jueves, 28 de febrero de 2008

DESDE EL CEMENTO DE LA POPULAR

Tantas cosas pueden cambiar en tan poco tiempo, tantas cosas vas perdiendo cada día, y tantas cosas también llegan a ti, como paliativos a esos golpes que te hacen pensar, si realmente es correcta la forma como ofreces tu vida, tu alma y tu pasión. Porque cuando tú pensaste que hacías bien las cosas, una indiferencia total te enfría el alma, de pronto, y te parte el corazón en dos, y te hace preguntarte si aún el sentimiento está presente.

La espera por una sonrisa que se hizo costumbre, el latir de un corazón que lo sentías como tuyo, y que se dejó morir porque una de las partes ya no le entusiasmaba tu cántico, no le deslumbraba tu cariño, y tu mirada ya no le hacía brillar los ojos, que sin palabras te decían te quiero, eres mi vida, mi tristeza y mi alegría. Y lo que queda es ir solo pensando en lo que fue, allí donde las voces se juntan para dar vida a un pueblo. Y tú perderte entre ellos para olvidar que tuviste alguien en quien creer, en quien depositar tu orgullo, como lo hiciste ayer en medio de la popular sur, pensando en el amor culminado, el mismo que un día feliz, viste caminar al borde de la cancha.

Y pensaste que la tristeza sería menos pesada cuando eres rugir de hinchada y salto de cemento, cuando creíste que te convertirías en bandera, para flamear al viento, esa poca alegría que aún te queda y que las penas se irían lejos al grito del primer gol del año. Pero no, no fue así y tu tristeza fue más triste todavía y tu corazón continuó igual de partido que esa tribuna, que si bien no lo estaba, daba la impresión de estar vacía.

Porque pensaste que este juego siempre fue de a dos, porque lanzabas un pase y recibías igual, y porque al recibirla, te llenabas de muchas ganas de vivir y de gritar que la pasión nunca iba a terminar. Porque las calles también jugaron para los dos, porque los colores siempre fueron de a dos, porque nunca un malecón fue tan nuestro, como los campeonatos que ganamos y que también perdimos. Porque la distancia es pase errado, disparo fallado, un beso al pecho, donde arde tu mano, mi mano, las que caminaban entrelazadas como equipo e hinchada rumbo a un objetivo.

Por eso el reencuentro de ayer no fue contigo, no fue con nadie… ¡fue con todos! Y el bombo era ese corazón que habías perdido. Porque lo vacíos que llenaba no se lo pediste tú, te los colmó sin pedir nada a cambio. Y sí, pues, tú no le dirías no a ese latir de una popular que te enseñó a amar sin condiciones, que te sacó del gran vacío en que te encontrabas, cuando las malas lenguas te decían que no eras nadie en quien creer, nadie a quien amar, nadie a quien respetar.


Pero ahora es distinto, y ya la caída está consumada, con herida en el costado que duele mucho más, porque sabes, y lo tienes bien claro, que corriste toda la cancha, que pusiste la pierna fuerte, que dejaste la piel y que, a pesar de eso, el gol nunca llegó. No porque tú no lo buscaras, sino porque no te lo permitieron, porque se olvidaron de ti, porque no te hicieron barra a pesar de tu esfuerzo. Así es la vida ¿no?

Sé, que a pesar de todo, de la derrota de ayer y del Antesdeayer, la pasión y el sentimiento no han acabado aún, como la voz de una hinchada que está esperando el volvernos a ver, el volvernos a encontrar, ya no por juegos amistosos sino por algo de verdad. Para que la emoción se haga color de camiseta, como las veces que de la mano veíamos las tardes caer sobre el mar, entre matices de color azul y blanco, como tú, como yo, como el sentimiento.

domingo, 24 de febrero de 2008

MARX MATO A LENIN

Curioso titular que bien podríamos imaginar en la pagina central de alguna sesuda revista, en donde se analiza el fin de la utopía socialista y el triunfo de la “libertad”. Quizá también una reinterpretación de los postulados económico – histórico – materialistas o alguna nueva manifestación del revisionismo contraculturoso.

Pero no es así. Más allá de categorías dialécticas, la historia sucedió en la vida real, y no fue en la Rusia pre revolucionaria o post perestroika. Ni en la Alemania durante la revuelta espartaquista. Aconteció aquisito nomás en el distrito de Vitarte, que para los alternosenderistas –Seguidores de El otro sendero– es uno de los espacios donde reside la fuerza pujante del capital y la modernidad peruana; en suma, donde la práctica, concreta sus credos liberales.

¿Pero qué carajo hacen Marx y Lenin en el territorio de la nueva utopía del Perú? Pues simplemente, participar de ella cada uno de la forma como la vida y las condiciones objetivas se les presentaron.

