lunes, 28 de noviembre de 2011

EXPO DE FERNANDO BEDOYA


Pintura Fernando Bedoya

Mi amigo, Alfredo Vanini, me pide difundir esta expo de Fernando Bedoya. Cumplo con él.

Miércoles 30, 7pm, Alianza Francesa de Miraflores (Galería L’Imaginaire)
Vernissage de la exposición
Una vanguardia invisible:
1979, acerca del proyecto “Coquito”
(Bedoya, Idoyaga, Angulo, Knippenberg, Biduera, Bolaños)
Curatoría: Augusto del Valle

Una vanguardia invisible: 1979, acerca del proyecto Coquito es una exposición que muestra piezas originales del proyecto Coquito. Así mismo, documentación en video y fotografía que permite al espectador hacerse una idea de lo que fue, en su momento, esta interesante propuesta visual y conceptual. Las páginas del célebre libro de lectura infantil “Coquito”, al ser intervenidas, se convierten en el escenario de la convulsión política y de una huelga del SUTEP. La exposición también es una ocasión para reflexionar y discutir acerca del conceptualismo latinoamericano, y de las categorías que permiten no solo apreciarlo sino, a su vez, asumirlo como parte de nuestra tradición en el arte contemporáneo.

El proyecto fue originalmente pensado, en septiembre de 1979, por el hoy reconocido artista plástico Fernando Bedoya, en un contexto de cambios y de lucha política y en el marco de una invitación de ciertas instituciones locales vinculadas al magisterio que buscaban a artistas para que estos, con su obra, pudieran apoyar la protesta. Participaron, en todo el proceso creativo, Mercedes Idoyaga (Emei), Lucy Angulo. Así mismo, en algunos collages, Martín Biduera y también Rolf Knippenberg, quien hizo un interesante registro fotográfico.

La exposición estará abierta al público del miércoles 30 de noviembre al 12 de diciembre en la galería L’Imaginaire de la Av. Arequipa 4595, Miraflores.

El ingreso es libre.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

INDÍGNATE, PARTICIPA, COMPROMETETE


El número de noviembre de la revista Esquina, ha publicado este árticulo mío. Espero les guste.
Recuerda que tu revista “Esquina” la puedes encontrar en los siguientes puntos de distribución: Zeta Bookstore, Centro Cultural España, Centro Cultural Británico de Miraflores, Centro Cultural de la PUCP, Fundación Telefónica, ICPNA, Librería Ibero (av. Mariscal Óscar R. Benavides – Ex Diagonal – 500 Miraflores), Librería Contracultura, Librería Crisol del Jockey Plaza (av.Javier Prado Este 4200) y de Plaza San Miguel (Tienda 55 – 56), ADUNI (av. Bolivia 53, cruce con av. Alfonso Ugarte, Breña), Casa de la Literatura Peruana, en el Bar La Noche de Barranco y en Búho Comunicaciones con oficinas en Alcanfores 492, Of. 412 Edificio Thumberbird. Los interesados en adquirir las revistas pueden llamar al 01 – 2018100 – 999356310. 
INDÍGNATE, PARTICIPA, COMPROMETETE
Texto y fotos: Martín Roldán Ruiz
Si te dijeron que la Democracia, es el sistema más justo. Si te dijeron que el ser humano está por encima de la lucha de clases o el libre mercado. Si te dijeron que en el estudio está tu futuro.  Y el presente te contrasuelea con la realidad porque todo eso es una pantalla. ¿No te sentirías indignado?

Los indignados de España, o el movimiento 15-M, por su inicio el 15 de mayo del 2011, tiene precedentes en las revueltas de Grecia 2008, y la Primavera Árabe que del 2010 a la fecha está tumbando regímenes que se creían eternos. Aunque sus acciones son distintas.

El 15-M, manifiesta pacíficamente su rechazo contra la política que ha olvidado los problemas diarios de los ciudadanos, y más parecen guardianes de intereses económicos. También abogan por los derechos de vivienda, trabajo, cultura, salud, educación, desarrollo personal y derecho a bienes de primera necesidad.

El nombre viene del libro Indignaos! del escritor francés Stéphan Hessel, uno de los redactores de la Declaración de los Derechos Humanos en 1948. En él llama a marchar pacíficamente contra la indiferencia y el fascismo, a quien ve como una amenaza: "No ha desaparecido y nuestra ira contra la injusticia sigue intacta". Y contra los medios de comunicación: “Que no propongan como horizonte para nuestra juventud otras cosas que no sean el consumo en masa, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición excesiva de todos contra todos”.

