Ahora que han pasado unos días de la muerte de Walter Oyarce, y que la pena de su familia no ha pasado, hacen su aparición los figurettis e ineptos de siempre. brindando las mismas recomendaciones que dieron cuando murió el niño con la bengala en el estadio Nacional, cuando sucedió lo de la contadora María Vargas, y ahora con lo de Walter ¿Y cuáles son estas rimbombantes recomendaciones?: Leyes más fuertes, empadronamiento, cierre de las tribunas populares, e incluso la suspensión del campeonato… Es decir, todo lo que la gente quiere escuchar.
Para mí, esto es muy lamentable, ya que el muchacho es amigo de amigos muy cercanos. Aparte, por la forma como ha fallecido, pues creo que el fútbol no debería ser motivo de encontrar la muerte, sino lo sentimientos que nos pueden dar un triunfo o una derrota.
Es lamentable todo lo que la violencia en el fútbol ha causado, más allá de la camiseta de las víctimas. Pero creo que esta vez, no solo es una tragedia producto de este fenómeno, sino de la informalidad como se manejan los espectáculos masivos en el país, pues se supone que Walter estaba en el lugar más seguro del estadio.
Es una suma de todo esto. Porque las autoridades no tienen los dos dedos de frente para enfrentar este problema, porque no son capaces de entender que son aplicaciones de medidas simples lo que evitarían estos hechos. Creen que empadronando, quitando las correas, los cigarrillos y los piercings en las tribunas populares, ya previenen. Cuando la cosa pasa por estar en los puntos indicados, antes, durante y muchos minutos después del partido; sobre todo en clásicos.
La producción de un programa nocturno se comunicó conmigo para que hable sobre este tema, a raíz de lo del Monumental y por mi libro de relatos Este amor no es para cobardes, que toca el tema. Pero me negué porque hace años que he venido hablando sobre este tema en medios, dando las explicaciones y soluciones que desde adentro de una barra, hemos podido diseñar. Hasta llegamos a hablar al Congreso de la República, donde alguna vez fuimos invitados con la gente que manejaba la barra en esa época. Incluso estuvieron las cúpulas de las barras de Universitario, Cristal y Boys. Pero siento que por las puras fue, cada vez que suceden estos hechos trágicos.
Fuimos llanos a apoyar y tratar de evitar más muertes en los partidos, cosa que se evito por mucho tiempo. ¿Y de qué forma se dio esto? Primero porque la policía, o mejor dicho un grupo de generales y oficiales tuvieron la suficiente capacidad de entender el problema, pero no por su lado, sino por el nuestro. Y en vez de decirnos lo que teníamos que hacer, ellos nos dijeron BUENO HEMOS VENIDO A ESCUCHARLOS, A QUE NOS DIGAN CÓMO PODEMOS PARAR TODO ESTO... ¡¡¡QUEREMOS ESCUCHARLOS!!! Eso fue en el 2001, con el general Mori, jefe de la 7a región policial de ese entonces, el general Pérez Rocha, el coronel Muguruza, y el comandante Santiago Vizcarra, el oficial que más conocía sobre este tema.
En esas reuniones los policías recién se dieron cuenta de cómo pensaba un barrista, porque para ellos éramos simples pandilleros. Y, sobre todo, que la solución era muy sencilla, que pasaba por evitar el contacto entre las dos hinchadas, no solo en los estadios; sino, principalmente, en las calles de los conos de la ciudad, donde suceden la mayoría de muertes.
Este trabajo, necesario en ese tiempo, nos trajo, el cuestionamiento de la misma gente del Comando por reunirnos con policías y con las demás barras, sobre todo con los de Norte. Y creo que a ellos les sucedió igual. No nos importó, la verdad, porque se evitaron los enfrentamientos y con eso las muertes por mucho tiempo.
Antes de cada clásico se coordinaba para llevar la fiesta en paz. Se marcaban las rutas y horarios de salida. En toda la ciudad. Lo único que pedíamos era que nos dejaran hacer la fiesta y el colorido en las tribunas. Salvo los enfrentamientos entre la misma barra, no pasó nada en los estadios, entre hinchadas rivales, por mucho tiempo.
