miércoles, 30 de junio de 2010

A DIEZ AÑOS DE UNA CICATRIZ

Foto: Chío F.

Creo que es lo primero que llama la atención cuando alguien me conoce. Creo que también determina la forma cómo las personas se dirigen hacia a mí. A veces intimida, pero sobre todo causa mucha curiosidad. Tanto así que cuando he tenido la oportunidad de que me entrevisten es una de las cosas que no dejan de preguntar. Pues bien, ahora que se cumplen diez años, de estar conmigo en las buenas y en las malas, les contaré la historia de mi cicatriz en el rostro.

Esa tarde del 30 de junio del año 2000, Sandro Casas, ex bajista de Dogma SS, me llamó para ir al concierto de Leuzemia en el local que se denominó La Nueva Helden, frente al hospital Loaysa de la avenida Alfonso Ugarte. La idea era encontrarnos en la casa de Daniel F en la UV#03 para llegar con él y entrar gratis… y así fue.

Daniel nos hizo entrar sin problemas. Ya adentro, Sandro se perdió por ahí, y yo me encontré con unos amigos que no veía hace mucho tiempo. Nos pusimos a tomar unas cervezas. Como Leuzemia era el único grupo que nos interesaba, salimos del concierto apenas hubo terminado. No serían ni las 11 de la noche.

Deseábamos continuar con las cervezas a Breña, mi barrio de toda la vida. Entre los que estábamos, se encontraban unos amigos con los cuales bajaba a los conciertos del Hueko y de la Jato Hardcore de Barranco. También estaban Javier de la banda Rabioso, Miguelito y Torraca. Amigos de la tribuna sur.

Avanzando por la avenida Alfonso Ugarte nos cruzamos con un grupo de quince en la esquina del diario El Peruano. Pasamos por su lado y uno de ellos nos comenzó a hacer la bronca. Por como hablaba pudimos darnos cuenta de que estaba totalmente ebrio. Uno de su grupo lo detuvo y se lo jaló a la vez que nos decía que no pasaba nada.

Continuamos por la acera del colegio Argentino. Recuerdo haber visto en la esquina una caja llena de vidrios rotos en medio de la basura acumulada. Cuando ya estábamos por llegar a la avenida Venezuela, escuchamos pasos... volteamos y eran los mismos que se nos venían con todo para agredirnos, sin más explicación. Pudimos haber corrido y escapar, pero no. Nos plantamos a defendernos, con la idea de ir retrocediendo hasta la Venezuela y entrar a Breña.

En esos minutos nos paramos al frente y a punta de correazos los mantuvimos a raya, pero eran demasiados para los seis que éramos en total. Por eso nos desbordaron y atraparon a Miguelito que comenzó a recibir golpes sin poder defenderse.

Creo que ese fue el momento de ver quién es quién. Porque pudimos haberlo abandonado, irnos corriendo porque ya nos habían rodeado, o haber avisado a los del Serenazgo que estaban más allá viéndolo todo sin intervenir. Pero no. Optamos por lo más arriesgado: meternos en medio de ellos y rescatarlo a punta de golpes. Y en un breve lapso de tiempo, pudimos sacar a Miguel, quien salió ileso… Pero, nosotros, nos quedamos en medio de todos ellos. Recuerdo que busque una salida pero solo vi figuras hostiles.

Entonces no sé como siento que me arañan la mejilla…la verdad fue tan rápido que no me dolió. Lo único que hice fue tocarme el rostro y sentir la gran cantidad de sangre que salía. La verdad me asusté porque pensaba que me habían cortado el cuello. Pero no, me habían hecho un tajo grande que atravesaba desde la barbilla hasta casi llegar a la oreja, con un pedazo de vidrio de la caja que había visto metros antes.

Por esas cosas absurdas que suceden en los momentos más dramáticos, lo primero que pensé fue en el Sketch de Risas y Salsa cuando a Adolfo Chuiman lo agarraban a golpes y decía: “En la cara no, en la cara no” jajaja.

Lo curioso es que los que nos hicieron la bronca, lo hicieron por las puras hueveras. Porque no nos robaron ni nos dejaron algún mensaje como para saber el porqué. Simplemente nos agredieron y cuando me cortaron se fueron corriendo como si se hubieran asustado de algo. Porque si hubiera sido por darnos una paliza, ese momento era cuando estábamos más vulnerables. Pero no, simplemente escaparon de la marca sangrienta que me habían dejado para siempre.

