escribir necesariamente a través de esa visión del mundo; es decir, desde la doctrina que lo hizo marxista, cristiano, liberal, etc. Considerar que puede ser un esfuerzo inútil escribir crítica o reseñas, que en el fondo es lo mismo que escribir novelas o cuentos, desde una doctrina en particular, sería desmerecer libros tan importantes para la cultura universal como La Nausea, El muro, El extranjero, La peste o ensayos como El ser y la nada, el Mito de Sísifo o el Hombre rebelde, que se escribieron desde la particular visión del mundo de los escritores existencialistas Jean Paul Sartre y Albert Camus. O quizás si hablamos de libros tan importantes para estos tiempos como El otro sendero que fue escrito desde la doctrina liberal que profesa su autor Hernando de Soto. ¿O de Soto escribió su libro desde otra doctrina?
Creo que esto contradice todo el argumento que expone en su artículo, el autor de La disciplina de la vanidad. Pero veamos.
El ensayo de Gutiérrez tiene una crítica a la producción literaria de los intelectuales de la generación del cincuenta; y, tal como lo señala Thays, si los mencionados autores son consecuentes entre dicha producción y su conducta personal para con el país y su sociedad. Si consideramos este aspecto del libro, podemos darle crédito a Thays por las críticas contra la persona de Miguel Gutiérrez, sobre lo que dice en su obra y lo referente a su praxis. Pero no, existe un sustento que no equipara la crítica del ensayo con los ataques personales en ese quinto párrafo del artículo Un artefacto literario anacrónico.
Dicho sustento es el contexto histórico de dicha generación, la cual influenció en su producción intelectual. ¿Cuáles fueron estos acontecimientos? La guerra fría, Dien Bien Phum, y sobre todo la Revolución Cubana, entre otros igual de importantes. Dichos acontecimientos necesariamente y dada la configuración bipolar del mundo, hacía que los intelectuales tomaran una posición, no necesariamente de clase; pero sí una posición, como intelectuales progresistas o retrógrados. Y lo que a mi entender La generación del cincuenta: Un mundo dividido, quiere dejar entrever, es dejar en claro quiénes se hacían llamar progresistas, pero que en la práctica no lo eran. Así de simple.
Agarrándose de la crítica, en este aspecto, del ensayo reseñado, Thays trata de formular la suya contra la persona de Gutiérrez: “Abruma ver hoy a Miguel Gutiérrez, el otrora luchador contra el ‘antiguo orden’, figurando en la página de sociales de El Comercio, acariciado por los críticos que él llamó ‘carlistas’, alabado en todas las páginas culturales que él calificó de "mafiosas", y hasta publicado con gran felicidad suya por una editorial transnacional que él calificó siempre de ‘enemiga de clase’ e imperialista”.
¿Qué hay de criticable en esto? Miguel Gutiérrez no es de las personas que se mueren por aparecer en dichas páginas sociales, tampoco espera que ciertos críticos alaben su calidad literaria, que realmente la tiene, ni que una editorial transnacional lo publique. Lo cual, creo, es consecuencia de la valía de su obra. Lo criticable sería que él haya estado detrás de ellos toda la vida y despotricando a las espaldas. Conociendo a Miguel sabemos que no es de esas personas, y que si algo tiene que decir lo dice de frente. En todo caso si a Thays tanto le abruma, molesta, irrita, fastidia o incomoda esta situación, debería criticar al editor de la página de sociales de El Comercio, por poner a un comunista entre tanta gente pipirisnais que es lo que le parece joder realmente.
Y si lo ha publicado una transnacional, es porque consideran su obra de real importancia y calidad. Ninguna transnacional publica por publicar y menos gasta su dinero en un libro que no valga la pena. Y creo que la obra de Miguel Gutiérrez si tiene esa calidad para publicar en cualquier editorial grande. Otra cosa hubiera sido que le dicten a Miguel lo que tiene que escribir para publicarlo. Eso sí sería imperdonable.
En todo caso si partimos de esto, y consideramos válida la crítica de Thays, podemos decir que nadie se escapa, ni siquiera el tan admirado por todos, y me incluyo, Mario Vargas Llosa, cuyas obras han sido traducidas al chino y vendidas y leídas en ese país de millones. Si vamos a criticar a Miguel Gutiérrez por haber “publicado con gran felicidad suya por una editorial transnacional que él calificó siempre de ‘enemiga de clase’ e imperialista”. Entonces habría que criticar a Vargas Llosa por dejar que vendan su obra en un país como China Popular que no respeta los derechos humanos, que no respeta la libertad de opinión, expresión y prensa, y que tampoco está dentro del modelo económico liberal. Un país que está en contra de todo con lo que el autor de La ciudad y los perros se identifica, y defiende como parte de su conciencia de ser humano. Pero no, Vargas Llosa es intocable en este caso. Si observamos bien la forma es distinta, pero en el fondo es la misma chola con diferente calzón.
Sobre esto, es revelador el post en que Thays presenta un extracto de un artículo sobre el autor de Conversación en la catedral, escrito por Alberto Fuguet para el diario Perú21 titulado: El fundador (literario) de la patria: “Cuando conocí a Alberto Fuguet todo hacía indicar que no podríamos tener ningún punto en contacto. Por entonces yo andaba despotricando de las novelas callejeras, muy generación X, y él era casi un abanderado de esa generación para algunos autores de entonces. Pero bastó que conversáramos unos minutos para descubrir que había un gancho común, muy intenso: nuestra admiración por Mario Vargas Llosa (que luego compartiríamos con Paz Soldán). Eramos unos "incondicionales" como él nos llama en el artículo”.