Esta indignada manera de protestar va ganando adeptos en varios países. La última manifestación llega desde  los Estados Unidos, con los Ocuppy Wall Street.

EN EL PERÚ.

Este15 de octubre, los indignados, convocaron a una manifestación global de toma pacífica de plazas. Lima tuvo como escenario la Plaza San Martín, en donde la convocatoria fue simbólica.

¿Pero indignados en el Perú? Por los comentarios en las redes sociales, no hay consenso. Un sector está a favor. Otros lo ven absurdo por ser un movimiento del primer mundo. “El peruano es emprendedor, carajo, y sale adelante a pesar de los problemas”, manifiesta un comentario.

Atravesar dos décadas de inflación, escasez, guerra interna; y gozar, ahora, de estabilidad económica, determina expectativa por el futuro en la gente. Por tanto no toman conciencia de la corrupción, falsedad política, incumplimiento de promesas y derechos laborales.  “Lo que necesita el país es una juventud que trabaje, no que se quejé”. La idea de trabajar y callarse, está bien posicionada.

Sin embargo, en la plaza San Martín, estuvieron los ignorados políticos y mediáticos. FONAVISTAS, jubilados, antitaurinos, pro indígenas, pro derechos Humanos. Y jóvenes descreídos del progreso de los Malls, la gastronomía gourmet, y de la marca Perú.

Existen antecedentes locales de indignación. En 1997, Fujimori, destituyó a miembros del Tribunal Constitucional. Esto generó una serie de manifestaciones simbólicas en su contra, (lavado de la bandera, etc.)  que culminaron en la marcha de los 4 Suyos.

En ese sentido, si la política peruana continua en escándalos de corrupción, o incumplimiento de promesas. No duden que existe la suficiente capacidad para indignarse, participar y comprometerse, una vez más.

















Fotos: Martín Roldán Ruiz

domingo, 20 de noviembre de 2011

HA FALLECIDO LEO BACTERIA.


Me avisan que Leo Bacteria, miembro de bandas como M.D.A, Insumisión, y últimamente Pestaña, ha sido encontrado sin vida en su departamento. De hecho siento un ahogo en la garganta porque a Leo lo conozco desde esos años del Rock subterráneo cuando  usaba unos chancabuques  que eran más grandes que él.  Ya desde chibolo bajaba a los conciertos en el Hueko y en la casa jarcore de Barranco.

Fue editor del fanzine Azko. Y por  esa costumbre subte de asociar tu nombre  con lo que hacías o de dónde eras, lo bautizamos como Leonardito Azko. Hasta que años después él mismo adoptaría el seudónimo de Leo Bacteria.

Lo conocí en un concierto de la jato Jarcore de Barranco, por 1989. De ahí fuimos coincidiendo en las demás tocadas donde se presentaban las bandas que marcaban el ritmo de nuestros descontentos.

Siempre polémico, llamó la atención con M.D.A banda pionera del Noise junto a otras de principios de los noventa. O con Insumisión, una banda de technorocknoise con la que gritaba consignas antitodo, en medio de bandas guitarreras. Últimamente despertaba odios y amores con Pestaña, a la cual denominaba banda de Tontipop.

Siempre consideró al hardcore crudo y visceral como lo suyo. Odiaba a los melódicos y a los hardcoreboys que suavizaban la propuesta de un estilo que nació para irritar oídos y cerebros. De esta forma me confesaría que era muy hincha de mi banda Dictadura de Conciencia, y de Dios Hastío. Recuerdo las palabras con las que mencionó a D.D.C  en una reseña sobre el primer demo de DH en la revista Caleta: “El siempre recordado Dictadura de Conciencia”.

Fue uno de los propulsores del CD Historia del Rock subterráneo 1985 – 1992, donde incluyó un tema de Dictadura de Conciencia, llamado Masas.

La última vez que lo vi fue en el bar Zela donde trabajaba, y me preguntó si asistiría al concierto de Aerolíneas Federales. Se sentó por un momento en la mesa donde me encontraba con unos amigos, y conversamos un poco de música.

Hoy ya no está más con nosotros, y fácil lo hubiera visto en el concierto de Narcosis o en los que anuncian el retorno de Eutanasia. De igual forma sé que estará en medio del pogo junto a Kilowatt, el Omiso, Matute, el maya, y otros subtes que fueron y ya no están.

¡¡¡Descansa en paz, Leonardo!!!



Les dejo una entrevista hecha por Henry Spencer


Leo Bacteria me enseña sus vinilos por henryspencerxxx

martes, 8 de noviembre de 2011

PODEMOS SER HÉROES... (Cuento)

Comparto con ustedes este cuento que forma parte de un tercer libro que pienso publicar pronto, y que llevará el mismo título Podemos ser Héroes... Antes quisiera recomendarles que pongan la canción Heroes de David Bowie (Click para escuchar), para acompañar su lectura.

