A principio de los noventa, tenía
un amigo del barrio que coleccionaba comics que podías encontrar en las veredas
de Lima. Tenía los CREEPY, 1984, ZONA 1994, y entre otros también tenía al JUDGE
DREDD (Juez Dredd). Sí ese mismo cuyo lema era IAM THE LAW, es decir YO SOY LA
LEY (Por cierto hay dos películas basadas en ese personaje. La primera con
Silvester Stallone, pero creo que la segunda versión es mucho más cercana al
espíritu del comic. Y la banda Anthrax tiene un tema llamado I am The Law) Bueno
la cosa en que una de las revistas del Juez Dredd que le gorreaba al amigo en mención, traía la historia de un
chico gordo, con granos, sucio y glotón que no tenía a nadie en el mundo.
Este muchacho se había presentado a un programa llamado algo así
como THE SAD SHOW o el Show de la Tristeza, el cual consistía en narrar frente
a cámaras la historia más desdichada, miserable y triste que pueda vivir una
persona. El conductor era un tipo que dramatizaba lo que ahí se contaba y
apelaba al corazón de los televidentes para que votaran por el desdichado. El
premio, obviamente, era en dinero e iba aumentando conforme la historia
aumentaba en tragedia. Cuanto más triste y trágica era, más plata ibas ganando
de acuerdo a los votos y donaciones que hacían los espectadores. Acompañaban en
el escenario una especie de coristas que cantaban canciones tristes con sendos
pañuelos con que se secaban las lágrimas y vestidas de negro, como viudas del
siglo XIX. El hecho es que este muchacho era un loser total, una tragedia
metida dentro de un overol de jean con un enjambre de moscas volando encima de
sus grasosos cabellos.
El programa tenía un gran rating
dentro de ese mundo apocalíptico del Juez Dredd. Y el chico fue realmente una
sensación de THE SAD SHOW, convirtiéndose en una celebridad, pero sin poder
cambiar la tristeza que le perseguía. Ni el dinero que había ganado, que lo
podía sacar de una existencia miserable, lo alegraba. Sólo pudo ser redimido
cuando ayudaría a salvar a la megaciudad de uno de los muchos peligros que la
acechaban. El perdedor, el gordo, el apestoso, pudo ser feliz cuando hizo algo
realmente de valor, y se habría de convertir en un héroe, lo que no había hecho
el dinero que había ganado. Al final del capítulo le harían un monumento por
este acto.
Recuerdo que me quedé pensando
sobre el tipo de programa que el comic anticipaba. Porque hasta ese momento no
existían, al menos en el Perú, programas de ese tipo en que el descaro de usar
el dolor ajeno, la desgracia humana, para tener rating era evidente. Y me
imaginaba que seguro en Estados Unidos (país en que se inspira el Juez Dredd)
ya estaban dándose ese tipo de programas. Y yo, un estudiante de periodismo,
lamentaba hasta dónde llegaba la deshumanización de los medios de comunicación,
por el dinero. Pero guardaba alguna
esperanza de que nunca iba a ver en la pantalla chica, a un ser humano llorando
a cambio de unas monedas. Pobre chiquillo. No pasaría mucho tiempo cuando
empezó el boom de los Talk Shows.
Lo que pude determinar, a través
de la lectura de ese cómic, fue que el contexto del mundo post guerra nuclear en que
estaba ambientado el Juez Dredd donde una sociedad totalmente violenta,
corrupta y podrida desde sus cimientos, solo podía mantener la paz social a
través de una policía, que ya no era tal sino jueces de la calle que luchaban
contra el crimen aplicando y sentenciando penas por el más mínimo delito. Obvio
que no existían derechos para los ciudadanos mientras no infringieras lo que para estos jueces era la ley, es decir
ellos mismos: YO SOY LA LEY.
En ese sentido, dentro de ese
mundo alucinado, el programa THE SAD SHOW era producto de una sociedad decadente,
en donde las personas se regodeaban viendo a seres patéticos contar sus
miserias, despertando el morbo de los demás miembros de la sociedad, quienes al
conmoverse apelaban a la caridad cristiana de la limosna y le entregaban lo que
pensaban era el único paliativo para que mejore su triste existencia: el
dinero. El éxito de THE SAD SHOW se establecía de antemano porque esa sociedad
la promovía desde sus más altos estamentos hasta el último ciudadano.
Entendiendo bien este punto, años
después Alberto Fujimori instauraría la cultura de la prepotencia y el no
respeto a las formas. Lo que se vino a llamar CULTURA COMBI (Nunca hubo mejor
metáfora que esta), para miseria de la sociedad peruana… y esta penosa
situación generaría, lo que ese
idealista estudiante de periodismo pensaba que nunca pasaría, que un THE
SAD SHOW se instaurara en el Perú, sólo
que llevaría por nombre LAURA EN AMÉRICA.
1 comentario:
Estoy seguro de haber visto un talk show parecido en Don Gato, pero no lo encuentro.
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