¿Incondicionales? Yo también me consideró un incondicional de la obra literaria de Vargas Llosa, pero no hasta el punto de no saber diferenciar la obra de algunas incongruencias ideológicas de nuestro más famoso escritor. Al menos Fuguet es sincero y consigna lo siguiente: Somos muchos los que creemos en MVLL, que siempre estaremos a su lado, que nos de la mismo sus fetichismos ideológicos”. ¿Fetichismos? ¿Fuguet, está diciendo que MVLL es un idolatra del mercado? Si vamos a atacar a Miguel Gutiérrez por su ideología, ¿Por qué no decir lo mismo de otros? Pongo el siguiente caso:
Hace poco falleció Alexander Solyetnitsin. El mismo día consigné un post titulado El archipiélago Solyetnitsin, donde daba cuenta de la importancia de este escritor político que llegó a ser un abanderado de las libertades democráticas dentro de la Unión Soviética, por las cuales fue deportado de su país. Pero, también, hice hincapié del cambio ideológico cuando regresó a su patria, pues se reveló monárquico, antisemita, paneslavista, es decir racista y nacionalista. Además de defensor de las tradiciones rusas, que no tienen nada que ver con las libertades democráticas de occidente, con las cuales alguna vez fue identificado. Por estos motivos me preguntaba casi al final de ese post: “Lo seguirán aplaudiendo sus antiguos seguidores? ¿O lo recordaran solamente por esa etapa de su vida, de disidente?” Thays, días después, escribe en su blog lo siguiente: “A los 89 años murió Aleksandr Solzhenitsyn, escritor soviético que ganó el Premio Nóbel de Literatura en 1970, para ira eterna del entonces régimen Unión Soviética que lo consideraba un traidor. En NYT le hacen un extensísimo y muy documentado obituario, a cargo de Michael T Kaufman. Lo califican ahí como Un Gigante y Una Víctima. Aunque han pasado varios días del hecho, mientras estuve de viaje, no quería pasar por alto esta pérdida tan significativa para quienes admiramos la literatura en libertad”.
¿La literatura en libertad? Obviamente que estaba recordando el pasado disidente y anticomunista de Solyetnitizin. ¿Pero se puede hablar de literatura en libertad, cuando un escritor pide la expulsión de los judíos de Rusia, la pena de muerte para los enemigos de Rusia y la expansión de la cultura y raza eslava por Europa y el mundo? Más que un escritor de la literatura en libertad, parece un Joseph Goebbels. Pero Thays no parece darse cuenta o no quiere darse cuenta. Y esto en relación a nuestro tema nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué a un comunista como Gutiérrez se le tilda de anacrónico, en obra y persona, y el anacronismo fascista de Solyetnitizin es callado o escondido?
A ojo de buen lector, otras preguntas saltan a la vista: ¿Miedos? ¿Envidias? ¿Rencores? Más aún cuando en un post sobre Slavoj Zizek titulado, Las causas perdidas, Thays se refiere a Gutiérrez, como “Miguel, ni con el petalo de una rosa, Gutiérrez”, utilizando ese estilo de chismografía futbolera, impuesto por Leiter García (Leigaroli) en el diario El Bocón y que firmaba con el seudónimo de Jesús Ángel. Estilo que hasta hoy utilizan para referirse, por ejemplo, a “José, no me moriré de hambre, del Solar” o si se prefiere algo más cercano a lo literario con “Francesco, no se lo digas a nadie, Manassero”. (¡Curuju, Jesús Ángel, es influencia de uno de los escritores más conocidos del país!) O cuando afirma lo siguiente en un comment en el mismo post de Zizek, firmado por él : “Por más que ustedes pataleen, chillen y se arañen, yo seguiré diciendo que Miguel Gutiérrez es un narrador mediocre, un ensayista fallido y el auto proclamado jefe de una secta de escritores ‘excluidos’ por el mismo sello que lo edita actualmente a él”.
Salta a la vista, pues, que ante la falta de mayores argumentos la crítica ya no va por el lado de las ideas o de la producción literaria. Saquen ustedes sus propias conclusiones. Y si Thays ve una secta donde afirma que Miguel es el autoproclamado gurú literario, el mero mero de las letras, el patrón del mediocampo narrativo, el Dalai Lama de las editoriales, o usando la retórica maoísta El gran timonel de la novela peruana, pues habría que ver dónde se reúnen, dónde discuten, dónde liban, dónde conspiran. Habría que preguntarse, también, si hablarán de literatura o solamente jugarán play station. Porque si es por lo primero, hay mucho que aprender escuchándolos ¿No lo creen?
Por último y para terminar, recojo las palabras escritas por Alberto Fuguet en referencia a Mario Vargas Llosa, que bien puede aplicarse a mi solidaridad con la persona de Miguel Gutiérrez.
“Admiramos, recomendamos y defendemos a MVLL a pesar de todo: a pesar de algunas de sus ideas; a pesar que esas mismas ideas lo colocan en el lado de los castigados por los “iluminados y políticamente correctos”; a pesar de ciertos errores mediáticos o ser candidato a la presidencia o a ciertos excesos algo jet-set; todo esto da lo mismo: cuando uno se hace fan-discípulo-adicto a Mario Vargas Llosa, uno sella el pacto con sangre. Para siempre. La amistad y la lealtad –se sabe- está por arriba de todo. Uno en esta vida tiene que ser agradecido”.