Podemos ser Héroes...

Para Alessandra

–Una tarde me propusieron  llegar lo más lejos posible, hasta putamadre –dice Jualma.
–¿Si? –dice Iosú– ¿Y quién te propuso eso?
–Una chica, hace años,  en los ochenta; y a pesar del tiempo aún recuerdo ese instante y a ella, como si hubiera sucedido hace unos segundos.
–Anda… A ver cuéntame.
–Fue después de escuchar una canción de David Bowie, ella me tomó de las manos y habló:
–¡Hagamos todo en un día! –dijo Aleh, sonriéndome– Sí, lleguemos lo más lejos posible, hasta putamadre.
–¿Y dónde queda? –le dije–, nunca he ido por allá ¿Acaso conoces?
–Podemos ser héroes –dijo sin escucharme–. Tú serás el rey y yo seré la reina, como en la canción de Bowie.
–¿Y fueron? –pregunta Iosú – ¿Cómo era ella?... ¿Bonita?
–Sí fuimos –responde Jualma–. Era algo rayada. Estaba de lo más normal y de pronto cambiaba de ánimo. La recuerdo con los chancabuques sin lustrar y las medias blancas que la basta alta de su panta|lón de cuadros rojos dejaban ver. Una correa negra con brebiches le caía por un lado de sus caderas. Era clara, no muy  pálida y su cabello negro, parado, hacía resaltar sus ojos claros. Era una subte, como yo.
–¿Subte?
– Ajá, pero más allá de ser una chica linda, tenía un algo que me hacía ir detrás de ella. Tanto así que hasta ahora llevo marcado lo vivido ese día.
–Sí me acuerdo de los subtes y el rock subterráneo. Pero esa música que puteaba a todo el mundo no me gustaba…
–A mí sí me vacilaba… La cosa es que estábamos junto a otros subtes en las escaleras de la universidad Villarreal en La Colmena.
–¿Y qué hacían allí?
–Yo estudiaba en el colegio Guadalupe, y como estaba cerca siempre iba después de clases para hacer hora y escuchar música.
–De razón te paraban jalando en el colegio, vagazo.
– Ja ja ja, nada que ver… Recuerdo que esa tarde estaba con mi uniforme escolar en el puesto de El Omiso. Sonaba una canción de Eskorbuto: Quiero arrojarme al infierno y olvidarme de esta puta sociedad, de la calle, de la cárcel, de la fabrica... ¡Cualquier, cualquier, cualquier lugar!  Una botella de licor barato que llamábamos Trago Antitodo nos calentaba del invierno y la garúa.
–¿Y ella también paraba allí?
–Sí, vivía en Jesús María y varias veces la acompañaba hasta el paradero.
Fumando tronchos, seguro.
Sí, fumábamos cuando se podía; porque ella siempre decía que lo hacía para relajarse, porque le gustaba hacer las cosas lúcidamente. Le llegaba la inconsciencia.
Rayadaza la flaca...
Sí, y no sé por qué esa canción la hizo rayarse más. Cantó fuerte: ¡Cualquier, cualquier lugar! La increíble vida de un ser vulgar. Algunos que estaban borrachos la comenzaron a joder de loca. Eso la rayó aún más.
¡Qué saben ustedes sarta de estériles! –gritó Aleh, mirando a cada uno– Piensan que el mundo cambiará alrededor de un trago barato. Gritan libertad, anarquía y el sistema es una mierda, como si fumar, chupar y dejar que la vida se nos escape por estas veredas frías, fueran la solución.
¡Cállate pastrula!  –le dijo uno que estaba borracho– ¡Tú estás igual de perdida que nosotros, así que no te la des de muy sabelotoda!
¡Qué cosa la insultas, oe! –intervine, más motivado por impresionarla que por valiente– Déjala decir lo que piensa ya que tú ni siquiera haces eso. Tienes la cabeza por las huevas.
Te achoraste –dice Iosú–,  ¿y qué pasó te hicieron la bronca?
No –dice Jualma–, el huevón se paró y después de unos empujones nos separaron. Aleh se había apartado unos metros. La vi bastante afectada y me acerqué.
–No le hagas caso –le dije–, está borracho.
–Nadie entiende nada –dijo sin mirarme–, nada de nada.
–¡Y aprovechaste el pánico y te la chapaste! –dice Iosú.
–No, nada que ver –dice Jualma–. Eran las seis de la tarde y el tráfico estaba fuerte. Entre los kioscos y el bullicio de los microbuses, salió una canción en ingles, ella cantó: I, i will be King, and you, you will be Queen... Fue cuando sonrió, tomó mis manos y dijo: “Hagamos todo en un día, vayámonos hasta putamadre, como en la canción de Bowie”.


