lunes, 30 de julio de 2007

PRIMEROS CONTACTOS

Cuando uno piensa en los años que han pasado, se pregunta por las primeras veces. El primer día de colegio, el primer amor, el primer beso, el primer contacto con todo. Y más, cuando hemos crecido en media de la violencia política, nos preguntamos si fue el primer atentado o el primer apagón nuestra primera vez con ella. En mi caso y quizás en el de muchos, existe una cola que se adentra hasta mediados de los años setenta, en pleno gobierno militar.

Aquella mañana del 5 de febrero de 1975 los policías se habían declarado en huelga. Exigían lo que hasta estos días exigen. Mejora salarial, mejores uniformes, etcétera. Otras versiones dan cuenta de una manipulación bien orquestada. La cuestión en sí, era que no había un policía por ningún lado que se encargara de custodiar el orden y la tranquilidad social, que asolapadamente disfrutábamos. Dicen que todo lo organizó el APRA. Pero en 1977 el mismo general Velasco Alvarado, ya ex presidente para ese entonces y a pocos meses de su fallecimiento, le confesó a Cesar Hildebrandt para la revista Caretas, que fueron los mismos comandantes del ejercito los organizadores, con la finalidad de sacarlo del gobierno.

Las calles estaban sin protección y no solo salieron agitadores del APRA, sino también radicales de todas las tendencias. Desde comunistas hasta demócratas que querían tumbar al gobierno militar. Y con ellos, también, saqueadores profesionales, choros de oficio y beneficio, curiosos, snobistas y los averquedebuenosacodetodoesto.

En las primeras horas se respiraba la calma que precede a la tormenta. Hasta que no se sabe de dónde, se aparecieron por todos lados. Para mi pequeña humanidad de cinco años, el mar inexplorado, lontananza, la ruta hacia las indias, el nuevo mundo, se vislumbraba desde mi ventana. Eran los extramuros de mi universo. Y la armoniosa convivencia de los transeúntes que se saludaban con un buenosdíasvecino, se vio agitada de pronto. Voces, gritos, consignas, arengas: Abajo la dictadura, abajo el gorila Velasco, Viva el paro policial. Sirenas de no se sabe qué patrulleros. Y luego la masa desbordada corriendo con todo tipo de productos en las manos.

El principal blanco fue Scala Gigante (Donde hoy está Metro de la avenida Alfonso Ugarte) Los manifestantes y no sé si me equivoco al llamarlos así, corrían con paquetes que no ocultaban ropa de niños, sostenes, calzones, calzoncillos, medias, corbatas. Otros más audaces se llevan televisores, radios, ollas. Yo vi, con envidia, como un señor enternado y encorbatado, llevaba una especie de gusano gigante de color verde y con ruedas que yo había deseado para las pasadas navidades y que mi viejo no me había comprado. El tío volteo desesperado desde la esquina de la avenida Venezuela hacia mi calle del jirón Huaraz y debajo de mi edificio abrió su pequeño auto estacionado, metió el gusano expropiado y arranco perdiéndose por el mismo jirón hacia el norte. No puedo olvidar la sonrisa de su rostro que denotaba la adrenalina del momento. También, y no temo equivocarme, que pensaba en un hijo o una hija que se divertiría con el producto de su saqueo. ¡Kausachum Perú!

Por la avenida Wilson se levantaba el humo de un incendio. La turba había ingresado al local de Correo y Ojo y lo incendió. Igual suerte corrió el auditorio del Centro Cívico. Dicen que un tal Enciso miembro del partido aprista fue el organizador. Después de eso pidió asilo en la embajada argentina. ¡Ni huevón que fuera!

Mi viejo había salido temprano esa mañana a hacer unos pagos y pudo ganarse con lo que pasó en Correo y Ojo. Más tarde contaría que por la avenida Iquique vio a un chato huir con un televisor. Un sambo le gritó: “Oe, conchetumadre, a donde te llevas mi televisor”. Le metió un combo y se lo quitó. Ladrón que roba a ladrón. También que un anónimo le había metido un catchascanista tacle a uno de las estanterías de Scala y que el muy gil se quedó atravesado entre los vidrios. Nadie lo sacó. Se comenzaban a escuchar las primeras ráfagas de las tanquetas de la División Blindada y ninguno quería cruzarse con ellas. El Ejército había salido a patrullar y garantizar el orden y la tranquilidad.