Yo seguía asustado por la sangre que no paraba. Con mis amigos nos subimos a un taxi y me llevaron al hospital Loayza, a unas cuadras. Allí me habría de enterar que a Javier Rabioso le habían hecho un largo corte vertical en la espalda, atravesando un polo, un polón y una casaca de jean.

No recuerdo cuántos puntos me hicieron, pero sí que Torraca vendió su reloj para poder comprar más hilo, ya que el primero no fue suficiente para zurcir tremendo chuzo. Para suerte mía, por llamarlo de alguna forma, el doctor que me atendió era un muchacho que estaba haciendo su internado. Cuando le conté que me lo habían hecho saliendo de un concierto de Leuzemia, me reveló que también había escuchado bandas subtes. Es más, era amigo de César N. Me parece que eso lo motivó a cocerme el cacharro con paciencia y minuciosidad. Porque de rato en rato un enfermero se acercaba a decirle que lo estaban esperando “Arriba”. Le pregunté qué había arriba, y me dijo que lo estaban esperando para una operación, “Pero como no se va a morir, que espere nomás”, me aseveró.

Básicamente esta es la historia de esta cicatriz que ahora es la marca distintiva de mi persona, porque así como a algunos los llaman por el pecoso, el chupiento, el colorado, el cachetón, a mi me identifican como el chuzeao… “¿Quién Martín?”, pregunta uno. “El chuzeao, pe”, responde el otro.

Pero igual no me incomoda, porque ya es parte de este personaje que soy yo. Es más ha recibido tantas elogios y he tenido tantas anécdotas. Por ejemplo una amiga, en este blog, comentó que tengo una cicatriz atractiva y transgresora, o una ex enamorada me dijo que ese corte me hacía ver como un hombre con historia. O cuando una amiga, a quien recién me presentaban, le dio una pequeña pasadita de lengua, en vez del clásico besito en la mejilla, jajaja. No le faltaba razón a Vargas Llosa en La tía Julia y el escribidor, cuando escribía sobre las “Marcas de fierro en cuerpo y cara de varón que damas lúbricas suelen llamar apetitosas”.

Lo que sí es cierto, es que mi cicatriz es tan mía como las cosas que he hecho en mi vida, porque fue la consecuencia de un acto que yo considero arrojado. Pues, como dije líneas arriba, pude haberme corrido, pero no lo hice, y pude salvar a un amigo de que sea malogrado, a costa de mi propia integridad. Creo, y siempre lo he afirmado, que si en las calles, esos actos fueran reconocidos, las marcas físicas que te dejan, serían las condecoraciones de esos heroísmos sin trascendencia para los libros de historia, pero que sí lo son en las pequeñas historias que se escriben, en las batallas callejeras de las grandes urbes.

Hoy que se cumplen diez años de la cicatriz que adorna mi lado derecho, la llevo con mucho orgullo, como si fuera una condecoración, mi Cruz de Hierro.

viernes, 11 de junio de 2010

TRES AÑOS DE GENERACION COCHEBOMBA


Para muchos el 11 de junio no representa nada, salvo para los cumpleañeros, las cumplemenos y los cumpleolvidos. En este día hay 11 santitos en el santoral. Y en el calendario cívico, no figura como día significativo de las efemérides patrióticas. Como quien dice, es un día como cualquiera.

¿Entonces qué tiene de importante esta fecha? Para mi tiene bastante porque el 11 de junio del 2007 presenté en el Centro Cultural de España, mi novela Generación cochebomba.

Esa mañana era como todas, fría y nublada. Pero había despertado con el hedor de la muerte. Una fosa con tres cuerpos descompuestos fue descubierta en Huaycán. Obra de un asesino. No le di importancia a esa noticia porque estaba concentrado en lo que pasaría a la tarde, en la hora de la presentación. No intuía que de alguna forma, esa masacre, afectaría los recuerdos de ese día.

A las siete de la noche empezó todo. Bajo la cortina musical punkekona que había sido seleccionada por mi hermano Javier rabioso, subieron los presentadores: El poeta, criollista y aliancista Daniel Mathews, y el narrador y profesor del taller de narrativa de San Marcos, Jorge Valenzuela.