–Locaza la flaca, de verdad ¿Y qué hicieron?
–Nos fuimos en busca de putamadre.
–¿Y en dónde estaba?
–En putamadre.
–Ya pe’ no jodas.
Lo mismo le pregunté. No sabíamos dónde estaba. Sólo fuimos en su búsqueda, en algún lugar.
–Vamos, seremos héroes –dijo Aleh, apretando suavemente mis manos–. Tú serás el rey y yo seré la reina como en la canción de Bowie.
–Y fuimos –dice Jualma–. Compramos un trago en un bar del jirón Moquegua. Los borrachines miraban con curiosidad a Aleh, sobre todo por su aspecto. Cuando salíamos uno me dijo: “Oe, si vas a chupar al menos sácate la insignia que yo también soy del Guadalupe”. Le hice caso al toque más por miedo que por respeto al colegio. De ahí, sin dejar de reír, partimos hacia la plaza Dos de Mayo. Cuando llegamos nos sentamos frente al local de la CGTP.
–¿Hey, no que íbamos a putamadre? –le pregunté.
¿No te has dado cuenta de que está en todas partes? –dijo Aleh, mostrándome con las manos la ciudad–: Pronto lo encontraremos o él nos encontrará.
–De verdad qué extraña esa flaca –dice Iosú–, pero igual me hubiese gustado conocerla.
Bebimos en la plaza –dice Jualma–, respirando el smog de los microbuses. Los choros pasaban marcándonos, pero como no teníamos nada de valor, se iban, desilusionados.
–Fácil pudieron ponerse faltosos.
–Quizás, pero ella no se daba cuenta; es más, las veces que la acompañé al paradero no habíamos hablado mucho, pero ese día estaba locuaz. Me contó que sus viejos estaban separados, que su vieja salía con un huevón mucho menor y que cuando llegaba los escuchaba tirar. Tenía que subir el volumen de la música para no arrecharse.
–Ja ja ja. Ese tipo de viejas son las que me gustan, las que van de frente al choque.
–Sí pues –dijo Aleh con naturalidad–, una no es de piedra ¿no? A mí me da igual si se la tiran, la cosa es que me arrechaba. Yo subía el volumen, pero igual seguía gritando de gozo la maldita.
–Su viejo, al parecer –dice Jualma–, ella me lo insinuó, no es invención mía, por si acaso...
¿Qué cosa?
–Su viejo era cabro.
–¡No jodas!
–Mi viejo –dijo Aleh, sonriendo–, la dejó hace tiempo y según mi vieja no la tocaba para nada; supuestamente, no la había dejado por otra mujer ¿Me entiendes, no?
–¡Aaaasu qué fuerte! –dice Iosú– ¿Y eso nomás te dijo?
–Hablamos de varias cosas –dice Jualma–. De libros, de autores, de películas, porque era media intelectual. Se sabía de memoria frases que subrayaba en los libros que leía. Hasta ahora recuerdo su favorita: “No veo la hora de cometer un acto irremediable”.
–¿Sabes quién la dijo? –me preguntó Aleh.
–No –le respondí.
–Pucha, no sabes nada, realmente nadie sabe nada de nada.
–¿Y de quién era? –pregunta Iosú.
–De Jean Paúl Sartre.
–¿Y quién era ese?
–En ese tiempo no lo sabía, pero ahora sé que es un escritor francés.
–Ah ya.