Marx Arotingo Ortiz, comprendió desde muy joven que si quería salir adelante, el trabajo honrado y el esfuerzo serían la mejor forma de conseguir el progreso, de acercarse a la utopía. De trabajo en trabajo y de esfuerzo en esfuerzo fue consiguiendo las mejoras que anhelaba alcanzar. Aún le faltaba mucho, pero a los veintinueve años la vida es un horizonte oscuro donde algún día se alzaría la aurora roja, como creían los gonzalistas. Él, veía ese amanecer de una forma opuesta: No creía que el poder nacía del fúsil, sino que el progreso nacía trabajando en la industria con mayor proyección del espectro neoliberal de nuestra patria, en una fabrica de confecciones de ropa. Era un obrero que vendía su fuerza de trabajo, un asalariado... un proletariado, como así lo sentenció en el siglo XIX, el viejo Karl Marx.

Su hermano menor, Lenin Arotingo Ortiz, en cambio, optó por otra de las alternativas que el actual modelo económico ofrece a la gran mayoría de desplazados –No solo territorial, sino también de oportunidades concretas y sólidas– Esa alternativa era el dinero fácil. A sus veinticinco años ya había pisado "Maranguita” y hasta hace poco estuvo preso en el penal de Lurigancho. Él no se alzaba contra los que tenían, no cantaba: Arriba los parias del mundo, para hacer que el tirano caiga y los siervos del mundo liberar. Tampoco creía que la propiedad sea un robo y había que expropiarla. Lamentablemente este Lenin, era de otro tipo. El vicio y lo fácil lo llevaban a confiscar las pertenencias de los que como él, no poseían mucho: sus vecinos, incluida su familia y su propia madre.

Esta diferencia de visiones del mundo hacía que Marx y Lenin tuvieran más de un encontronazo, más de un conflicto laboral, más de una lucha de clases. El obrero contra el lumpen proletariat

Hasta que un día Marx explotó. Lenin –A quien mejor le caería el nombre de Stalin– había llegado a la casa familiar, como siempre lo había hecho los fines de semana, a llevarse algo, cuando no encontraba a un vecino o a algún despistado a quien robarle hasta el cansancio del trabajo recién remunerado. Qué estaría planeando o que estaría angustiando que le exigió a su hermano, le entregara el arma que tenía para su seguridad personal (¿?) Ante la negativa vinieron las amenazas y las agresiones. La madre de ambos, intervino, pero una mano acostumbrada a no importarle nada, se alzó contra ella, una y otra vez... como había sucedido tantas veces tantas.

Y como se dio cuenta que nada conseguiría con esos golpes a su madre y a su hermano, que ya eran más que golpes, atentados, tomó el balón de gas y trato de cortar la válvula con un cuchillo, con la idea de incendiar la casa. Pensaba ser la chispa que incendiaría la pradera, el asalto al palacio de invierno.

Cansado ya de tanto, abuso, de tanta humillación, de tanta vejación, Marx hizo dos disparos, según refirió después, para asustarlo; pero, las balas fueron directamente al corazón de su hermano que dejó de existir en el acto. Sabiendo de su responsabilidad asumió su culpa como siempre había asumido sus actos. Espero ensimismado a la policía repitiendo: “Ya no aguantaba más, estaba harto”. ¿De dónde había salido esa arma? Esa es la gran pregunta. Lo cierto es que siempre hay un arma a la mano de los que oprimen, y también de los que están hartos de la opresión.

La utopía liberal se había acabado para Marx y también para Lenin. Al igual que la utopía socialista.

viernes, 22 de febrero de 2008

37 + 28

FOTO: Rocío Farfán Salazar

Al ayer...

Treintaisiete veces más veintiocho
Besan el malecón nuestro
De cada día


Al frente
El futuro es mar de noche
Y el anhelo
Una vuelta hacia otra esquina

Las manos que tocan
Cuántas veces tantas
No recuerdan el olvido

Y tu mirada es relajo
Sueño de asfalto
Piel de ángel caído

Qué hicimos para que olvide
Un solo baile
Y la vida es
Amaneceres tardíos

Qué sientes cuando beso
Un te quiero
Y muerdo la nostalgia
De tu cuerpo dormido

Dime si es posible
Pintar más fotos
Cantar juntos el baile
Y escribir
Despertar a la tarde contigo

viernes, 8 de febrero de 2008

HISTORIA DE UNA FOTO SUBTE


Envidio a los fotógrafos porque eternizan un instante cualquiera de la vida. Porque convierten ese instante simple, en un instante eterno que con el paso del tiempo nos evoca sensaciones, recuerdos o sentimientos. Tan importantes que muchas veces nos arrancan una sonrisa, una lágrima, un suspiro. Tristeza o felicidad. “Ay vejete y revejete, por más que hagamos, al final nos convertimos en recuerdo o en fotografía”, dice Ludo Tótem personaje de Julio Ramón Ribeyro en Los geniecillos dominicales. Hoy más que nunca le doy la razón.

Veinte años después, mis recuerdos de la Lima de los ochenta siguen siendo de un gris melancolía, que equilibra la sensación de miedo por haber vivido en una ciudad violenta. De ver las veredas moverse al ritmo de la canción Ratas callejeras de Eutanasia; de sentir los postes vibrar con el coro de Astalculo de Leuzemia. O, más tranquilo, de ver morir el sol desde la azotea de mi edificio, mientras sonaba una de las Cúrsiles Romanzas de Daniel F: “Volveré cuando me vaya y si no regreso, vengo”. Y hoy volví.