Entre las palabras de Daniel y el análisis de Jorge sobre el libro, quería rescatar las palabras que dije al final de mi intervención: “Siento que me he lanzado a una piscina desde un edificio… Sólo el tiempo me dirá si es que en ella había agua”. Tres años después puedo decir que sí había.

Desde un principio Generación cochebomba, fue teniendo buena consideración entre los lectores y en cierta crítica. Fue calificada como la novela subte de los años ochenta y como parte de las novelas que tocan el tema de la guerra interna. Hoy es objeto de estudio para monografías universitarias. Y para una tesis de licenciatura de un alumno en Literatura de la universidad Católica.

Me han entrevistado en varios diarios, revistas y blogs. Me han invitado para hablar sobre ella en Ferias del libro y universidades dentro del país. En el extranjero ha aparecido en varios blogs y revistas virtuales de España y Chile. Precisamente por una de ellas, me llegó una propuesta de una novel editorial de España para publicarla, la cual no se concretó.

Por ella he conocido a escritores que antes miraba desde lejos y que han disfrutado de la lectura de mi libro. Uno de ellos, muy importante dentro de la narrativa nacional, me dijo que la considera de las mejores que ha leído sobre los años de la guerra. Otro, que se ha hecho muy amigo mío después de leerla, afirmó en un conversatorio que si hubiese sido publicada en los años noventa, sería la novela representativa de esos años. Y un escritor español escribió un comentario donde se lamentaba no habérsele imaginado, antes, una historia similar con ese título tan de putamadre.

Recuerdo que Jorge Valenzuela me preguntó si había sacado el título de algún estudio de sociología. Pero, la verdad fue que uno de los personajes me lo había dictado en la vorágine de la escritura del cuarto capítulo: “Brindemos por nosotros la generación del apagón y el coche bomba”. Hoy el nombre ha sido adoptado como una marca generacional, por algunos. Desecharon lo de Generación X, que fue usada para denominar a un sector de la juventud norteamericana, y adoptaron algo más acorde con nuestra realidad.

En ese sentido, a muchos lectores les ha ayudado a entender la juventud que creció en medio de dos fuegos. Y, para un sector de adolescentes metidos en la música y las tribus urbanas, es libro de referencia sobre lo que los subtes ochenteros hicieron cuando ellos aún no habían nacido.

Me han escrito lectores de Argentina, Chile, Colombia y España. Muchos lo habían adquirido en alguna librería a su paso por Lima. O porque habían leído algo en Internet. Lo que me parece increíble es la identificación que han llegado a tener con los personajes y las situaciones. Un lector español me escribió para agradecerme, porque Generación cochebomba le había hecho recordar sus épocas de mohicanos, gatxetes (casas okupas) y punk rock.

He conocido personas de todos lados. He hecho nuevos amigos, incluso dos lectoras se han hecho muy amigas mías que las tengo en muy alta estima. A una tanto como si fuera mi hija. Me he enterado, también, que regalar Generación cochebomba reconcilió a una pareja después de años. Y ha propiciado la ruptura de otras dos.

Para algunos es una historia de sexo, drogas y rocanrol. Para otros una novela política. Otros consideran que pretende describir una época. O, como el antropólogo norteamericano, Shane Greene, la consideran una historia de amor. Como ven, la novela tiene varias lecturas. Queda en cada uno descubrirlas.

Me han sugerido, también, que es una buena historia para una película u obra de teatro. Eso ya se lo dejaría al trabajo de un cineasta, aunque si alguna vez se da, me gustaría colaborar en el guión y en el casting.

En fin, en estos tres años han pasado muchas cosas que ni me imaginaba. Generación cochebomba me cambió muchas cosas. Por eso recuerdo con mucho cariño este día cuando lo presenté. Un día que seguro no significa nada para nadie. Pero, para mí sí. Porque la había escrito con mucha pasión, dedicación y honestidad.

Estuve acompañado por las personas que quiero y que me han apoyado desde siempre: Mi familia, mis amigos de barrio, mis amigos subtes y mis amigos de la tribuna. Solamente una persona no estuvo ese día, y era a la que más esperaba. No me enteré hasta el final que por causa de su trabajo la habían mandado a la exhumación de los cuerpos en Huaycán. Por eso no pudo llegar a tiempo.