–Luego guardamos el trago en mi mochila y caminamos de la mano por la avenida Alfonso Ugarte, con la sensación de estar volando, mirando a todos por encima del hombro, creidazos.
–Estaban fumados, huevas, eso era.
–Ja, ja, ja… No, nada que ver. En realidad nos sentíamos el rey y la reina. No te imaginas lo que yo sentía y sé que ella también sentía lo mismo, éramos libres a pesar de la gente que pasaba por nuestro lado. Las calles eran nuestras, nadie podía decir que no. Cerca al local del partido aprista, se soltó de mi mano y trotó hacia las rejas.
El partido que gobierna este país –cantó Aleh, sacudiendo las rejas con las manos– ¡Y toda su oposición parlamentaria, las patronales, los sindicatos todos contribuyen a nuestro fracaso!
–¿Qué era eso? –pregunta Iosú.
–Otra canción de Eskorbuto –responde Jualma–. Yo me acerqué y en vez de sacarla me reía de la cara de los apristas. Cantamos juntos: Desde sus poltronas, prometieron solución para todos los problemas de esta nación, ¡Paro! ¡Miseria! ¡Humillación! Fue lo que obtuvimos, sólo una casualidad podrá desatar una reacción.
¡Es un crimen! –gritó el coro, Aleh, con mucho odio– ¡Es un crimen, es un crimen...!
–Pero la tuve que sacar.
–¿Por?
–Porque los matones del APRA, los que llaman búfalos, venían a sacarnos la mierda.
–¡Uy chucha!
–Corrimos tomados de la mano, riéndonos, con esa sensación de volar, empujando a los que se cruzaban, sin que nos importaran los insultos. Cruzamos hacia el colegio Guadalupe, ella vio la pared limpia y sacó de su casaca un pedazo de esponja y un frasco de tinte blanco para zapatos.
–¿Piensas hacer lo que estoy imaginando? –le dije.
–Sí –dijo Aleh avanzando hacia la pared.
–No lo hagas, es mi colegio –le advertí.
–Ya no lo es –dijo agitando el frasco–. Ahora es mío.
–¿Qué hizo? –pregunta Iosú.
–Pintó: No veo la hora de cometer un acto irremediable.
–Su frase…
–Ajá… Lo hacía tan desesperadamente que manchó de gotas blancas el piso y su pantalón. Cuando el portero nos descubrió, cruzamos corriendo la avenida para evitar a los tombos de la comisaría El Sexto, que estaba al lado. La sensación de hacer lo que queríamos, nos hacía ignorar todo y a todos.
–Rayada la flaca.
–Sí. Por un momento pensé en dejarla, que se fuera hasta putamadre sola, pero había algo más que hacía quedarme.
–Lo que pasa es que te la querías tirar, eso era.
–No, nada. Había algo más. Ella misma me dijo: “Si deseas puedes irte”. Pero me negué. Después escribió en la plaza Bolognesi, sin importarle las miradas curiosas. Lo mismo hizo en la iglesia María Auxiliadora.
–¿La misma frase?
–Sí: “No veo la hora de cometer un acto irremediable”, siempre eso.
¿Ya, y qué paso?
–Continuamos por la avenida Brasil y de pronto se detuvo como si hubiera tenido una revelación.
–Hoy pasara algo –dijo Aleh sin soltarse de mi mano–, hay que apresurarnos.
–¿Qué cosa? –le pregunté.
–Hay que darnos prisa  –respondió jalándome.
–¿Y adónde fueron? –pregunta Iosú.
–A su casa –responde Jualma.
–¡No jodas!…¡Puta que esto se está poniendo interesante!
–Vivía por el Campo de Marte y entramos de frente a su cuarto. Era distinto a lo que había imaginado: Muñecas, peluches, libros, casetes, todo bien ordenado y limpio.
–Este es mi mundo –dijo Aleh, dejándose caer sobre la cama.
–¿Qué pensabas, que sería todo punk y subterráneo? –dice Iosú.
–Algo así –dice Jualma– Buscó entre sus cintas y puso Héroes, la canción de Bowie ¿La conoces?
–No, nunca la he escuchado.
–Bueno, la cosa es que sacó el trago de mi mochila y dimos unos sorbos. Los acordes cadenciosos y la voz sensual de Bowie sonaban a volumen más o menos alto. Sospechaba sus intenciones pero no me atrevía a nada. Ella comenzó a acariciarme, muy tierna.
–¿De verdad?
–Sí, y sin dejar de hacerlo, me besó. Yo la seguí y, sin pensarlo, ya estábamos sobre su cama que olía a talco a pesar del olor de mis sobacos… Todo iba tan bien hasta que comenzó a gritar como loca.
–Ahhhh, así, así –dijo Aleh aferrándose de mí con sus manos–, ahhh, aahhh.
–Uffff que rico –dice Iosu.
–Ni tanto porque su vieja estaba en la casa –dice Jualma.
¡Ah no jodas!
–Cállate –le decía a media voz en sus oídos–. No grites mucho.
–Quería vengarse de la vieja –dice Iosú.
–Creo que también la estaba imitando –dice Jualma–. Pero igual, no me hacía caso. Yo sabía que estaba fingiendo, para que escuchara su mamá. Gritaba y era más grosera cada vez. Hasta que golpearon la puerta.
–Aleh –dijo la mamá– ¡Sal inmediatamente!
–No voy a salir, porque estoy tirando –respondió Aleh.
–Sal, maldita perra.
–No. Hago lo que tú misma haces en esta casa.
–Porque es mi casa hago lo que quiero.
–También es mía.
–Acá nada es tuyo, ni tu vida, así que sal inmediatamente.
–¡Se armó viejo! ¿Y tú qué hiciste? –pregunta Iosú.
–¡Puta, causa! –responde Jualma– Estaba encima de ella sin moverme, se me había pasado toda la arrechura. Aleh se levantó y yo hice lo mismo. Al ratito abrió la puerta. La vieja tenía cara de mierda, pero igual era guapa como su hija. En eso y sin que me diera cuenta sonó un lapazo y  Aleh se fue contra mí tomándose el rostro con las manos.
–¡Lárgate de acá perra de mierda! –gritó la mamá señalando la salida– Esta es mi casa y haré lo que yo quiera en ella; y mientras estés acá, tú harás lo que yo te diga.
–Soy perra porque soy una hija de perra –dijo Aleh, mirándola con odio–. Y como perra me iré a tirar a la calle como las perras, no como tú que tiras como perra delante de la perra de tu hija.
–¡Uffff! –dice Iosú– Qué fuerte ¿Y adónde fueron?