La vida se nos hacia un nudo en la garganta y para los que fuimos jóvenes, a los que ahora llaman ochenteros, lo único que nos quedaba era gritar todo nuestra angustia y anhelos de un mundo mejor, restregándole a la sociedad peruana –Abimael y Alan incluidos– toda la mierda que ellos habían hecho de nuestras vidas. Para eso nació también el Rock Subterráneo.

Viendo esta foto de 1987, tomada en la esquina del jirón Chincha con la avenida Wilson, en la calle donde quedaba la discoteca No Helden, me pregunto qué pasaba por las cabezas de esos muchachos, de qué se estaban riendo, qué es lo que estaban mirando. Me pregunto si para ellos el mañana era un No Futuro o el futuro era un No Mañana. Si el día a día acababa con una sensación de atentado, apagón o paquetazo. Si la vida acelerada llenaba sus pequeños mundos aún expectantes por el puede ser; a diferencia del mundo gris, como la foto, que los rodeaba y que parecería estar desenfocado en sus pupilas.

Sin habérselo propuesto alguna vez, estos subtes fueron parte de un movimiento que marcó huella en su época. Con sus gritos destemplados y viscerales, con sus canciones llenas de mierdas y desesperanzadas puteadas, con su estética del reciclaje; y, sobre todo, con su honestidad para decir las cosas tal como son, lograron que se replantearan muchos dogmas en la música y las artes plásticas en el Perú. La vanguardia en general.

Alguna vez, una esquina como esa, me atrapó en la órbita de un trago de mala caña. Quizá junto a algunos de la foto. Y, al igual que en ese momento, no mirábamos el mañana, que ahora es el ayer. Para que no queden en el anonimato de ese pasado, acá van algunos apodos que aún la memoria no ha borrado con los años, de algunos no sé hasta ahora sus verdaderos nombres:

Cachaciento y con casaca de cuero negra, el chino Daniel (Ex guitarra de Autonomía) Mirando fijamente a la cámara, en actitud bien Glam, Pedro B (Guitarra y voz de la banda Ska, Sicosis) El que sigue no lo recuerdo. Con polo blanco y al parecer cagándose de frío, porque todos están bien encasacados, Luis Berrocal (Editor del fanzine El Sotano Beat, y quien me facilito la foto) Mirando siempre a un lado, siempre a la alterna, nunca de frente o derecho, el combativo Richi Lakra (Editor del fanzine Poetas del Asfalto) El último de la fila, y creo que es sintomático que tenga una mano metida en el bolsillo, Pepe Asfixia (Bajista de Eutanasia) El primer sentado me dicen que es el Vandálico, yo lo recuerdo con otra cara. De gorrito, a lo Daniel F en los primeros años de Leuzemia, el Nico (Guitarra de Eutanasia) Siempre escuálido, con sus pelos parados, el Yucatán. El que está sentado de negro no lo recuerdo. Arriba, y que parece recién salido de Bergen Belsen o de Auschwitz, el Pelao Kike o también conocido como Kike Excomulgado (cantante de Eutanasia) el siguiente de bigotes, con peinado New Wave, es otro que no recuerdo. Y por último, sin más presentación, Saúl Omiso (Cantante del grupo más radical de todos los que ha habido sobre la tierra: Sociedad de Mierda. Posteriormente lo fue también de TBC)

Muchos de ellos tomaron rumbos distintos, como el chino Daniel que ahora reside en Francia. O como Nico, el Pepe Asfixia y el Pelao Kike que viven en Alemania. Otros se quedaron por estos lares para hacer su música y desarrollar su arte poétika, como Pedro B o el Richi Lakra, o Luis Berrocal que realiza la titánica labor de rescatar las raíces del Rock hecho en el Perú. O como Yucatán que ahora disfruta de su libertad que por años le fue negada, o como Saúl Omiso, el único de quien se puede decir que se ha convertido en recuerdo y fotografía. Y para los que lo vimos cantar sobre un escenario… ¡Qué tal recuerdo! Jamás se nos olvidará esa energía, esa rabia, esos ojos desorbitados y esa visceral voz que no eran más que el rostro sincero, honesto y desesperado de los tiempos que le tocó vivir.

¿Y esa esquina? Tampoco existe, ahora es parte de un condominio de Mi Vivienda. Tampoco está más la discoteca No Helden, en su lugar hay un salón de clases de un instituto. ¿Sabrán los nuevos jóvenes que se buscan un futuro en esa aula, que allí mismo cientos de jóvenes iguales a ellos, danzaron los ritmos de la desesperanza, los ritmos de un futuro negado? No recuerdo qué grupo español cantaba esta letra, quizá era Ultimo Resorte, pero creo que cae a pelo: “Somos el futuro, somos el progreso, somos tu futuro de carne y hueso”.

Hoy, veinte años después, sigo recordando esos años como el color gris de esa foto, con el color gris de la melancolía.

Foto: Atribuida al Poggi 100, pata de Filosofía de San Marcos que se dedicó por años a registrar a la mancha Subte, su nombre es tan desconocido como su paradero. Si alguno reconoce a los que no recuerdo háganlo saber.