Tres años después vuelvo a leer una carta donde lamentaba no haber podido estar conmigo: “En este día tan especial para ti, que sin saber cómo se había convertido, también, en especial para mí…en esta aventura que se inicia, en que todo puede recién estar comenzando”.

No te equivocaste, nena.


Daniel Mathews, Martín Roldán y Jorge Valenzuela



Mi familia

La gente del barrio

La gente

Fotos: Yayo

viernes, 4 de junio de 2010

ENTREVISTA BRAVA EN REVISTA NUMERO ZERO


Martín Roldán Ruiz (Lima, 1970) es periodista, aliancista y también escritor. Contrariamente a lo que muchos piensan, es un ejemplo de que la literatura y el fútbol pueden encontrar lugares comunes y fusionarse para crear trabajos de calidad. No es que Martín sea un teórico del fútbol, sino que gracias a sus experiencias como integrante del Comando Svr (barra oficial de Alianza Lima), nos presenta historias que retratan dramas humanos como cualquier otro, solo que éstos ocurren en el poco comprendido mundo de las mal llamadas barras bravas.

Tiene en su haber dos publicaciones. La primera se titula Generación Cochebomba (Edición de autor, 2007), una novela que narra las experiencias y vicisitudes de un grupo de amigos de la horneada subterránea de mediados de los ochentas. Su segundo libro, Este amor no es para cobardes (Norma, 2009), es un conjunto de relatos que giran en torno a la violencia alrededor de las barras de fútbol pero, como afirma el autor, también representan una mirada al país, a sus contradicciones y sus males, a través de estas agrupaciones que son un microcosmos del Perú de hoy.

¿Tus relatos son obras de ficción o contienen partes reales, de no-ficción?

No son experiencias mías, son cosas que he visto. He visto tantas cosas en la barra que puedo deducir cómo en determinada situación cierta persona va a reaccionar de una manera particular. Pero hay algunas cosas que están basadas en hecho reales, pero no necesariamente todo es real del cuento; por decirte en El Coyote, la persona en que se basa el personaje sí existe, con el mismo nombre y el grupo (La Calle), y él una vez tomando un trago en un aniversario de la barra, me confesó de que había sido soldado y que habían muerto en sus brazos amigos suyos. A partir de allí se me vinieron a la mente muchas cosas. De cómo reflejar ese momento, ese drama de alguna forma y ese es el resultado de la historia. O la idea de enfrentar en una situación extrema a dos personas que ideológicamente son antagónicas, pero que hay algo que los une, que en este caso es un equipo de fútbol.

¿No has pensado en escribir algo en base a tus propias experiencias como barrista?
A mí me gusta inventar historias, a veces yo quiero decir algo y la ficción no ayuda, o hay que buscar elementos de la realidad para lograr lo que tú quieres decir, entonces la mente ayuda cuando escasean esas cosas. Pero mis experiencias no, es decir, hay cosas como por ejemplo la descripción de un guerreo que a mí nadie me va a decir cómo es, porque yo me he enfrentado muchas veces contra 500 de norte y 500 de Alianza a 3 metros de distancia. Yo sé como suenan las piedras, como rebotan tac tac tac, y las piedras más peligrosas son las que rebotan, porque no sabes las que vienen de abajo. Pero eso ha servido para yo poder inventar una ficción, y la cual creo que es mucho más contundente que si yo escribiera sobre mí mismo, es más convincente una ficción que mis experiencias como barrista.
¿Y gente de otros equipos también se han identificado con tus relatos?
Negrita
Claro, por decirte el primer cuento Los Culpables, lo publique en una revista de la universidad Villareal. El día de la presentación de la revista, el director me invita a la mesa y habló tan entusiastamente de mi cuento que parecía su presentación y me dijo que se sintió identificado. Al final me acerco y le pregunto si es de Alianza, y me dice que no, que es de la U y que fue tribunero de norte como 3 años seguidos.