Con ellos en las calles y con el toque de queda, poco a poco volvimos a la rutina de todos los días.

Aún guardo en la retina muchas imágenes de ese día, los gestos de los que huían, los colores de las ropas saqueadas, el humo que se alzaba por el lado de la avenida Wilson. Y yo desde la ventana miraba que la historia se estaba escribiendo abajo, en las calles, no desde donde yo estaba.

Por tal motivo, unos años más tarde, cuando vino la huelga del SUTEP que era una de las muchas que se organizaron para tumbar a Morales Bermúdez, no me quedé. Bajé y supe lo que es la tensión de estar en una protesta. Tenía ocho años. Mi vieja, obviamente que nunca se entero de eso. Pensaría que estaba jugando Monopolio con el hijo de algún vecino.

En verdad no estaba solo, me acompañaban un par de amigos. Con ellos corrimos, perseguidos por la Guardia de Asalto, sufrimos por primera vez el ardiente aroma del gas lacrimógeno, nos percatamos que si te colocabas un pañuelo mojado en la nariz atenuaba su efecto y conocimos la solidaridad de algunas puertas que se abrían para acoger a los de uniforme escolar, y evitar su detención. Recuerdo los insultos que desde los edificios le propinaban a la policía.: ¡Chupamedias! ¡Abusivos!

Qué será de la alumna del Rosa que junto a unos del Guadalupe y del Mariano Melgar nos entregaron volantes del Frente de Estudiantes Revolucionarios Secundarios ( FERS) y que nos decían que esto no era un juego, y sin embargo no nos invitaban a largarnos, sino más bien, nos enseñaban a ocultarnos el rostro con las chompas plomas, a correr pegados a las paredes y voltear en la primera esquina para evitar la carga de la caballería. A todos ellos no los he podido olvidar. Años después supe que la mayoría de esos frentes estudiantiles eran organismos autogenerados de Sendero. ¿Pero quién conocía a Sendero en esos años? Sólo los que luego pasarían a la clandestinidad. ¿Años después esa alumna del Rosa y los demás habrían hecho pintas, habrían puesto una petardo, matado un policía? ¿Habrían estado en los motines del año 86 o habrían muerto en ellos? No lo sé.

Lo único que sé, es que una mañana Lima amaneció con perros muertos colgados de los postes. Tenían carteles pintados con letras de color rojo sangre. Nadie sospechó del color rojo maoísta. Decían: “Teng siao Ping hijo de perra”. Fue un aviso claro de lo que vendría y que lo visto y vivido antes no tendría comparación.

FOTOS
1- General Juan Velasco Alvarado. Foto sacada de http://www.galizacig.com/index.html
2- Foto tomada desde mi ventana en Breña.
3- Logo de Scala Gigante (
http://www.arkivperu.com/ultrasiete.htm)
4- Revista Caretas (De:
http://www.caretas.com.pe/2000/1604/articulos/limazo.phtml)
5- Carlos Bendezú, Revista caretas (De:
http://fotografia-experimental.blogspot.com/)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lei su articulo y la verdad su perspectiva de los hechos me parecio muy interesante e ilustrativa.

yo soy la hija de ese tal "Enciso" al cual se le atribuyo la organizacion de dichos actos de vandalismo. Estoy enterada de los sucesos por boca de mi padre y los diarios de la epoca y como se aclaro su situacion.

La verdad no me averguenza el que digan mi padre pudo ser el presunto autor de dichos actos, mas bien me llena de orgullo el saber que al menos alguien lo nombra y lo recuerda como uno de los tantos que en aquella coyuntura hacian sentir su voz.

Gracias por ser el unico que aunque de alguna manera insignificante lo recordo.