–Subimos  a la azotea de su edificio –dice Jualma–. Allí nos sentamos al borde contemplando las luces, la ciudad; y sintiendo la garúa que empezaba a mojar nuestros rostros y las calles. Bebimos del gollete sin hablar. Sentí su respiración como de un odio reprimido. Sacó de su bolsillo grifa y armó un troncho.
–Fácil, después de ese chongazo un tronchito es lo mejor para calmar los nervios.
–Ajá. La pasamos fumando y hablando de las cosas que nos habían sucedido, de los sueños que teníamos, del futuro, de la música, de alguna canción como la de Bowie: We can be heroes, just for one day. Besándonos y también bebiendo, entre risas de nada.
–Fácil que se puso a llorar, porque las mujeres en esas situaciones siempre lloran.
–No. Me dijo que nunca lloraba por alguien que no quería, y ella realmente odiaba a su madre; pero si le hacían algo malo y era alguien que de verdad quería, sí lloraba.
–Extraña, recontra extraña esa flaca.
–Sí, pues…          
–¿Por qué lo haces? ¿Por qué estás a mi lado? ¿Por qué me defendiste? ¿Por qué me estás besando ahora? –dijo Aleh mirándome con esa magia de sus ojos claros–  Nada de esto nos hará felices.
–Al menos nos dará la sensación de serlo –le dije–. De que podemos sentir amor… yo seré el rey y tú serás la reina… ¡Podemos ser héroes, al menos por un día!
–Bien dicho –dice Iosú– ¿y que pasó?
–Nos besamos con cariño –dice Jualma–, sintiendo el calor de nuestros cuerpos en esa noche fría… Íbamos muy bien, hasta que de pronto todo se puso negro en la ciudad y una explosión lejana nos separó.
–¿Qué fue? –pregunta Iosú.
–Un apagón –dijo Aleh tratando de encontrar un foco encendido en la ciudad– ¡Malditos terrucos!
–No tengas miedo, acá arriba estaremos a salvo –le dije–. Esperemos que regrese la luz.
–Ja, ja, te cagaron el vacilón –dice Iosú – ¿Y hasta que hora estuvieron esperando?
–Un buen rato –señala Jualma–. La pasamos abrazados, compartiendo muchas ilusiones. Cuando se terminó el trago bajamos a caminar por las calles que estaban desiertas.
–Nadie entiende nada de nada –dijo Aleh, otra vez, algo ebria–. Sólo tú creo que entiendes. ¿Qué es todo esto? Estar en medio de la oscuridad y los petardos, recibiendo los disparos por encima de nuestras cabezas, como en la canción de Bowie: I can remember, standing by the wall. And the guns shot above our heads. And we kissed as though nothing could fall. And the shame was on the other side. Oh we can beat them forever and ever. Then we could be heroes just for one day… ¿Por qué todo como en la canción de Bowie? Como si ya estuviera escrito, como si estuviéramos condenados de antemano, a sufrir los tiempos que nos han tocado vivir, a no entender nada. Solos tú y yo ¿Por qué?
–Yo también me lo pregunto –le dije–, pero nadie nos lo va a decir. Solos iremos encontrando, aunque creo que serán muchas más preguntas que respuestas.
–Uy curuju, estabas profundo, fácil se  te templó la flaca –dice Iosú.
–No sé, pero lo que sí recuerdo es el beso que me dio en plena avenida –responde Jualma–, me besó como nunca me habían besado, un beso mucho más intenso que los del frustrado polvo en su cuarto.
–¿Solamente se besaron, no le hiciste nada más?
–No, nada.
–¿Cómo que nada? No te la llevaste a un sitio más chévere para hacer verdaderamente el amor.
–No.
–¿Por qué?
–Esta noche hemos encontrado algo –dijo Aleh pegándose a mí pecho–. Voy a escribir en esa pared y nos vamos por allí, hasta putamadre.
–No, mejor salgamos de una vez –le dije.
¿Piensas que todo es malo? –dijo Aleh– No siempre es así.
–¿Y te dejó? –pregunta Iosú.