¿Pero los cuentos son para los aliancistas?, ¿Es posible que se identifique un hincha de la U con tu libro?
La semana pasada estuve en un colegio dialogando con unos alumnos sobre mi libro, y les decía que no lean los cuentos como si fuera una representación Alianza-U, sino que lo vean como una representación del Perú. Hay ciertas cosas que se comparten y son iguales entre hinchas de la U o Alianza. Yo de alguna forma investigué la forma de hablar y de pensar de los hinchas de la U, los prejuicios que tienen contra nosotros de Alianza.
¿Cómo así?
En los foros de grupos en internet, como Hinchadas del Perú, los de la U decían explícitamente como pensaban. A los de Alianza los veían como enanos de metro y medio, fumones, negros, pastrulos, y es una cosa curiosa porque en norte hay más afroperuanos que en sur, y cuando cantan “negro maricón” dicen que el negro de la U es inteligente, el del Alianza es un negro cagón”.

¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
Cuando escribí Generación Cochebomba, que es mi primera novela, sobraron historias y personajes que no encajaron dentro de esa trama. Y gente que había leído la historia, me empezó a escribir y me pedía segunda parte. Como me quedaron estos personajes dije por qué no escribir cuentos sobre los personajes, que eran como 6 ó 7, y anécdotas que no encajaron en la trama pasada. Ya las tengo casi terminadas y espero publicarlas.

¿Qué papel juega Sendero Luminoso en tus relatos?
Los cuentos están ambientados en los 80 y no mencionar a Sendero o la violencia política, en un cuento ambientado en esos años, es faltar a la realidad, o a lo verosímil, que es lo que interesa en literatura. Por ejemplo, en mi libro yo propongo de alguna forma que las barras son consecuencia de esa situación, no es que las barras nacieron de la nada, que son un grupo de locos que surgieron de forma espontánea y son violentos porque sí. Con la lectura de los relatos trato de proponer que las barras son consecuencia de la violencia política que se vivió y destruyo al país de alguna forma, tanto en moral como en valores.

¿Ya no piensas escribir algo de fútbol o de las barras bravas?
Si pienso escribir, tengo en mente como 3 proyectos, pero nada de fútbol. Quizá con la política, quiero escribir una historia de amor, cosas así.
¿Cómo es la vida de Martin Roldán Ruiz cuando no está en el estadio?
Tranquila. Trabajabo, escribo, aprovecho el mayor tiempo en escribir o en leer, ver películas, ir al cine. Pero no soy un desbandado. Escribir me dio una disciplina, en eso yo comparto muchas cosas con Vargas Llosa acerca de la disciplina del escritor. Cuando escribí Generación Cochebomba lo hacia los fines de semana. No podía irme a fiestas el viernes porque, como a mí la resaca me dura dos o tres días, los días siguientes al viernes serían perdidos y me saldría de la línea.
Sacado de la revista digital Número Zero

miércoles, 2 de junio de 2010

RECITAL - TRIBUTO POR BETTO MAYA


presentacion del fanzine de contracultura POETAS DEL ASFALTO N-63-64


EDICION TRIBUTO A BETTO MAYAESTA EDICION CONTIENE TEXTOS Y TRABAJOS DE CRONWELL CASTILLO DE SIGNOS JOSE PANCORVO, MARTIN ROLDAN, FELIX MENDEZ, CARLA MAIZ, FERNANDO CASSAMAR, LUCHO DESOBEDIENCIA, NUTTY SATELITE, PATTY CAMACHO, SANDRA ENCISO, JOSE CORDOVA de AREKIPA PABLO PINEDA, RICARDO MORGUE, JOE VARSOT, RICHI LAKRA, CHARLES VELORIO Y FERNANDO LAGUNA.


TAMBIEN UN EXTENSO XTREMO POEMA DE FELICIANO MEJIA AL SON THE RAP, EL KOMANDANTE RODOLFO YBARRA PINTO ESCRIBE SOBRE KARL MARX Y SOBRE BETTO MAYA, MARTIN ROLDAN DEJA UN TESTIMONIO TOTAL SOBRE BETTO MAYA. EL ARTISTA PLASTIKO JORGE GALAGARZA JAIME ALCANZA UN GRAFICO DE CHARLES BUKOSWKI,UN POEMA DE PIER PAOLO PASOLINI, DEL POETA MAESTRO DE LOU REED EL GRAN DELMORE SCHARWS SE REPRODUCE UN POEMON Y FINALIZA ESTA EDICION CON UN TRABAJO TOTAL DEL PRIMO MUJIKA SOBRE BETTO MAYA....ETC ETC ENTRADA LIBRE ------PIZCO DE HORROR