Hasta que llegó el año 2007 cuando los de Norte se van contra la barra del Boys en el Monumental. ¿Qué había pasado? Pues llegaron nuevas autoridades que en vez de continuar con el trabajo, cambiaron todo a su criterio de por sí errado. Ya no estoy dentro de la organización de la barra, pero me contaron que cuando asumió la jefatura de la Policía Nacional, un general que ahora está en el congreso, éste llegó con la política de Mano Dura. ¿Y cuáles fueron sus medidas?. Empadronamiento y requisa en las tribunas populares de objetos que para él son un peligro para la vida: Correas, cigarrillos, piercings, aretes, ganchos para el cabello, peines… pueden reírse, amables lectores.




Bueno el día de ayer, lunes, en una entrevista radial con Mónica Delta una mujer llamó y le dijo algo que explica muy bien el porqué de esta increíble medida. “Señor, usted es un guardia republicano, y como guardia republicano ha sido instruido para cuidar cárceles y fronteras, nada más, no sé cómo llegó a jefe de la policía, porque ese trabajo le compete a los que son de la Guardia Civil”. Más allá del inaceptable prejuicio, el trabajo de este general con respecto a los estadios fue eso mismo. Porque ese tratamiento al hincha que va a las populares, de requisarle hasta los cigarrillos, es el del ingreso a un penal. En sus limitaciones ese general cree que los estadios son igual que cárceles.
Paradójicamente movilizan un buen número de efectivos por partido, pero los robos se siguen dando en las tribunas.
El empadronamiento es un engañamuchachos desde que lo idearon, primero porque muchos de los que se han empadronado no son barristas, y porque los que cometen actos de violencia no necesariamente están dentro de una lista. ¿Acaso necesitaron del empadronamiento para identificar a los que atacaron el palco 128 del Monumental? Vamos a ver si alguno de ellos, está empadronado…
Ahora, esta tragedia ha sucedido dentro de un estadio. Y era algo que se veía venir. Primero está el antecedente de la masacre a la barra del Boys en el 2007. Segundo, la chica que le cayó una tarola en un partido de… la Selección!!!!. Tercero, la bronca el año pasado en los techos de los palcos sur del Monumental, entre aliancistas y cremas. Y cuarto, y esto es lo más grave, porque fue horas antes en el mismo día de la muerte de Walter, cuando hacía su ingreso la barra de Alianza, los mismos que atacarían el palco 128 avientan pintura crema desde la parte de los techos (donde había sido la pelea en el ultimo clásico)... ¿dónde carajo estaba la policía? Dijeron que iban a desplazar cuatro mil efectivos, para evitar muertes como las de María Vargas… ¿pero en dónde los colocaron? ¿O No tuvieron los dos dedos de frente para prever que ahí podría pasar algo? Más con ese aviso de hinchas cremas aventando pintura, en un sitio donde no deberían estar… ¿y si aventaban objetos contundentes como sucedió en la Bombonera de Boca, cuando hinchas de Racing aventaron un paravalanchas matando a un hincha xeneize?
¿Dónde se supone que esta la seguridad garantizada con los cuatro mil efectivos?... Alguien dijo que la policía hizo un buen despliegue por las calles, y en las tribunas, de las barras de Alianza y Universitario, que han aprendido a controlarlas. Estamos de acuerdo en eso, pero tuvo que morir gente para que aprendieran. Lamentablemente en el Perú se aprende sobre la sangre derramada. Y no solo en el fútbol, sino también en todos los ámbitos. Esperan que muera alguien para que recién busquen una solución. A pesar de que en este caso, las señales, los indicios, estaban ahí.