–Sí –responde Jualma–. Cruzó la pista y cuando estaba escribiendo, salió no sé de dónde una patrulla. Yo estaba en la acera de enfrente.
–¡Tú, alto! –gritó el policía apuntándola con su arma– ¡Contra la pared!
–Ufffff qué mala suerte –dice Iosú.
–La revisaron y le encontraron la grifa –dice Jualma–. Entonces ella comenzó a reclamarle a uno de los policías que estaba sobrepasándose; pero, de refilón me miraba y con sus ojos me decía, que no la abandonara. En mi cabeza sonaba el coro de la canción de Bowie: “We can be heroes, just for one day”.
–No me toques allí, mañoso de mierda –dijo Aleh volteando sin bajar los brazos.
–¡A callar! –gritó el policía que apuntaba con su arma– Así que haciendo pintas subversivas ¿no? ¡Y con marihuana encima! Ahora sube y no abras la boca, carajo.
–¿No te llevaron a ti? –pregunta Iosú.
–Antes que la metan al patrullero me miró –responde Jualma–, y en su rostro había mucho más abandono que horas antes, cuando me propuso hacer todo en un día, para llegar lejos, para ser héroes.
–Tú, el de uniforme escolar ¿qué miras? –preguntó el policía señalándome– ¿La conoces?
–¿Qué hiciste, causa, qué hiciste? –dice Iosú.
–Temblaba, a la firme –dice Jualma–. Todo se había detenido como en una foto, y el tiempo corría en cámara lenta. Miraba los labios del tombo que se movían preguntándome si la conocía; miraba a ella mirándome; miraba las circulinas rojas de la patrulla dar vueltas, tornando de rojo las paredes sucias de las casas; miraba la calle desierta, sin darme ninguna salida, esa calle que pudo ser mía y de Aleh; miraba todo, confundiendo mis sentimientos con la lluvia que humedecía la tristeza de mi vida, la de ella. Sin disimular la cobardía, desperté de pronto.
–¿La conoces? –preguntó el guardia por quinta vez– Tú, el de uniforme, ¿la conoces?
–No, señor, no la conozco –le respondí tartamudeando.
–¿Dijiste eso, anda huevón, en serio? ­–pregunta Iosú.
–Sí –responde Jualma–, estaba muerto de miedo. La metieron dentro del patrullero y arrancaron. Aleh no dejó de mirarme. No estoy muy seguro, pero de sus ojos resbalaban gruesas lágrimas, o quizás lo que vi era la lluvia que mojaba la luna del patrullero. Si lloraba, realmente me quería, pero nunca podré saberlo, fue la última vez, no volví a verla más.
–La cagaste, la cagaste bien feo, causa...
–Sí, pues.
–¿Y no fuiste detrás de ella o a avisar a su vieja?
–No. Me acerqué a la acera, donde había quedado tirado el frasco de tinte blanco olvidado por los tombos. Lo tomé y completé la frase que no le habían dejado terminar a Aleh. Cada letra la escribía apretando con fuerza, salpicando mi chompa y mi pantalón plomo de colegio, manchando el piso con gotas blancas, como si reemplazaran las lágrimas que no se atrevían a caer de mis ojos. Cuando terminé de escribir: “No veo la hora de cometer un acto irremediable”, me fui con la sensación de haber llegado a putamadre.
–Puffff, causa, qué fuerte esa cuestión ¿Y por qué me cuentas todo esto?
–Porque ese día fue como un instante eterno que no puedo olvidar: caminé poco y llegué lejos, amé lo mínimo pero con pasión, fui fiel y también traidor. Todo en un día, todo en un solo día… todo en un solo maldito día, como en la canción de Bowie; como si todo hubiera estado escrito, como ella lo presentía; como si estuviéramos condenados a vivir ese tiempo que nos había tocado, que nos había separado, como si esa fuera nuestra canción o estuviera hecha para nosotros. Yo fui el rey y ella la reina…
–Y también héroe.
–¿Ah?
–¡Héroe!
–Ah, sí, eso también.

Martín Roldán Ruiz


Fotos: Martín Roldán Ruiz

domingo, 6 de noviembre de 2011

GENERACION COCHEBOMBA: Fotoreportaje a Martín Roldán Ruiz.

Una alumna del quinto ciclo de la Universidad Jaime Bausate y Meza, donde estudié a mediados de los noventa, hizo este fotoreportaje para su curso Taller de Fotografía, con el reconocido profesor, Rómulo Luján, quien fue también mi maestro. ¿El motivo? Le encantó mi novela Generación cochebomba. Espero les guste.

“Sentía la necesidad de seguir escribiendo Más y Más”
Texto y fotos: Consuelo Solís Rivera

Antecedentes

Conocí a Martín hace ya buen tiempo, llego a mis manos de casualidad. El terrorismo, los apagones, la inflación, los perros muertos colgados en el centro de Lima, ya me lo habían contado mis padres, mis abuelos pero nunca un joven de 17 años que lo haya vivido.

Martín Roldán Ruiz fue quien en la voz del joven Adrian R, junto a sus amigos Pocho Treblinka, Carlos Desperdicio y el Innombrable, les da forma a esta novela generacional de lo que fueron los 80 para los jóvenes de ese tiempo en su libro: “ Generación Coche Bomba”

Y en su cabeza sonaba punk rock de los 80’ una batería un bajo, una guitarra sin la necesidad de estar afinadas, se agitaban en sus orejas y me imaginaba a Adrian R. caminando, con resaca, por las calles de Breña y ahí lo veía llegar con 41 años encima una casaca deportiva azul con rayas blancas, como el club de sus amores, un blue jeans y unas zapatillas, con las manos en los bolsillos. De lejos me hace una seña con la mano, me dice: Hola con los ojos chinos un domingo de sol, frente al colegio Guadalupe en Breña, av. Alfonso Ugarte.

Algo recio por la mala noche pero aun así amable en sus gestos, me saluda, cruzamos la Av. Alfonso Ugarte, nos adentramos en las calles de Breña, casas antiguas nos rodean mientras él me va contando como escribió su primera novela. Fue en la Bausate me dice, en los juegos florales “yo andaba templado de una chica quien me animo a escribir lo que había sentido en los 80’. Fue un cuento que poco a poco empezó a tener forma de novela, empecé por el segundo capítulo y el tercero y el cuarto y yaaaa…Sentía la necesidad de escribir”

En el año 2007 “Generación Coche bomba” sale a la luz, tras varias correcciones, el rechazo de un editor, las fuertes ganas de publicarla haciendo oídos sordos a las criticas, con el lema “hazlo tu mismo” Martín se encarga de editarlo, de tomar la foto de la portada, en síntesis: de hacerlo todo el mismo con la ayuda de sus amigos.

¿Porque? Quien mejor que él para ser el doctor del parto que daría a luz a su primer libro, considerado una novela total, es decir que engloba a una década entera de lo que se vivió en Lima, en la época del terrorismo con la música, un soundtrack en cada capítulo, para aquellos que vivieron cada apagón, cada cola interminable para ir a recibir un poco de leche, pan, harina y cada cochebomba que podía estallar en sus narices.

-Ves esa casa de ahí, la ploma, en la esquina, aquí fue donde Adrian R. se sentó a llorar la muerte de su padre. Y más allá esta mi casa, su casa.

Martin nos señala los escenarios de los capítulos más emblemáticos del libro, cuando alguien le pasa la voz…Él ya no vive en Breña, ahora reside en el Callao, trabaja en una biblioteca por la universidad mayor de san marcos, pero siempre regresa a su barrio, con los amigos, y es uno de ellos el que le pasa la voz, trae consigo una bandeja, se acerca a nosotros, lo saluda efusivamente: Que tal hermanito, le dice, te traigo un cebichito, 5 lucas nomas. ¿Deseas un ceviche? me pregunta. Algo turbada le respondo que sí. Es bueno para la resaca le digo, claro que sí, coge el tenedor de plástico, empieza a comer. Abro mi morral, saco mi cámara, la prendo, encuadro, y empiezo a chambear.

Martín Roldán Ruiz nació en 1970, en el distrito de Breña. Estudio periodismo en la Universidad Jaime Bausate y Meza. Escribió la novela “Generación Cochebomba” publicada en el 2007 y posteriormente un libro de cuentos sobre fútbol y barras “Este amor no es para cobardes” en el 2009. Colaboro con artículos deportivos para El Comercio y actualmente trabaja en una biblioteca, escribe en su blog generación-cochebomba.blogspot.com y prepara su segunda novela.












Fotos tomadas en la cuadra 4 del jirón Huaraz en Breña, y en el jirón Chincha, exactamente en donde se encontraba la discoteca NO HELDEN, escenarios de la novela Generación cochebomba.