Porque si se hubieran puesto a analizar la cancha y localizar los puntos de posible violencia, hubieran sabido distribuir a sus efectivos con anticipación. Está por demás demostrado que la violencia no solo es ejercida por los chibolos pandilleros, sin educación y desnutridos; que con las justas han acabado la primaria como se cree que son todos los barristas. Pues este hecho desvirtúa todos esos análisis, porque los protagonistas son, en su mayoría, personas pudientes con estudios superiores y alto nivel de vida. Entonces la violencia es inherente a todos sin excepción. Pobres y ricos, educados o no, todos somos violentos en algún momento. Entonces, si tenemos dos perros rabiosos que se pelean entre ellos y perjudican a los vecinos. ¿Qué hacemos? Simple, no dejamos que se junten y vigilamos bien que los posibles lugares en donde puedan encontrarse tengan la seguridad debida. Y el Monumental tiene todos esos accesos identificados, ¿o me equivoco?
Dejen de hablar cada estupidez pidiendo leyes más fuertes, porque ya las hay; o que suspendan el fútbol; o que cada hincha tenga un carnet para que pueda entrar al estadio; o que se juegue sin público. La cosa es simple: Primero, que las autoridades asuman su labor y no se echen grasa para que les resbalen los problemas. Y, segundo, que junten a las barras como en el 2001, para que colaboren indicando los puntos donde se juntan los grupos; por donde caminan, en qué otro punto se juntan con los demás, y cuáles son las calles por donde irán al estadio. Todos resguardados por los efectivos suficientes, no como pasó en el primer partido en el Monumental donde para tres mil hinchas caminando pusieron veinte efectivos. Entonces vino el desborde.
Y no solo para las afueras del estadio, sino también para el interior de las tribunas, que indiquen los lugares donde hay robos. Por dónde se pueden infiltrar hinchas rivales para causar problemas. Si esto hubiera sido hecho con anticipación, no estaríamos lamentando la muerte de Walter Oyarce.
Nadie va a cambiar la naturaleza violenta de esta sociedad enferma que tenemos, y si se logra tendrán que pasar muchos años. Mientras tanto la única solución es la que dimos las mismas barras a los oficiales de la 7ma Región Policial el año 2001. Y si a estas se agregan otras soluciones, pues mucho mejor.
Yo me hice la promesa de no aprovechar hechos como este para hablar sobre mi libro que toca este tema de la violencia. Porque no deseaba aparecer junto a los figurettis de siempre que van a hablar cada tontería fuera de lugar. Lo que hago es ir a los colegios, donde me invitan, porque lo leen en el plan lector, para hablarles a los alumnos de los que es una barra, y las consecuencias que hay si asumen el lado violento de ser barrista.
Seguro algunos me refutarán diciendo, de qué te quejas ahora si tú también has participado de hechos violentos. Desde ahora les respondo como respondo a los escolares, que me hacen esa pregunta: Sí, es verdad, yo he guerreado contra quinientos de Norte dispuestos a agredirme, y yo he estado con una cantidad igual de gente de sur, para pararles el pleito. Pero que es algo que no me enorgullece ni tampoco me avergüenza, porque se dieron en circunstancias especiales. Y porque las veces que me he enfrentado a ellos, fue contra los de Norte, que sabían, al igual que yo, en qué estábamos metidos, no contra simples hinchas.
Para finalizar. En el cuento La camiseta ensangrentada de mi libro Este amor no es amor para cobardes, un barrista de Alianza muere en un enfrentamiento con barristas de Universitario. El tema del relato es la venganza. A veces creo que la realidad supera a la ficción, porque en las imágenes que se me presentaban cuando escribía dicho cuento, vislumbraba al personaje con la camiseta ensangrentada, esa camiseta que se había negado a entregar a los rivales que se la querían llevar como un trofeo de guerra.
Las fotos e imágenes de Walter tirado en el piso del Monumental, me causaron escalofríos porque eran las mismas que había visto en mi imaginación. Y a pesar de que una vida no vale una camiseta, quiero destacar que Walter se nos fue, con esa camiseta que se puso con orgullo en la mañana, y que se llevaría bien puesta, para siempre, hasta la eternidad.
